Ignacio Casas, director de Bilbao Air, la sociedad de la Cámara de Comercio que promociona la conectividad aérea desde el aeropuerto de Loiu, analiza la actual coyuntura y cómo se podrá salir de ella.

La Paloma nunca se había quedado sin vuelos comerciales.

—Es algo muy preocupante. Las aerolíneas con las que estamos en contacto viven en la incertidumbre.

¿Cuándo volverán los vuelos?

—No sabemos. Ni idea. Fíjese, Air France-KLM, como ejemplo, están reprogramando sus vuelos y operativa a dos semanas vista y en los destinos que todavía mantienen. Algunas aerolíneas están hablando con las empresas de nuestro entorno para ver qué planes tienen con sus ejecutivos y en función de ello abordar mayo y junio. No van más allá.

Pero eso también está en el aire. Las videoconferencias han venido para quedarse en detrimento del cara a cara.

—Sí, además las empresas quieren que se viaje lo menos posible para evitar riesgos sanitarios y hay muchos países receptores que no admitirán viajes. La restricción de los vuelos va a ser un hecho tanto a nivel de empresa como particular.

¿Y cómo lleva el aeropuerto ser casi un desierto todos los días?

—Pues imagínese. En la última reunión del grupo de conectividad, donde estamos integrados todas las instituciones vascas y Aena, la directora del aeropuerto indicó que ha habido días en Semana Santa que han operado al 0,2% de su capacidad con respecto al pasado año. Y se han visto salir vuelos vacíos, por ejemplo, un Bilbao-Sevilla, y muchos con dos o tres personas. Eso nadie se lo imaginaba. Es un drama.

¿Puede socavar esta crisis la propia existencia del aeropuerto?

—Aena es una empresa con mayoría de accionariado público, los aeropuertos son infraestructuras esenciales en el Estado y nuestro posicionamiento dentro de la red estatal es muy potente. No sufriremos riesgo de desaparecer, pero otros más pequeños... no sé. Todos sabemos que hay inflación de estas infraestructuras en el Estado, con zonas de influencia muy cercanas, y Aena podría tomar decisiones en este sentido en un momento dado.

La gran preocupación del sector es cuántas aerolíneas van a superar a esta crisis.

—Según varios estudios que se manejan a nivel internacional, el 75% de las compañías no pueden sobrevivir más de dos meses en la situación actual, sino tendrán que ser rescatadas por sus gobiernos. Se calcula que British Airways puede contar con 36.000 empleos en el aire; Ryanair y Easyjet tienen casi toda su flota en tierra, muchas aerolíneas tienen ERTEs y varias ya han anunciado despidos masivos.

Es un panorama desolador.

—En función de cómo sea la desescalada a nivel mundial y cuánto tiempo se prolongue, muchas aerolíneas puede que no sobrevivan.

Y las que se mantengan ¿será de una forma muy diferente?

—El coronavirus va a imponer, sin duda, una serie de medidas de seguridad sanitaria para los pasajeros y las tripulaciones. Algunas compañías, como Delta Airlines, ya han anunciado que van a dejar vacía la plaza de en medio de las filas de tres asientos. Eso implica, de golpe, una reducción importante del pasaje, con las rentabilidades tan pequeñas de muchas compañías, eso no se puede aguantar, por lo que se va a volar a precios mucho más caros.

¿El viajar barato se ha acabado?

—Es más que probable. Varias low cost podrán caer, con lo que volar ya no va a poder ser algo popular. Se puede volver al principio, que solo volaba la gente con dinero.

Y este escenario tan cambiante ¿cómo va a afectar a un aeropuerto del perfil de Bilbao?

—Vamos a retroceder muchos años atrás y perderemos rutas de líneas aéreas pequeñas. Por ejemplo, Volotea que antes tenía operando 80 aviones, ahora igual, en una primera etapa, no va a poder hacerlo, se va a quedar en 60 o mantiene los 80 pero centrándolos en aumentar frecuencias en rutas que le son más rentables o están dispuestas a pagar el sobreprecio que va a tener un billete.

¿Y se pueden paliar esas pérdidas?

—Hay que estudiar si Bilbao y su entorno puede ser más o menos competitivo que antes, en función de las nuevas circunstancias. Quizás una zona con un cliente de negocios, que aquí es del entorno del 40% del total, está más dispuesta a pagar un sobrecoste. También hay que potenciar más que el País Vasco busque el visitante de calidad, a pesar de que el turismo va a tener muchos obstáculos.

Intuyo que Bilbao Air y el grupo de conectividad cambian su estrategia.

—El mapa actual va a cambiar y habrá que priorizar nuevos objetivos. Antes teníamos muy claro un plan de ampliar rutas y conectarnos con el este y el norte de Europa. Ahora, si vienen estas rutas, bienvenidas, pero igual tenemos que reforzar no perder conexiones muy importantes como las que tenemos con Alemania o nuestra relación con Turquía. Eso antes estaba seguro, ahora...

¿Incluso aportando subvenciones como otras autonomías?

—Nuestra estrategia siempre ha sido que la aerolínea que venga tiene que ser rentable por sí misma. Igual ahora hay que pensar en poner dinero encima de la mesa, para no perder una conectividad estratégica.

¿La temporada inminente de verano está perdida ya?

—Sí, la gente va a volar solo por necesidad, nada de ocio.

Y los viajes internacionales desde Loiu van a caer en picado.

—O su operativa va a ser muy, muy pequeña. Las restricciones para moverse entre países se van a mantener mucho en el tiempo. Por ello habrá que centrarse más en los vuelos domésticos. Si se abre un poco la movilidad para julio o agosto, las vacaciones van a ser cercanas, un turismo muy local o como mucho a las Islas Canarias.

Eso como emisores en el aeropuerto, pero ¿cómo receptores?

—La estrategia de las instituciones vascas se orienta a que, cómo va a ser complicado traer a turistas lejanos, porque van a tener miedo, hay que rescatar al cliente cercano, el francés del sur del país que pueda venir en coche, o de otras zona del Estado.

“Es más que probable que muchas aerolíneas ‘low cost’ puedan caer, con lo que volar será más caro y ya no va a poder ser algo popular”

“Igual ahora hay que pensar en poner dinero encima de la mesa para no perder una conectividad estratégica desde el aeropuerto de Loiu”