- Utilizan la mascarilla “donde es obligatoria” y se liberan de ella por momentos en calles poco transitadas o en la playa. Nerea y Silvia son dos buenos ejemplos de que no todos los jóvenes se saltan las normas, aunque haberloshaylos. “No sé si será porque somos más maduros o porque a algunos les ha podido tocar de cerca, pero nos ha cambiado el chip y estamos más concienciados”, asegura Nerea, una bilbaina de 19 años que estudia Publicidad y Relaciones Públicas y que no se la jugaría por una noche de marcha. “No me metería en una fiesta clandestina porque no es cuestión de que esté mal y me puedan poner una multa, sino de que, por pasarlo bien unas horas, podemos afectar a mogollón de personas porque si nos quitamos la mascarilla, sin distancias de seguridad y encima en un espacio cerrado... Si alguien de ahí lo está sufriendo, puede que no lo sepa y que salga de ahí algo desastroso”, aventura. De hecho, ella y sus amigas han adaptado su habitual escapada a Noja a la nueva normalidad. “A diferencia de otros veranos, en los que hemos ido a salir de fiesta y estar con gente, este año hemos decidido ir más calmadas, ir a la playa, tomarnos algo en la terraza de nuestra casa...”, detalla.

Silvia y su cuadrilla han echado de menos las fiestas de Rekalde o de Irala “porque simbólicamente marcaban el inicio del verano”. Este será atípico y puede que más aburrido, pero su salud se lo agradecerá. “Sabiendo que no vamos a tener fiestas, estamos más activos: vamos al monte, a la playa, a pasear... Cosas que antes, si íbamos a salir viernes y sábado, no hacíamos tanto”, reconoce esta universitaria bilbaina de 24 años, que tiene alquilada una lonja con sus amigos. “Solemos estar cuatro. El día que más, siete, pero tenemos muchos sofás y podemos mantener bien la distancia. Además, la tenemos muy bien ventilada. Estamos tranquilos porque siempre estamos los mismos”, dice.

Tras los últimos rebrotes, Nerea cree que habría que “mejorar” las medidas de seguridad. “Todos teníamos muchas ganas de que llegase el verano y de ir a la playa, pero el coronavirus sigue estando aquí y me parece que nos hemos relajado un poco”, señala. Y lo dice con conocimiento de causa. “En las playas no se guarda la distancia de seguridad y el otro día el metro iba increíblemente lleno. Los chavales estaban como si no hubiese pasado nada, algunos quitándose la mascarilla. Otros, la camiseta para bailar. Era surrealista”, lamenta.

También Silvia piensa que, “como ha venido el buen tiempo, la gente ha olvidado un poco todo el tema y está más relajada”, mientras que Uxue, de 14 años, dice que a algunos se les “olvida” la mascarilla en casa haga frío o calor. “La verdad es que dan ganas de no llevarla porque agobia, cuesta respirar y es incómoda. A veces no te apetece ni comer un helado”. Un buen indicador del esfuerzo que hace poniéndosela.