LADYS Carrasco fue despedida en plena crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Trabajaba para una empresa que se dedica al cuidado de personas mayores. "Uno de los señores a los que atendía en labores de limpieza de su hogar empezó a cuestionarme que trabajara sin mascarilla ni guantes. Se lo hice saber a la empresa para que pusiera medios, y mientras tanto las broncas fueron constantes, horrorosas". Esta nicaragüense de 56 años recibía siempre el mismo mensaje: "¡Si me contagio, tú vas a ser la responsable!". Escuchaba todo ello mientras el hombre que había contratado sus servicios recibía las visitas de sus hijos, de Beasain y Donostia, que entraban en casa sin ningún tipo de protección. Al parecer, el foco de contagio estaba en ella. Volvió a comunicárselo a la empresa. La situación era muy agobiante, urgente, pero como tantas otras veces, lo habitual era que la empresa no respondiera durante horas. Al final acabaron dando señales de vida los responsables. "Me dijeron que viendo los problemas que tenía en la casa de este señor, que me echaban, como si fuera cosa mía. Me mandaron una carta en la que indicaban que se trataba de un despido disciplinario porque yo no tomaba las medidas necesarias. No lo entendí. En la farmacia de Zumaia, en plena crisis sanitaria, había una lista de espera tremenda. El material de seguridad me lo debía proporcionar la empresa. Además, eran personas que se valían por sí mismas y yo no tenía necesidad de estar encima de los clientes. Quiero decir que ellos estaban en el salón mientras yo hacía las tareas en la cocina. Cuando iba a la sala, se retiraban".

Entiende el miedo que pudiera tener la familia por su salud. "Por supuesto que lo entendía, pero les decía una y otra vez que reclamaran a la empresa". Ahora se ha quedado sin trabajo. Son quince años en Gipuzkoa de los cuales catorce los ha pasado como interna. "Han sido años terroríficos y, además, de soportar situaciones injustas, cotizados por debajo de lo que nos corresponde". Lo único que cobra del paro son 177,15 euros. "Gracias a que tengo compañeras en la asociación que me ayudan y voy solventando los problemas del alquiler". Ha pedido la RGI. "Me siento en un bucle del que no sé cómo salir. Estoy a la espera de alguna ayuda social del Ayuntamiento de Zestoa, porque no veo otra manera de sobrevivir con un hijo adolescente a mi cargo".