LA realidad LGTBI es tan diversa como la sociedad en la que vive cada uno de sus miembros. Buena parte del colectivo ha soportado el estado de alarma, el confinamiento y sus restrictivas medidas haciendo de tripas corazón, ni más ni menos que el resto de la humanidad. Pero tanta parálisis ha cortado las alas de cuajo a quienes necesitan volar bien alto lejos del hogar porque en casa solo hay incomprensión y malentendidos, y no pueden ser ellos mismos. Jóvenes lesbianas y gays “obligados a abandonar su espacio de libertad y a volver al armario”, porque su familia no conoce su orientación sexual, y el confinamiento les ha arrebatado una válvula de escape imprescindible. “Han tenido que ser meses angustiosos”, sostiene Olga Alarcón, activista referente desde los años 80, e integrante de la comisión de Gehitu en Gipuzkoa.

Los derechos se conquistan, pero también se defienden. Quizá por ello, como dice esta educadora en la escuela pública, “del armario no se sale una vez. Hay que hacerlo continuamente porque todo el mundo presupone que eres heterosexual, un frente que acaba colisionando en todas las esferas de la vida: bien al cambiar de trabajo, al cambiar de amigos... Ante ello solo hay dos salidas: o te niegas a ti mismo, o das el paso al frente y dices quién eres”.

Mikel Colomo, de 50 años, no tuvo necesidad de realizar grandes confesiones en su día. Todo surgió de manera natural. “Con 20 años fui a vivir con mi pareja al mismo pueblo. Tenemos un hijo, y trabajo en la escuela del mismo municipio”, normaliza este zaruztarra residente en Zumaia.

El encuentro tiene lugar con motivo del Día Internacional del Orgullo LGTBI, que se celebra un día inusual como hoy, tras unos meses que han generado muchos quebraderos de cabeza. “Tengo un hijo de 21 años que no es gay. Todos hemos podido comprobar la complejidad que entraña vivir confinado con hijos que demandan libertad, pero si además de ello estás viviendo con padres que no te reconocen, tiene que ser muy duro”, sostiene el docente de Zumaia. Hoy domingo, por la precaución que exige la crisis sanitaria, no habrá aglomeraciones en las calles, aunque sí habrá algunos actos como una zumba en Bilbao. Desde la asociación sí que han realizado una intensa actividad en las redes sociales. Al fin y al cabo, la pandemia es una piedra más en el camino, “una de tantas”, para un colectivo tan diverso como acostumbrado a bregar contra la adversidad. “Especialmente complicada ha sido también estos meses atrás la situación de las personas mayores que viven en soledad. Sobre todo transexuales, que son las más vulnerables por la precariedad que rodea sus vidas. Sufren mucha exclusión laboral y social”. Admite Alarcón que en ciudades como Madrid, donde se va a abrir la primera residencia para el colectivo, “se han atendido a 600 personas”.

Nuevos tiempos, una pandemia que ha cambiado el mundo, jóvenes que han perdido parcelas de libertad y homosexuales y activistas que van cumpliendo años. Fueron los primeros en lanzarse a las calles a reivindicar libertad y derechos y están envejeciendo. Ellos también, en la medida que han pasado a ocupar una plaza residencial, “se ven obligados a realizar el camino inverso, volviendo al armario. De por sí, a las personas mayores no se les reconoce su sexualidad, y en el caso que nos ocupa con mucha más virulencia. Es un tema que hemos trabajado en Gehitu. Es un tema complejo”, indica Alarcón. “Es una negación de tu identidad”, corrobora Colomo.

sacar a colación el sexo

“No es solo con quien te acuestas”Familia y amigos

Ambos van más allá, al hablar de identidad en el sentido más amplio, no solo desde un punto de vista sexual. Alarcón se molesta cuando le dicen eso de que siempre están sacando a colación el sexo. “Aquí de sexualidad hablamos todos, lo cual no quiere decir solo con quien te acuestas. Va mucho más allá: cómo te relacionas, cuál es tu núcleo familiar y de amigos...”. Cuando esta docente acude al trabajo, sus compañeras le hablan de sus maridos, de sus hijos... “Son heterosexuales, pero consideran que no están haciendo una declaración en ese sentido. ¿Por qué nosotras no vamos a poder hacer lo mismo? No es más que hablar de lo que te ocurre, y en la medida que hablas de ti, lo haces sobre todos los aspectos que rodean tu vida”.

La “presunción de heterosexualidad” está arraigada en la sociedad y ante esa constante pelea, muchas personas optan por callar, algo que no está en el ADN de Alarcón. “Ni tan siquiera salí del armario. La verdad es que si lo tuve se lo comió la polilla -sonríe- porque cuando di el paso ni siquiera se empleaba ese término. Era lesbiana y ya está”, confiesa esta mujer de 62 años, nacida en Ceuta y vecina de Errenteria.

El día internacional del Orgullo llega así, precedido de un ambiente bronco y crispado, que bien se encarga de alimentar a diario la extrema derecha con su ración de odio, poniendo en cuestión parcelas de libertad que parecían ya superadas. Desde Gehitu no son ajenos a ello. “Tenemos la gran fortuna de vivir en Euskadi, y esa corriente aquí todavía no se percibe”. Dicho esto, Alarcón reconoce que les preocupa mucho los intentos de regresión en el Estado. “No solo por la comunidad LGTBI sino por que se está poniendo en cuestión el derecho a la educación en libertad y diversidad. Nunca hemos luchado por unos privilegios. Siempre lo hemos hecho por ser uno más y poder aportar socialmente. Nuestro objetivo es lograr una sociedad más rica, más diversa, algo que favorezca al conjunto de la población”.

Es por ello que una de las grandes reclamaciones de la organización es la aprobación de una ley integral que aborde todos los aspectos de la vida, un reglamento que ya ha sido aprobado en otras comunidades. Desde Gehitu están redactando su articulado para trasladar la propuesta a todos los partidos políticos. Buscan un reconocimiento de los derechos a todos los niveles: igualdad, trabajo y educación. “Este último es un bastión importante. Llevamos años haciendo intervenciones en los centros escolares, pero sigue siendo una actividad que se realiza desde la asociación, cuando deberían ser políticas públicas implantadas por el Departamento de Educación”, defiende Gehitu.

Desde que se consiguió el derecho al matrimonio igualitario (2005), entienden que parte de la sociedad ya da por hecho que sus reivindicaciones han sido satisfechas. Pero hay muchos frentes abiertos. “Se han ido ganando derechos, pero falta una igualdad real. De hecho, vemos muchos casos de bullying. Frente a ello están los centros que implantan protocolos, pero hay muchas escuelas que todavía piensan que dar a conocer un caso supone una mancha para el colegio, y que les va a perjudicar en la matriculación”, sostienen los miembros de Gehitu.

“Siempre hemos luchado porque que nuestros hijos no tuvieran problemas, y no sufrieran bullying. En la escuela muchas veces no existen referentes. El lenguaje que se emplea es heterosexista. A mi hijo, por ejemplo, le solían decir que a ver cuándo iba a venir a buscarle la ama. Mi hijo no tenía madre. Tenía dos padres. Son niños que en la escuela no encuentran un referente”, expone Colomo.

Este hombre ha trabajado intensamente en la asociación de familias homoparentales Magala, para contrarrestar esa invisibilidad de esta clase de familias en los materiales didácticos que, en general, se emplean en las escuelas. Esta asociación pretende que se promueva la difusión en los centros educativos de Euskadi de materiales escolares dirigidos a facilitar la normalización de las familias homoparentales.

No se acaban aquí los frentes abiertos en los que trabaja Gehitu. Les preocupa mucho la represión que viven personas en sus países de origen porque su identidad sexual les ha obligado a huir, llegando a Gipuzkoa desde remotos lugares. “Cada vez hay más personas que vienen pidiendo la carta del refugiado porque han sido perseguidas. Tenemos bastantes casos, atendidos en cooperación con CEAR y Cruz Roja. Tengo un amigo de Mali que fue perseguido y consiguió escapar, pero a su pareja le mataron. Cada vez se están dando más casos. Estamos volcados en ello, porque conseguir el estatus de refugiado es una travesía muy penosa y lenta. Son personas que vienen muy dañadas, porque siempre marca huir de la muerte”.

Visibilizar. A pesar de los avances en los últimos años, para el colectivo LGTBI sigue faltando un programa público, integral y real que implique y englobe a todas las administraciones, en el marco municipal, provincial y autonómico. “Cada vez es más necesario ordenar y diseñar pautas y criterios normativos en ámbitos como los delitos de odio, la educación, la sanidad, el trabajo, la cultura, el deporte y la cooperación internacional”. A través de esta ley, el colectivo entiende que se consigue dotar a la sociedad vasca de herramientas “para visibilizar y hacer que la diversidad afectivo sexual y de género sea un hecho normalizado”.

“Las personas mayores que viven en soledad son las que peor lo han pasado; sobre todo las transexuales, las más vulnerables”

“Hemos luchado para que nuestro hijo no sufriera ‘bullying’; en la escuela faltan referentes”

Integrante de Gehitu, padre y docente

“Del armario no se sale solo una vez. Hay que estar dando pasos al frente continuamente”

Veterana activista de Gehitu