Entramos en una sala de paredes blancas, bien iluminada y dominada por una mesa de 180x140 en el centro. Allí nos recibe Estitxu Cristobalena, una de las facilitadoras del servicio vasco de Justicia Restaurativa (SJR) en Gipuzkoa. Es la misma sala en la que durante este año ha mediado entre decenas de víctimas y victimarios (quienes cometen el delito), “personas de todas las clases, edades y colores”. Encuentros cara a cara, en busca de una explicación, de respuestas… ¿por qué?La mayoría de los casos que pasan por este servicio de mediación que busca la reparación de la víctima, más allá del castigo, suelen ser delitos leves: “Hurtos, estafas, lesiones, amenazas, apropiaciones indebidas, daños, pero a veces nos llegan delitos” denominados “menos graves, unas diligencias previas, como puede ser una lesión potente, una pelea en la que un chico le tira un vaso de cristal a otro y le hace una avería de miedo. Y pueden llegar graves, aunque es más raro”, asegura Estitxu. De todo, menos casos de violencia de género y situaciones en las que el victimario es menor de edad, que tienen su propio canal.

“Hace poco me tocó un caso: una chica joven que había consumido, estaba en un local con unas amigas de noche y agredió a dos personas que estaban tomándose algo tranquilamente. Estas personas, las víctimas, en un momento dado se dieron la vuelta, porque las chicas estaban haciendo un poco de show y fue la chica y les metió dos tortazos impresionantes. A una mujer le causó una lesión en el ojo. Pues bien, la echaron del local y al día siguiente, como no se acordaba, fue tranquilamente al mismo local y le dijeron, ‘tú no puedes entrar”, relata Estitxu.

Ambas partes fueron derivadas por el juez al servicio de justicia restaurativa y accedieron al encuentro. Hacerlo es de carácter voluntario. “Primero entró la víctima y cuando llegó la joven y la vio, se llevó la manos a la boca y dijo: ¡Pero si eres una persona normal! Y empezó a llorar, porque le recordó a su madre y ahí empezó la vergüenza reintegradora que se llama. Se le cayó el alma al suelo al saber que había dañado a una persona que le recordaba a su madre. Se vino abajo, lloró, se rompió. La víctima se quedó también impactada, porque le recordaba a su hija. Y fue superbonito”, cuenta Estitxu.

“Y fue superreparador. Le pidió disculpas, y al final le acabó pagando la consulta privada que tuvo que hacer al oculista y se abrazaron. Eso no pasa a menudo, pero cuando pasa… Sobre todo ellas, se van a a casa satisfechas. Se quitan un peso de encima”, explica la facilitadora.

Como este, otros 175 casos al año, la mayoría del ámbito penal y menos del familiar, consiguen alcanzar en Gipuzkoa un acuerdo restaurativo que luego debe validar la Fiscalía. Apoyadas por una administrativa (Pilar), son tres personas, una jurista (Olatz), un psicólogo (José) y una trabajadora social (Estitxu), quienes se reparten la tarea en los partidos judiciales en Gipuzkoa: Azpeitia, Bergara, Irun, Tolosa, Donostia, Eibar e incluso echan un cable a sus compañeros de Bizkaia en Durango.

La gran duda de quienes acceden a este encuentro restaurativo es casi siempre la misma: Pero cuando vaya, ¿va a estar la otra persona? Verle la cara es duro, pero necesario a veces.Nuestra función principal es crear las condiciones necesarias, el clima para que ese encuentro dialogado se dé con total garantía y en un clima seguro y tranquilo”, asegura Estitxu.

Nunca los sientan frente a frente “porque es muy violento. Vienen con tanta tensión que no les puedes poner enfrente”. La labor de los facilitadores es repartir espacios, atenciones y también “poner encima de la mesa esas emociones que a veces obstaculizan: veo que estás enfadado, ¿qué pasa con ese enfado? Veo que te estás emocionando...”

con la madre de la víctima

Asegura Cristobalena que “en estos encuentros hay mucha emoción” y que las personas suelen entrar solas, sin compañía. “Luego hay otras prácticas restaurativas, círculos y conferencias, en donde se busca incorporar aquellos apoyos, personas del entorno de la víctima o del victimario, incluso de la comunidad, que hayan podido verse afectadas. Nosotros aquí hemos incorporado a la madre de una víctima, que quería conocer al victimario”.

Acceden a participar la mitad de los que son derivados por los jueces en el ámbito penal. La otra mitad lo rechaza. Está en su derecho. Pero de ese 50% que inicia el proceso restaurativo, tres de cada cuatro personas salen con acuerdo en el conjunto de Euskadi. “Pero fíjate, aunque no se consiga el acuerdo, estos encuentros tienen tal poder transformativo que sirven para que uno tome conciencia, por ejemplo, de lo que ha hecho y la consecuencia es que vea la necesidad de adherirse a un tratamiento, si es una cuestión de consumos, o hacer una reflexión”, añade Cristobalena.

“No intentamos justificar ninguna conducta inadecuada, pero sí intentamos comprender por qué ha pasado y que sobre todo para ellos esto sea como un aprendizaje de cara a futuro”. Y el resultado, asegura, es que “salen satisfechos por cómo lo han resuelto”, asegura esta facilitadora. “Muchas veces, cuando llaman a las puertas de la justicia, estas personas no se sienten atendidas, ellas son un número, algo insignificante dentro del sistema. Aquí les recogemos, les atendemos, identificamos su necesidad, porque detrás de cada discurso hay una necesidad”, afirma.

Muchas veces un encuentro es suficiente, “pero depende de las personas; otras veces hace falta más tiempo”. En asuntos de familia, por ejemplo, “hay mucha carga emocional y normalmente se necesitan más sesiones”, aclara Estitxu. También el porcentaje de acuerdos se reduce drásticamente; solo uno de cada cuatro de los que lo intentan logra alcanzar un entendimiento, y eso que el 60% rechaza participar.

José Ignacio Martínez Ruiz es el coordinador del Servicio de Justicia Restaurativa. Destaca que estos procesos y prácticas son “libres, confidenciales y voluntarios”, y con ellos se busca “una fórmula para que ese daño pueda ser reparado de la manera en la que esa víctima necesita”, pero “respetando la legalidad”.

nueva forma de hacer justicia

Asegura que la justicia restaurativa “es una nueva forma de hacer justicia”, que le “da voz y protagonismo a la víctima” y que “ha llegado para quedarse. Lo que pasa es que el proceso de asimilación, como ocurre con cualquier nuevo paradigma, es lento”, señala el coordinador del servicio, quien también es claro respecto a su objetivo y finalidad. “La justicia restaurativa es una alternativa, pero nunca una justicia sustitutiva, ni es la pretensión. Todo lo contrario; necesitamos a los juristas, a los jueces, a los fiscales, que son profesionales destinados a preservar los derechos de las personas, y necesitamos su intervención”, concluye Martínez Ruiz.

“No pasa a menudo que víctima y victimario lloren y se abracen, pero me pasó y fue superbonito”

Facilitadora del SJR en Gipuzkoa

“La justicia restaurativa está para quedarse pero es un nuevo paradigma y su asimilación es lenta”

Coordinador del SJR