GUNON. Le llamo de la red de vigilancia de Osakidetza". La persona al otro lado del teléfono no parece sobresaltarse porque ya está sobre aviso. En la antigua biblioteca del hospital de Galdakao trabajan estos días a contrarreloj docenas de personas intentando trazar un mapa de contagios formado por aquellos que han dado positivo en covid-19 y sus contactos estrechos. Hay muchas salas y en todas, el trabajo es frenético. Sin dejar el teléfono y pendientes del ordenador, Olga e Irati, dos rastreadoras de campo, no dan abasto. "La mayoría de la gente responde bien y dice seguir las pautas. Todo el mundo quiere hacerse las pruebas cuanto antes, pero lo que no gusta nada es lo de estar en casa diez días de cuarentena. Con eso hay que pelear más", confiesa Olga, asistenta social. "La gran mayoría del personal cumple y está dispuesto a colaborar, aunque siempre hay excepciones de gente que no se cree que haya una pandemia, o se enfada o te grita. Pero eso ocurre rara vez y con poquísimas personas", revela Irati.

Los rastreadores funcionan como muro de contención y vigilancia de la enfermedad. En lo peor de esta tercera ola acaba de incorporarse a esta OSI como gestor Iago Montes. "Tenemos cada vez más trabajo. Rastreamos al día en toda Euskadi en torno a 1.200 casos y solo en esta comarca sobre 180 casos diarios en la última semana. Pero estamos pudiendo hacer los rastreos en un periodo de 24/48 horas desde que se valida la prueba", declara.

"Hay muchos txikis confinados"

Con el virus desbocado, el trabajo se multiplica. La enfermera gestora Lidia González Zabala, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, confirma que cada vez hay más aulas y centros educativos en aislamiento. Está de acuerdo Irati. "Últimamente hay muchos txikis confinados porque hay muchas aulas con escolares con coronavirus. Aunque no siempre hay que poner en cuarentena toda el aula pero sí algunas".

Su trabajo es llamar a los contactos estrechos de las personas positivas en covid y hacer un seguimiento exhaustivo. Y no lo tienen nada fácil. En esta OSI Barrualde-Galdakao, están a la que salta y abarcan un área enorme con más de 300.000 vizcainos y algunos alaveses del Valle de Aiala. Casi todos en alerta máxima. "Las restricciones eran de grupos de seis y ahora son de cuatro. Pero si te reúnes a la mañana con seis, a la tarde, con otros seis y al día siguiente igual, pues no sirve. Las burbujas deben de ser estables y no lo son. Hay gente que lo hace muy bien y gente que no lo hace tan bien", revela prudente González. "O se encuentran cada día con seis diferentes. O se citan doce en un restaurante en dos mesas de seis. Eso también es muy típico", matiza Irati.

Una labor casi detectivesca sobre todo en aquellos casos donde el positivo ha mantenido muchos contactos estrechos, es decir ha estado más de 15 minutos sin las debidas precauciones. Por eso, en ocasiones, deben recurrir a la ayuda de la Ertzaintza, tal y como explica Lara Alonso, otra responsable en la gestión de casos. "Si intentamos contactar alguien y no lo conseguimos, incluso se moviliza la Ertzaintza para localizarle". Porque este es el esfuerzo de todo un equipo que echa el resto de ocho de la mañana a diez de la noche, empeñado en cortar las cadenas de transmisión del virus, plenamente consciente de que una sola persona poco responsable echa por tierra el trabajo de todos.

"Hemos visto el empeoramiento"

Nunca pensaron en llegar hasta aquí con esta situación tan grave. Lara Alonso -en la brecha desde mayo- lo ha constatado de primera mano. "Al principio salíamos de un confinamiento y los casos iban bien. Y luego vimos cómo, poco a poco, empeorábamos. Agosto fue mal, septiembre mejoró, noviembre fue horrible, diciembre se despejó y en enero, se ha disparado". Como las olas.

Tampoco Olga -currando desde agosto-, pensó en estar ahora tan mal. "Esto no es un problema de jóvenes o mayores. Pero hay gente joven que no ha respetado las normas porque hasta que no les toca, o no lo viven, no se dan cuenta del alcance de la pandemia. Es solo cuando alguno da positivo, cuando empiezan los problemas. Ay es que mis aitas..., ay es que amama... se lamentan. No lo piensan hasta que uno de ellos, cae".

El equipo de rastreadores no ha hecho más que aumentar porque la carga de trabajo es incesante. A su lado, Irati aclara que el número de contactos a seguir varía. "Pueden ser dos o pueden ser 17. No hay una media porque cada caso es un mundo. Además hay casos que se positivizan, pero ya llevaban unos días en casa con lo cual no generan contactos".

Al otro lado de la línea, la respuesta casi siempre es favorable. "Para cuando llamamos nosotras, en general ya saben que han estado en contacto con un positivo. Les ha llegado un mensaje de texto avisándoles, y un link con las indicaciones de lo que tienen que hacer. Y la gente es formal", comenta Lara Alonso. Porque estas policías del covid no señalan culpables. "Como llevamos el seguimiento de los contactos familiares y sociales, hay positivos en todas las edades. La vigilancia se realiza durante los diez días de cuarentena. En ese periodo se hacen dos pruebas diagnósticas y si dan negativo y no tienen síntomas, pueden hacer ya vida normal", finaliza Lidia González, decidida a dar muchas altas.

"Todo el mundo quiere hacerse las pruebas pero lo que cuesta es que la gente se quede diez días en casa haciendo la cuarentena"