Bryan Álvarez y Nathalia Freire se colocan sus camisetas amarillas fosforitas junto a la salida del metro de Sabino Arana. Se desinfectan las manos y se reparten cinco paquetes de mascarillas cada uno, que guardan en la mochila a sus espaldas. Cuando terminen su ronda por Pozas, García Rivero y Ensanche, habrán entregado casi medio millar de cubrebocas en apenas tres horas entre los clientes de los bares y su plantilla. Como ellos, cada fin de semana cuatro parejas recorren las zonas más concurridas del territorio para concienciar a los ciudadanos de la necesidad de mantener las medidas de seguridad en los locales hosteleros, en el punto de mira durante las últimas semanas debido a los brotes que se han registrado en el territorio, el último en un bar de Galdakao. "Necesitamos la colaboración y la comprensión de los clientes, porque el problema es de todos. Solo los hosteleros no lo vamos a poder solucionar", apela Héctor Sánchez, gerente de la Asociación de Hostelería de Bizkaia que ha promovido una iniciativa que se prolongará hasta mediados de septiembre. DEIA acompaña en ese recorrido a una de las parajes."Hola, somos de la Asociación de Hostelería de Bizkaia y estamos regalando mascarillas. ¿Os interesa?", pregunta Nathalia a una pareja que está sentada en una terraza de Licenciado Poza. Aunque llevan las suyas, agradecen el gesto. Recorren la zona asignada durante tres horas, acercándose a los clientes que ocupan barras y terrazas, para ofrecerles una mascarilla gratuita y recordarles de esta forma la necesidad de usarla, también durante el tiempo de ocio. "Es una iniciativa necesaria porque hay mucha gente que no está concienciada. Se puede disfrutar cuidándote y cuidando a los demás", reconoce Aner Iriondo. Se han retirado sus mascarillas, que muestran al preguntarles, para tomar su consumición; ambos trabajan precisamente en la hostelería y, a pesar de pasar muchas horas con ellas puestas, no eluden su responsabilidad en su tiempo de ocio. "Nos interesa a nosotros mismos porque como sigamos así, al final van a cerrar los bares otra vez. En general yo creo que se respeta bien", afirma a su lado Javiera Guerra. Un poco más adelante, en la perpendicular Doctor Areilza, Laura Valdés comparte terraza con su grupo de amigos. "Es donde más focos está habiendo y así ya no sirve la excusa de es que no tengo, es que se me ha caído... Somos del entorno sanitario y da bastante rabia ver a algunas personas hacer lo que les da la gana", lamentan. En otra terraza, Patricia Valle, Sendoa López y Maitane de la Fuente comparten la misma opinión. "Por la calle todo el mundo la lleva, pero es cierto que en ciertos momentos de ocio hay cierto descontrol. Todavía hace falta mucha concienciación", reflexionan.

Antes de entrar a un bar, Bryan y Nathalia siempre se presentan al encargado y le explican la iniciativa. Algunos la conocen, muchos aceptan las mascarillas que ofrecen también a los hosteleros y todos celebran la campaña. "Todo lo que sea para concienciar está bien. También te voy a decir que, al menos por esta zona, todo el mundo la lleva", afirma Raquel Pascual, empleada del bar Anaia. En el bar de la siguiente esquina, Bryan explica al propietario el certificado de Hostelería Segura que está promoviendo la asociación, un curso de formación gratuito, "una especie de carné de manipulador de alimentos".

Limpieza de manos con gel

Apenas han pasado veinte minutos y ya han agotado un caja de mascarillas cada uno; para sacar la siguiente, se limpian concienzudamente las manos con gel, como cada vez que alguien, al recoger el cubrebocas, les roza. Un apunte para los fabricantes. "No podemos usar la apertura frontal porque tocarías la mascarilla. Si la tienes que dar cogiéndola solo por las gomas, tienes que sacarla por un lado", aprecian. En el Abeliñe, su propietario Ricardo Sánchez advierte de los riesgos que corre la hostelería si la curva de contagios sigue en aumento. "Si nos cierran otra vez aunque solo sean 15 días, el 40% de nosotros nos vamos a la calle", sostiene, bastante molesto por el foco que se ha puesto en la hostelería. "Todo el mundo habla de los bares pero, ¿qué pasa en el metro? ¿En las playas? Ya está bien de hablar de Pozas, la gente no solo se contagia aquí... No digo que todo se haga perfecto, pero nunca ha habido tanta limpieza, hacemos de policía... Hay cierta dejadez y hay que ponerse firme; hasta que no le tocas el bolsillo, la gente no se lo toma en serio".

La pareja se reparte las aceras de la siguiente manzana; otras veces, uno entra a hablar con el encargado y los clientes que están dentro mientras el otro cubre la terraza. "Si queremos seguir tomando vinos, todo el mundo con mascarilla. Queremos una hostelería segura, ¿no?", sonríe Nathalia a una pareja sentada en una terraza de García Rivero. Hace falta, dicen, un poco de psicología. "No le puedes entrar de la misma forma a un grupo de personas mayores que a uno de jóvenes; con estos bromeas, no puedes meterles una chapa", explica. "Venga, que te estoy ahorrando 100 euros", bromea con otra mesa, ante la atónita mirada del interpelado. Solo cuando cae en que se refiere a la multa se echa a reír. Es el segundo fin de semana que Bryan y Nathalia reparten mascarillas y se nota el callo. "El pasado estuvimos por el Casco Viejo, Ledesma, Mazarredo, Santurtzi... En general la gente es amable y lo agradece pero siempre hay alguna salida de tono: desde quien duda de si está impregnada, el que te dice que del Gobierno no quiere nada... ¡Un chico hasta se limpió el zapato con ella!", relatan. No solo entregan la mascarilla; son muchos los ciudadanos que les preguntan en qué situaciones es necesaria llevarla, con una normativa que va cambiando casi de semana en semana. Ellos son los primeros concienciados; no en vano, son estudiantes de la Escuela de Hostelería, donde les propusieron participar en el proyecto. "Que yo pueda seguir trabajando depende de que los clientes hagan las cosas bien, así que cuando nos lo propusieron no dudamos en decir que sí. Es la forma en la que puedo ayudar al futuro de mi profesión", explica Bryan. "Habrá quien lo vea como un simple reparto de mascarillas".

Recorren en un momento los bares de García Rivero. Aitor Galarza, uno de los propietarios del bar Al Lío, les esperaba desde que leyó sobre la campaña en el periódico. "Hay que seguir concienciando a la gente. Nosotros éramos los primeros que las usábamos cuando todavía no era obligatorio del todo", rememora. La zona de más ambiente de Pozas ha llegado a su fin, y Bryan y Nathalia vuelven sobre sus pasos para repasar algunos bares en los que pueda haber clientes nuevos. En uno de ellos, una clienta que espera a su amiga sentada en una terraza, con la mascarilla puesta, intenta darles la voluntad a cambio. "No, no, es gratuita", le explican. Tenían pensado bajar hasta el Casco Viejo pero apenas les quedan mascarillas; cierran la noche por Colón de Larreategi y Astarloa. "Mira, dale una a este que la tiene remendada ya 14 veces", bromea una cuadrilla en una terraza. Se agota la última caja; 450 mascarillas. Mañana tocará más.