A punto de que se cumpla un año del primer caso de covid-19, el virus -que ha dejado ya más de 153.000 contagios en Euskadi- sigue presente en el estado de salud y anímico de muchas personas incluso meses después haber pasado la fase crítica de la enfermedad. Es lo que se conoce como covid persistente o long covidy que, según las primeras estimaciones, afectaría a entre el 10 y el 20% de las historias clínicas marcadas por el SARS-CoV-2.

La mayoría (79%) son mujeres de entre 36 y 50 años que pueden seguir sufriendo hasta 200 dolencias y achaques en los meses posteriores a haber dado positivo -o negativo- en la PCR o el test de antígenos, más recientemente. Así lo ilustra la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) en un documento elaborado en base a los historiales y los testimonios presentados por un total de 1.834 pacientes (120 de ellos de la CAV) que presentan síntomas compatibles con el covid persistente.

El estudio de esos casos está previsto que se prolongue durante un par de años para poder concretar con certeza científica cuál ha sido la evolución de todas esas personas y las maniobras debilitadoras que el patógeno sigue desplegando en el organismo humano. Las más frecuentes son cansancio (96%), malestar general (95%), dolores de cabeza (86%), bajo estado de ánimo (86%) y dolores musculares (82%); pero también son muy frecuentes otros más inconexos en principio como la falta de concentración, fallos de memoria, diarrea, palpitaciones u hormigueos en las extremidades.

Todos ellos tienen una duración media de algo más de seis meses. También es cierto que existen casos en los que las dolencias son pasajeras; otras, por contra, son continuas desde la primera ola y no se solucionan con analgésicos para los dolores ni antidepresivos para la falta de ánimo. De hecho, el reto de la comunidad científica es atender debidamente a esos miles de afectados por covid persistente; y para esas personas, lograr que sus achaques, indisposiciones y padecimientos sean reconocidos como lo que son: síntomas del virus, no secuelas.

A finales de este pasado enero, la SEMG anunciaba un primer paso en esa dirección después de que el Ministerio de Sanidad incluyera un apartado dedicado a la covid persistente, diferenciándolo de las secuelas del covid-19. Y es que uno de los grandes problemas de este cuadro clínico es su falta de reconocimiento institucional y administrativo a la hora de gestionar bajas laborales, por ejemplo. De momento, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya le ha asignado un código en la Clasificación Internacional de Enfermedades y algunos centros hospitalarios han puesto en marcha procesos asistenciales para tratarlo, pero el desconocimiento existente todavía hace que no se vaya más allá.

Fuera del sistema

Y más cuando una gran parte de los pacientes ni siquiera cuenta con una prueba diagnóstica positiva debido a que durante la primera ola hubo escasez de recursos y no se realizaron con la frecuencia necesaria por desconocimiento muchas veces. Esa falta de reconocimiento del diagnóstico clínico ha hecho que un buen puñado de pacientes haya quedado fuera del sistema. Una de ellas, Begoña Toquero. Se contagió en aquel primer arreón de la pandemia, en marzo, y casi un año después sigue con síntomas.

Esta vecina de Lasarte-Oria no fue diagnosticada en su momento, pero lleva sufriendo la sintomatología covid más de diez meses sin poder volver a tomar las riendas de su vida, “con unos días mejor y otros peor, aunque con más malos que buenos”, resume. Esta mujer -que encaja en el perfil del estudio de la SEMG- tiene la percepción de que, al igual que ocurre con otras patologías y en otros ámbitos, el hecho de que afecte más a las mujeres también incide o “perjudica” en la respuesta obtenida hasta la fecha.

“Como muchas andamos a tope, nos diagnostican de estrés y nos tratan con ansiolíticos cuando el proceso debería de ser al revés. Eso es una consecuencia. Si estamos mal anímicamente es porque llevamos muchos meses con síntomas y es muy duro de llevar. Nadie te entiende, ni tu entorno ni tu médico, porque la enfermedad no tiene nombre”, apunta. Con el colectivo Covid Persistente Euskal Herria (al que pertenece Toquero) siguen poniéndose en contacto personas enfermas.

Reconocimiento

Mayoritariamente se trata de personas contagiadas durante la primera ola aunque ya han comenzado a entrar quienes contrajeron la enfermedad en septiembre u octubre. “Nos consta que también hay niños y adolescentes que siguen presentando síntomas de larga duración”, añade Toquero. La principal reivindicación del colectivo pasa por el reconocimiento del covid persistente como enfermedad.

“Mucha gente lleva diez meses de baja y a cada uno se la dan por distintos motivos. Hay incluso personas a las que se les ha cambiado el motivo de la baja varias veces”, explica Toquero, quien se hace eco de la demanda del citado colectivo que reclama “un recuento de los casos, el reconocimiento y una atención sanitaria de calidad sin tener que justificarnos ni pelearnos con los médicos para conseguirla”.

Desde la plataforma subrayan que al hablar de covid persistente se refieren a la permanencia en el tiempo de la sintomatología covid. “Otra cosa son las secuelas. Por ejemplo, una persona ha podido tener una lesión en el pulmón por una neumonía por coronavirus. Eso son secuelas, nosotros seguimos teniendo síntomas”. Otra de las primeras voces en exponer públicamente un cuadro clínico similar fue la vizcaina Sonia Bilbao. Lo hacía el pasado mes de agosto aunque ella contrajo la enfermedad a comienzos de marzo. “Nunca he tenido una recuperación. Habrá que investigar y saber por qué seguimos con estos síntomas”, subrayaba allá por septiembre. El asunto será abordado en el Parlamento Vasco después de que EH Bildu haya presentado una Proposición No de Ley sobre este asunto.