A pie de cama de Cuidados Intensivos, Gontzal Tamayo, del Área de Anestesia y Reanimación del hospital de Cruces, trabaja con enfermos críticos de coronavirus y, junto con todo el equipo, fue uno de los que más pacientes trató en la primera ola. Desde finales de agosto han detectado una entrada más intensa de enfermos, pero reconoce que estos días está bajando y que el sistema no está sobrecargado.

¿Se han vuelto a encender las alertas en las Unidades vascas de Cuidados Intensivos?

—Desde finales de agosto hay un repunte de ingresos y nos han saltado las alarmas porque en junio y julio prácticamente no había. Pero no es comparable a lo que ocurrió en la primera ola. Ha pasado de ser una enfermedad que apareció de la nada, y nos apabulló, a enfrentarnos a una enfermedad con una prevalencia muy elevada pero que está en equilibrio con nuestra capacidad de respuesta.

Para responder bien, imagino que confían en que la curva de contagios siga aplanándose.

—En las últimas jornadas hemos visto una tendencia a la estabilización. Pero mi sensación es que esto no se va a resolver de un día para otro. En marzo tuvimos que correr un sprint y ahora nos tendremos que enfrentar a un número sostenido en el tiempo con pequeños dientes de sierra. Lo máximo que podemos aspirar es a aplanar la curva y a convivir con la enfermedad durante muchos meses más o quizá un año.

¿La cifra actual de ingresados se puede manejar bien?

—En la primera ola, en muy pocas semanas tuvimos que atender a pacientes muy graves en un número elevadísimo y eso nos obligó a duplicar el número de camas y en algún momento casi a triplicarlas. Había que atender tanto a pacientes covid como a pacientes críticos no covid. No hay que olvidar que se trata de pacientes que otros años no estaban y que están ocupando camas de hospitalización y de cuidados críticos. Es una sobrecarga de trabajo pero en cifras manejables porque por el momento estamos por debajo del 10% de camas ocupadas con esta patología.

El perfil del enfermo ahora es muy diferente.

—Es gente más joven y con menos enfermedades asociadas que lo que veíamos en marzo y abril. Esto tiene dos vertientes, desde un punto de vista es preocupante porque comprobamos que puede afectar a toda la población. Pero también es positivo porque es cierto que el curso de la enfermedad en estos pacientes es un poco más benigno. Hay menos complicaciones, menos mortalidad y el ingreso es algo más corto.

Tienen pacientes de solo 30 años.

—La mayor parte de pacientes se mueve entre los 30 y los 60 años. Y sí tenemos pacientes de 30 años, que también vimos en la primera oleada. Lo que pasa es que era un número relativamente pequeño comparado con el número total que era mayoritariamente gente mayor con otras patologías. Pero también tuvimos pacientes jóvenes graves que desgraciadamente fallecieron.

La estancia media ha disminuido considerablemente.

—Consiguen pasar a planta más rápido porque los ingresos son más cortos. En la primera oleada tuvimos pacientes que llegaron a estar en la UCI más de tres meses y ahora hablamos de unas pocas semanas. Pero todavía no tenemos datos fiables porque los números no son aún representativos.

¿Les ha pillado la segunda ola más preparados para manejar el virus?

—En marzo apenas tuvimos tiempo para planificar y prepararnos. Y eso que cuando empezamos a ver los datos de Italia y Madrid, algo pudimos prever. Afortunadamente la planificación sirvió y ningún hospital de Osakidetza llegó a colapsar. Tuvimos que concentrar todos los recursos en estos pacientes y hubo que dejar la cirugía programada. Ahora hay ya planes para tratar un número de pacientes muchísimo más elevado y obviamente hemos aprendido mucho de cómo evoluciona la enfermedad y la manera de administrar los tratamientos.

¿Hay alguna terapia nueva?

—No, no tenemos ningún nuevo tratamiento ni hacemos nada diferente a lo de marzo, pero sí lo gestionamos mejor. Tampoco estamos en una situación tan apurada. Ahora mismo el número de pacientes es más manejable y lo podemos combinar con otra actividad con cierto desahogo.

¿Qué problemas presentan en la UCI este tipo de pacientes?

—Esa ha sido una de las primeras sorpresas. Nosotros nos habíamos preparado para una insuficiencia respiratoria, una enfermedad muy grave que afectase a los pulmones. Pero muy rápidamente vimos que la enfermedad era mucho más grave, y que era capaz de afectar a cualquier órgano vital. El virus, o más bien las consecuencias de la respuesta inmune del paciente frente al virus, afectan al corazón, a los riñones, al cerebro, al aparato cardiovascular en general, incluso al aparato digestivo. La gran complicación fue que inicialmente nos preparamos para una enfermedad respiratoria y, sin embargo, en los pacientes más graves, provocaba un fallo multiorgánico. Ahora estamos viendo de nuevo que la enfermedad es fundamentalmente respiratoria, y observamos menos incidencia del fracaso multiorgánico.

¿A qué se debe?

—Esto está en relación con la edad de los pacientes, a que tienen menos enfermedades asociadas y seguramente hay alguna variable de la enfermedad que todavía no conocemos porque estamos aprendiendo según vemos casos y su evolución en el tiempo. Además hay que tener en cuenta las consecuencias de los cuidados críticos agresivos y prolongados en el tiempo, porque aparece el síndrome pos-UCI que conlleva un deterioro general que requiere una rehabilitación muy complicada.

¿Todos los pacientes en UCI están intubados?

—No, hay un subgrupo de pacientes que se benefician de lo que llamamos técnicas de ventilación no invasiva. Es un apoyo ventilatorio que no requiere de sedación profunda, ni intubarle ni conectarle a un ventilador convencional. Estas alternativas no valen para todos pero sí existe un determinado colectivo que se benefician de ellas.

Ser varón, obeso, fumador... parece que era el retrato-robot.

—Siguen siendo más hombres que mujeres pero al ser pacientes más jóvenes hay menos incidencia de obesidad, pero es un factor de riesgo, así como ser fumador.

¿Ha habido muchos contagios entre el personal sanitario de las Unidades de Críticos?

—Obviamente ha habido contagios pero sin llegar a comprometer nuestra actividad. Aunque sí que nos habíamos preparado para que pudiera llegar a ser un problema serio que limitase la capacidad de respuesta por falta de personal.

Estarán ustedes cruzando los dedos para que las cifras de contagios remitan.

—Por supuesto, pero hay que contextualizar los datos. Una enfermedad infecciosa depende del germen, de cómo responde el huésped, de las medidas de prevención pero también de cómo medimos la enfermedad. Y ahora la estamos midiendo de manera diferente porque hay capacidad de analizar a gran cantidad de población que antes no analizábamos. En las pruebas PCR la proporción de positivos tiende a la baja. Estamos detectando mucha más enfermedad pero muchos enfermos leves, mientras que en marzo solo confirmábamos la enfermedad en pacientes muy graves. Obviamente estamos en una situación complicada pero mejor que entonces.

"Esperábamos insuficiencias respiratorias y, sin embargo, vimos que la enfermedad era mucho más grave"

"Esto no se va a solucionar de un día para otro, lo máximo que aspiramos es a aplanar la curva y convivir con el virus"

"Ahora ingresa en Cuidados Intensivos gente más joven y con menos patologías, por eso hay menos mortalidad"

"Entran en UCI muchos pacientes, pero el trabajo es todavía asumible y el sistema no está sobrecargado"