Vivimos ya en una nueva normalidad. Una situación de tránsito deseada por toda la sociedad después de tres meses de confinamiento, pero a la que habrá que acostumbrarse sin rechistar, no vaya a ser que la tozuda realidad del virus, que aún está entre nosotros, nos sitúe de nuevo en la casilla de salida. La mascarilla es un complemento obligatorio en la situaciones estipuladas; la distancia social, también. Tendremos que ser mucho más pulcros pero, además, esta nueva fase nos va a exigir mucha paciencia y más tiempo para las actividades cotidianas. Las prisas no son compatibles con esta nueva fase.

“El día tendrá que ampliar las horas porque no me da tiempo a hacer las mismas cosas que antes”. Es la conclusión contundente que defienden casi todas las personas que iniciaron ayer la semana laboral con el primer traspiés. La costumbre adquirida de realizar las compras al salir de trabajar o aprovechar para comprar el pan en el tiempo del descanso matutino ya no son compatibles. “Hasta ahora no me había dado cuenta de que lo que realmente nos ha robado este virus es el tiempo. Tiempo antes y ahora”. Mario trabaja en un coworking en la Gran Vía. Aprovecha las horas muertas de su jornada laboral para hacer la compra u otros recados de mantenimiento de su hogar. “Ahora es imposible. Hasta comprar el pan se ha convertido en un suplicio. Hay colas para todo”, señala.

A la exigencia de respetar una distancia de seguridad que permita alejar el virus se suma el protocolo de higiene, lo que hace que otra de las aficiones más compartidas por la ciudadanía, el shopping, esté desterrando el consumismo tan anclado en la sociedad.

“El problema es que la mayor parte de las empresas tienen a las plantillas en ERTE, con lo que se hace muy difícil dar el mismo servicio con menos gente y teniendo que cumplir más protocolos de salud”, señala la dependienta de un centro comercial después de lidiar con un cliente malhumorado por la espera para ser atendido.

La mascarilla, obligatoria al entrar en los centros cerrados, es otro elemento disuasorio. “Al final estás deseando salir a la calle para poder respirar”, señala Carmen.

Tampoco están bien vistas las aglomeraciones en las terrazas y, aunque la excepción confirme la regla, lo cierto es que Bilbao ha interiorizado que la distancia social y la mascarilla van a ser compañeros de vieja durante un largo tiempo. Indispensable en los viajes en transporte público, nadie cuestiona su uso como tampoco la utilización del gel al entrar en un local.

Y es que la nueva normalidad ha traído otras costumbres en absoluto desdeñables. La higiene ya no es algo a valorar sino a exigir y eso también lo ha interiorizado la ciudadanía. “Yo, si no me limpian la mesa y me retiran las cosas, no me siento”, señala Jorge. “Puede que ahora parezca exagerado, pero en mi opinión algunas de las medidas ya deberían haber sido obligatorias hace tiempo y no por el coronavirus”, advierte.

El tiempo que se consume en las actividades más normales por la tiranía de las colas juega a favor del cliente en aquellos establecimientos en los que se exige cita previa. “Para mí ahora ir a la peluquería es mucho mejor porque sé a que hora voy y lo que voy a tardar. Antes nunca estabas segura de cuánto tiempo tendrías que esperar”. Para Charo esta es una de las ventajas. “Lo mismo ocurre con el dentista, por ejemplo. He tardado lo que me dijo”.

La nueva normalidad deja pocas cosas a la improvisación, algo a lo que también habrá que acostumbrarse. “Hoy queríamos ir a comer un grupo de compañeros de trabajo, pero no teníamos reserva, así que lo hemos tenido que dejar”. David opina que este hecho restará espontaneidad a las relaciones sociales y hará todo mucho más hermético y calculado.

Aunque poco a poco las cosas irán adaptándose a los nuevos tiempos. Prueba de ello es que el Teatro Arriaga ofrece esta semana espectáculos de zarzuela, teatro y música de cámara. La primera cita para amantes de la lírica reunirá hoy, por primera vez en un escenario, a dos de las voces vizcainas más internacionales, Vanessa Goikoetxea y Mikeldi Atxalandabaso.

También hoy el espacio Bidebarrieta Kulturgunea del Ayuntamiento de Bilbao reanudará sus encuentros presenciales, tras semanas de actividad exclusivamente on line con motivo de la pandemia de covid-19, con la presentación del nuevo libro de Txani Rodríguez, Los últimos románticos. El encuentro se celebrará en el salón de actos de la Biblioteca de Bidebarrieta, a las 19.00 horas, con entrada libre y límite de aforo de 134 personas.

La nueva normalidad no está reñida con la tolerancia, así que el Ayuntamiento de Bilbao iluminará la fachada de su edificio principal con los colores de la bandera LGTBIQ+ durante esta semana, con motivo del Día Internacional del Orgullo.

“Lo que realmente nos ha robado el virus es tiempo, porque hay colas para todo”

Trabajador en un ‘coworking’

“La cita previa se agradece porque sabes que no vas a tener que esperar”

Vecina de Bilbao