AY una palabra que resuena constantemente en la charla: educación. Esta es la vía que creen imprescindible Paola Hermosilla, Teresa Martínez, Ane Gallastegi y Maider Galletebeitia para seguir construyendo la senda de la igualdad. Las cuatro son protagonistas de un proyecto intergeneracional puesto en marcha en el colegio Urdaneta con la colaboración de Pilar Gómez, Beatriz Herrero y Genoveva Martín, tres usuarias de la residencia Loiu Gurena. Ese contraste de opiniones ayuda a comprender cómo ha cambiado la sociedad hacia un entorno más igualitario.

“A nivel jurídico estamos en una situación más igualitaria pero cambiar leyes no cambia la mentalidad de la sociedad. Quedan chistes, comentarios y miradas que tienen ese toque machista y hacen daño a las mujeres, incluso los hacemos nosotras mismas”, apunta Paola mientras que Teresa añade que todavía “hay margen” de mejora. Incluso ellas mismas se dan cuenta de ciertos prejuicios que permanecen en el imaginario colectivo. “A veces me pasa que veo a una chica vistiendo de una forma que no es lo convencional y ya piensas que es que va provocando. Sin embargo, ella está cómoda, segura con su cuerpo”, desvela Ane. Y, ¿qué se puede hacer para evitar esas situaciones? “Autocensurarse. Tenemos todo en la mano para aprender y tenemos que hacer un poco de autocrítica y pensar que eso no está bien”, reflexiona Maider.

Ese giro en la sociedad se percibe en las palabras de Beatriz Herrero, que recuerda cómo “tenía cuatro hermanos y ellos trabajaban con mi padre y yo me quedaba en la casa con mi madre. Los hombres no hacían más que trabajar (fuera del hogar) pero en casa, no”. Genoveva Martín, por su parte, rememora su vida como “muy feliz” aunque las funciones de su padre en casa se limitaban a “traer la leña y poner la lumbre”. Hoy en día, el mantenimiento del hogar, según apuntan estas jóvenes, es diferente. “Ya no tienes la imagen de que la mujer es la que tiene que estar cocinando, tendiendo la ropa... Es un reparto de las tareas y se intenta hacer lo más igualitario posible porque es una cosa de los dos”, subraya Paola mientras que Teresa cuenta que “somos cinco hermanos, chicos y chicas. Cada uno tiene sus funciones del mismo nivel de tiempo y dificultad”. Un cambio que se empezó a gestar ya en el hogar de Pilar Gómez, con tres hijas y un hijo. “Mi marido decía con cuatro mujeres y va a fregar el hijo, cuenta entre risas.

El cambio de chip, de decidir cómo se quiere vivir la vida y cómo gestionarla no ha sido de un día para otro, sino un trabajo de día a día. “Las nuevas generaciones tenemos otra mentalidad. Somos conscientes de que podemos decidir y de que no dependemos de nadie. La mujer antes no trabajaba y dependía del hombre. Hoy en día la mujer trabaja y eso da libertad”, expresa Teresa. “Nadie puede decidir sobre tu cuerpo”, incide Paola quien reconoce que “a una persona mayor no le puedes cambiar sus valores, pero para nosotros que estamos creciendo y educándonos, es el momento de inculcar los valores de igualdad.

Violencia de género

La dependencia emocional, económica, social… influye de manera decisiva a la hora de dar el paso y denunciar una situación que ninguna mujer, por el hecho de ser mujer, debe padecer. Los cambios sociales han ido al hilo de los cambios tecnológicos y estos están condicionando un nuevo tipo de relación: “las relaciones tóxicas”. “Hay muchas. Son relaciones en las que hay mucho control, con dependencia emocional que te hace sentir mal. No eres sumisa pero estás a lo que quiere él”, profundiza Maider quien asegura que “tengo amigas que lo han vivido”. Sin embargo, los efectos más visibles y tangibles de la violencia “siguen manteniéndose muy en privado”.

En estas relaciones tóxicas, el papel de las redes sociales es fundamental, tanto como vía de información como de control. “A través de las redes sociales te puedes informar de la violencia de género y entender situaciones que antes no se entendían. Gracias a la capacidad de informarte y conocer las situaciones de otras personas, puedes ver que a ti te está pasando lo mismo”, dice Ane a la vez que Maider reseña que “con las redes sociales tienes mucho más control, puedes ver qué está haciendo, llamar si no te contesta a un mensaje...”. Esta vorágine en la que se esconde la violencia de género está obteniendo el rechazo de la sociedad. “Antes se veía normal; ahora, no”, subraya Ane.

El temor a lo que pueda pasar por la noche está muy presente en la vida de estas cuatro jóvenes, que un poco indignadas reconocen que no comprenden por qué sus amigos pueden regresar solos a casa pero ellas no. “A mí me da miedo salir por la noche sola, me limita mi ocio. Este problema no lo tiene un hombre”, lamenta Teresa mientras que Paola cuenta que “algún amigo me ha dicho te acompaño a casa y yo le he dicho que vas a volver solo. Su respuesta es te acompaño a casavas a volver soloa mí me da igual. Esa contestación impacta a Paola quien afirma que “me choca que alguien no tenga ese miedo de que te va a pasar algo por la noche sin que haya gente por la calle. Los chicos no lo notan porque no han tenido esas experiencias de conflictividad”.

Esa violencia se refleja en las palabras. “Cuando alguien te grita algo por la calle y te dicen que es un piropo, tú no lo sientes así”, expone Teresa. Maider, por su parte, manifiesta el anclaje que tiene en la sociedad: “Es algo que está tan normalizado que es súper difícil cambiar en la mentalidad de la gente”. Para ello, la clave de Ane es la educación. “Creo que el tema de la situación de la mujer hay que explicarlo desde pequeños. Mucha gente está en contra del feminismo y creen que no hay discriminación y que existe la igualdad”.

Educación

Para que esos patrones no se reproduzcan generación tras generación, Ane apunta hacia “la educación sexual” como una solución. “La mayoría de la gente aprende de la pornografía, que se centra en el placer del hombre y deja en segundo lugar que las mujeres disfrutemos. Si hubiese una educación sexual, habría una base”, ahonda la joven.

La pornografía está ligada en cierta manera con la prostitución. “Si una mujer quiere hacerlo, tiene que estar controlado. No se puede justificar que tener esa profesión, estés sometida a la violencia de género”, comenta Paola mientras Ane subraya que “cuando no tienes otra opción que prostituirte, te están coartando tu libertad porque lo haces por necesidad”.

Ese poso educativo se tiene que seguir manteniendo para “que la gente que tiene los micromachismos interiorizados vayan desapareciendo”, según Maider. Ane mira más allá de las fronteras porque es consciente de que en otros países la desigualdad es una brecha muy asentada. “En países más conservadores todavía queda mucho por hacer, países en los que el adulterio de la mujer está penalizado o que las mujeres no pueden tener ni una cuenta bancaria”, sentencia.

Los recuerdos de Pilar, Beatriz y Genoveva y con las opiniones de Ane, Maider, Teresa y Paola son el alma de un vídeo de un proyecto intergeneracional, que se puede visualizar en deia.eus y en las redes sociales de DEIA. Un contraste que pone de relieve la evolución de la sociedad con un largo camino por recorrer.

Uno de los efectos que se están percibiendo por el uso de redes sociales son las “relaciones tóxicas” ya que son una manera de control

Las jóvenes señalan a la educación como la vía para fomentar una sociedad en la que las brechas de género se reduzcan

“Me choca que un chico no tenga miedo de que le va a pasar algo cuando no hay gente por la calle”

Estudiante de Urdaneta

“Con las redes sociales tienes más control sobre tu pareja, puedes ver lo que está haciendo”

Estudiante de Urdaneta

“La educación sexual es necesaria. La mayoría de la gente aprende a través de la pornografía”

Estudiante de Urdaneta

“Ahora somos conscientes de que podemos decidir y que no dependemos de nadie”

Estudiante de Urdaneta