De la noche a la mañana tuvieron que cerrar las persianas de los negocios que les dan de comer. Han tenido que adaptarse a las nuevas medidas de seguridad y los nuevos hábitos de consumo, pero también han demostrado que la solidaridad es un valor al alza cuando asoman los tiempos difíciles. Pero, sobre todo, han plantado buena cara al mal tiempo, reinventándose para seguir dando servicio a los clientes y llenando de vida las calles de nuestros municipios. Así han vivido siete comerciantes esta época de pandemia

El estado de alarma y el confinamiento no pilló de sorpresa a la mayoría de ellos. "Nosotras, de hecho, tomamos la decisión de cerrar antes. Nos parecía lo más sensato ya las cosas se estaban poniendo feas y había un ambiente raro", explican Teresa Bodero y Elena Armendariz, propietarias de la tienda Pipirigaña de ropa infantil y juvenil de Balmaseda. Todo lo contrario a Ana Isabel Fernández, de la floristería Bella Eugenia de Portugalete. "El mismo viernes 13 estuve montando una boda que no sabíamos si se iba a poder celebrar", rememora. También Lorena Diego, de Electrodomésticos Arbeko de Bilbao, "tenía muchísimos artículos por entregar"; en su caso, pese a que la tienda no estaba abierta al público, siguieron trabajando para dar respuesta a las necesidades de sus clientes, "que me llamaban por teléfono o me mandaban un wasap porque necesitaban un frigorífico o una cocina. Al principio nos dejaron servir algo en la puerta, sin poder entrar en la tienda, pero al final también limitaron eso porque la gente venía para comprar una radio, unas pilas...".

No porque se viera venir la sensación de vértigo fue menor. "No veías la luz al final del túnel, no sabías qué iba a ser de tu vida", admite Amaia Amestoy, que vende camisetas, y ahora también mascarillas, en su tienda Amets de Algorta. Cristina Oñate, propietaria del centro de estética Ercilla 32, además de presidenta de la asociación de Peluquería y Estética de Bizkaia, explica que para este sector "la cuarentena fue terrible, un horror; al principio dijeron que éramos imprescindibles, nos mandaban a las casas y nos negamos". Con la persiana cerrada, y sin ingresos, las letras que había que pagar se acumulaban, y con ellas la angustia. "Los colchones hace tiempo que habían desaparecido", admite Maribel Izaguirre, de la tienda de lencería Chelyma de Erandio. Eso sin contar que, en muchos de los negocios aguardaban ya los pedidos que habían realizado de cara a la temporada siguiente. "Teníamos toda la mercancía de verano en la tienda. No podíamos echar nada atrás, no lo podíamos vender y teníamos que pagarlo", echan cuentas Teresa y Elena. "Cuando cerré me llevé a casa los vencimientos que nos iban a pasar pensando a ver ahora cómo gestionamos esto...". Ana Isabel lo recuerda con claridad. "La primera semana del confinamiento me la pasé limpiando y la segunda, llorando. La tercera empecé a bajar a mi tienda, sintiéndome como una delincuente, a tirar las plantas y flores que habían quedado allí, y la cuarta me planté. No podía seguir así y fue cuando empecé a vender por Internet, por wasap... Esto nos ha pasado una factura tremenda". "El cierre de los negocios fue como un duelo que tienes que pasar y luego hay que tirar para adelante", coinciden.

Todas ellas se quedan con las muestras de solidaridad que afloraron durante los días más duros de la pandemia. Maribel donó "casi 700 metros" de goma para elaborar mascarillas solidarias, "y también todas las bolsas de la tienda, que al estar hechas con TNT son ideales para ello. Hicimos como 6.000 mascarillas. Y luego me acercaba a recogerlas y las llevaba a gente que pedía y a establecimientos de carnicería y pescaderías para que los clientes pudieran cogerlas. Había que ayudar". Desde la asociación de peluquería y estética donaron a centros de salud todos los guantes, batas y geles hidroalcohólico con los que trabajaban a diario, ante la escasez de estos artículos durante aquellos primeros días de la pandemia. Elena dio un bote de glicerina, que tenía en casa para hacer gel hidroalcohólico, a un conocido que es repartidor. "Cada uno hacíamos lo que estaba en nuestra mano por ayudar al de enfrente", explica. Y también a la inversa, se vieron comprendidas por muchos proveedores, que trataron de insuflarse un poco de aire en una situación que las puso con el agua al cuello. "Muchos nos aplazaron los pagos, dijeron que cuando pudiéramos. Fue un respiro tremendo".

Reapertura de comercios

Emotivo reencuentro

Atesoran como uno de los momentos más emotivos de estos meses la reapertura de sus comercios, aquella primera semana de mayo, todavía con cita previa. "La gente venía y te decía qué ilusión volver a verteLa gente se volcó totalmente, también con la campaña del bono Creo en Ti", recuerdan. "Yo creo que tenían miedo de no volver a ver las calles como ellos las recordaban, y por eso se volcaron en el pequeño comercio de su municipio. Había muchas personas que te decían voy a comprar todo en el pequeño comercio. Lorena Diego ha visto incluso cómo ha cambiado el perfil de sus clientes de un negocio familiar que lleva más de 60 años con la persiana levantada y del que ella es la tercera generación. "Antes tenía un público muy mayor y a partir de la pandemia está viniendo gente más joven, que ha descubierto el comercio de barrio", admite. Ese reencuentro con los clientes coincidió con el Día de la Madre, una cita marcada en rojo en el calendario para floristerías como la de Ana Isabel. "Fue muy emocionante porque muchísima gente aprovechó para mandar flores a sus madres o a sus abuelas, a las que no habían visto en semanas. Llevo 24 años en la tienda y nunca he visto una Madre como esta. No dábamos abasto con el teléfono, no paraba de sonar. Y a raíz de ese día, no hemos parado de trabajar", admite.

Y eso que si algo caracterizó aquella reapertura de los comercios fue la "incertidumbre" sobre las medidas que tenían que implantar en sus negocios. Cada cual fue adaptando la normativa a su día a día, estableciendo límites de aforo y distribuyendo botes de gel por el local, pero las dudas iban más allá. ¿Qué hacer, por ejemplo, con las prendas que se probaban los clientes? ¿Cómo mantener la distancia de seguridad en una cabina de estética? "La tienda de las chuches nos traía guantes porque apenas había, tomábamos la temperatura al entrar... Intentamos, con la información que teníamos, hacer la tienda lo más segura posible para los clientes", recuerdan algunas. Lorena acotó su tienda, de 100 metros cuadrados, improvisando un mostrador con dos lavadoras con unos tableros para mantener la distancia con los clientes; una puerta de metacrilato que tenían en el almacén les ha servido, colgada del techo, de mampara. "Yo tuve que comprar una máquina de ozono para dejarla puesta a mediodía cuando me marchaba. Todo lo que se probaban las clientas lo tenía que dejar en la trastienda 48 horas", recuerda María Isabel. "Nosotras, de hecho, seguimos pasando los artículos por la plancha de vapor", secundan Teresa y Elena. Tras haber donado todo el material desechable, los centros de peluquería y estética se encontraron sin guantes ni batas para poder abrir sus puertas. Les costó encontrar proveedores en un mercado saturado por la demandas de estos artículos y, a día de hoy, "todavía cuesta encontrar guantes de nitrilo, por ejemplo. Y látex no puedes utilizar porque hay muchos clientes con alergia. Invertíamos dos horas todos los días solo en desinfectar y limpiar después de cada cliente".

La limitación de movimientos, por ejemplo con la prohibición de salir del municipio, ha tenido sus más y sus menos entre los comerciantes. Hay quien se ha beneficiado de que sus vecinos no se hayan podido escapar a las grandes superficies, pero, en el caso por ejemplo de Bilbao, también han acusado el hecho de que, tanto por el auge del teletrabajo como por las limitaciones a la movilidad, haya menos personas que se desplacen a la capital vizcaina. "Con la reapertura empezamos como gallinas descabezadas, no dábamos abasto. Pero duró muy poco; el que vive en Castro y antes venía a trabajar a Bilbao ahora no te viene al centro", explica Cristina. Y eso que, subraya, "la fidelidad de la clientela es tremenda: te quieren abrazar, le salen las lágrimas...".

Esta pandemia les ha hecho darse cuenta, más si cabe, de la capacidad de superación que se esconde detrás de sus escaparates y mostradores. "Me he dado cuenta de que, cuando estás al frente de un comercio, tienes una capacidad enorme de adaptarte a los cambios. Es increíble. Si me hubieran dicho que íbamos a superar una situación así hace 15 años, no les habría creído", sentencia Elena. La tecnología ha entrado con fuerza en su día a día y han tenido que aprender a atender a sus clientes también vía wasap o redes sociales. "Hemos tenido que aprender mucho de tecnología y hemos perdido ese miedo que podíamos tenerle; eso también te ayuda a superarte".