ICE su ama que Jone García-Escudero "es una pura guindilla" y que tras pasar un mes embotada en su casa la "desidia" casi se apodera de ella la semana pasada. "Ya le daba igual salir a aplaudir. No quería ni jugar ni nada". La niña, a la que bajo la capa del aburrimiento se le intuye su desparpajo, lo corrobora. "No aguanto mucho más. El día es muy laaargo", dice estirando la palabra como se estiran las horas cuando uno está enjaulado. A puntito de pisar la calle, aunque sea cronómetro en mano, tiene sentimientos encontrados. "Me parece un poco mal no poder ver a nadie, pero estoy un poco contenta porque podemos salir", agradece, aunque Olaia, su madre, no las tiene todas consigo. "El paseo le vendrá bien, pero no es lo que necesita. Lo que le hace falta son niños". Totalmente compenetradas, Jone lo rubrica. "Lo primero que quiero hacer cuando se pueda es ver a mis amigos y a mi familia y divertirme en la calle. También me gustaría andar en bici y hacer una fiesta de pijamas", enumera, por si anda suelto por ahí algún genio o hada de guardia. El colegio puede esperar. "Solo querría volver para ver a mis amigos". No hay lugar a dudas. Lo que le hace falta a Jone son niños.

A sus 8 años, esta bilbaina sabe que "hay un virus y no se puede salir porque si no, vamos a tener que estar en casa más tiempo y va a haber más muertes y eso". Entenderlo lo entiende, pero le extraña. "Me parece raro porque yo nunca había estado en cuarentena". Ahora que ya lo ha experimentado, no tiene ninguna gana de repetir. "Estoy muchas veces aburrida y un poco triste por no poder jugar con los amigos. A veces me da pereza hacer los deberes y también tener que tomar el sol en la terraza". Y eso que Jone juega con sus aitas, ve la tele, se entretiene con la tablet y hace videollamadas con su amiga Kattalin. "Nos contamos que tenemos ganas de vernos, que ya nos gustaría quedar en los columpios otra vez...". Y su imaginación vuela y se escapa a través de las ventanas, lejos de esas cuatro paredes.

Urge contrastar si este ansia por verse es correspondida. Kattalin Garteizaurrekoa no solo confirma las "ganas de ver a los amigos", sino también las videollamadas que hace con Jone "de siete a ocho, cuando tenemos que aplaudir a los sanitarios". "Una vez me contó una historia de miedo muy guay y así se nos pasó el tiempo. Otra vez jugamos en mi pizarra a El ahorcado".

Cuando, a mediados de marzo, le dijeron que no se podía salir de casa, a Kattalin, que tiene 8 años y un hermano de 6, le pareció "mal" porque creía que se iba a "aburrir un montón", pero no ha sido así. "Al final es mejor de lo que pensaba. Me faltan cosas que hacer. No me aburro nada. Hago los deberes, me ducho, pinto, bailo y se me pasa el tiempo". También juega con su hermano, con quien se pelea alguna vez. La última, por el colchón que necesitaba para construir una casa con mantas. "Hay momentos en que se meten como en bucle por la situación, sin ser conscientes, pero se mantienen bastante bien, activos", comenta su ama, Maitane, que echa en falta que dé más el sol en su balcón. "Es pequeñito, pero le sacamos partido", dice. "Nos ponemos cada uno con un puf y un libro. Yo me estoy leyendo Nur eta Herensugearen tenplua. Lo que más me sorprende es que si gritas por el balcón: Me aburro, hay eco y, cuando había más gente, no", explica Kattalin, que enseguida aclara que ella grita "eco y cosas así, porque aburrirme, no me aburro, ya sabes". Aun así, preferiría ir al cole porque "nos han puesto classroom y es un liazo con los e-mails y todo".

Tras pasar confinada las vacaciones de Semana Santa, que "serán las más raras de la vida", a Kattalin le gustaría "quedar con los amigos y la familia y después ir a PortAventura" para montarse en la montaña rusa de madera. De momento, se tendrá que conformar con pasear. "Nada más salir les diré a los amigos a ver si podemos quedar para jugar". "No se puede". "Ah, es verdad".

Jugar a la oca por videollamada

Cuando decretaron el estado de alarma, Aiala Landa se alegró "porque ya no había cole y venía la Semana Santa", pero luego la cosa se fue alargando y se fue poniendo "más triste". "Van pasando los días, no veo a mis amigas y estoy más aburrida. Ya no tengo tanta felicidad como antes para jugar con la familia", reconoce. Pero que no cunda el pánico, porque esta bilbaina de 10 años ha sabido reinventarse y sacarle chispas al encierro. "Cuando hago videollamada con las amigas nos divertimos, jugamos al parchís o a la oca, cada una con su tablero. Tiramos el dado y decimos lo que nos ha tocado", explica. Además, ha ideado, junto a su hermana, de 15 años, un nuevo pasatiempo. "Salimos a la terraza a contar personas, coches y autobuses. También vemos pelis y jugamos a juegos de mesa", enumera. Y aún le queda tiempo, es lo que tienen las cuarentenas, para "hacer manualidades, leer libros de misterio y aventuras, bailar ballet y zumba y cocinar puré, garbanzos, arroz...".

Con "muchas ganas" de salir, Aiala tiene pensado ir al parque y al supermercado. "Así podremos respirar el aire de la calle y ver cómo está todo", dice. Lo que vislumbra ahora le parece "una película". "Hay gente con mascarillas, en las colas están separados a un metro o más. Es todo muy distinto", afirma esta niña, que echa de menos "ir a la piscina". Un plan que suelen hacer en su cumpleaños. "Si en agosto seguimos así, lo celebraré en la terraza", se resigna. Por contra, añade, "lo mejor es que tenemos más tiempo para estar en familia". Algo de lo que también disfruta su ama, Cristina, para quien es "gratificante jugar y ver pelis con ellas. Durante el año dicen que quieren estar más con los padres y ahora es el momento".

En esas está Etelvina, que se trasladó con sus cuatrillizos de 9 años desde Barakaldo a la casa de sus tíos, en un pueblo de Galicia, nada más se cerraron los colegios, sin imaginarse lo que se venía encima. "Está siendo más largo de lo que pensaba. Igual no se puede viajar hasta junio, pero al menos aquí tienen una casa de 200 metros en vez de los 90 de la nuestra, terraza para tomar el sol y un garaje donde hacen ejercicio. El mayor problema es que se cae Internet y estamos todo el día empantanados con los deberes", explica. Aunque tenga que guardar cola, a su hijo Aingeru Arévalo le gusta "más hacerlos con el ordenador". Algo bueno tenía que tener el encierro. Tras reconocer que es una "suerte" tener hermanos con los que jugar, cuenta las horas para "dar un paseo hasta la finca de mis tíos y volver porque se puede salir poco tiempo".

Cuando su hermana Haizea se enteró del estado de alarma, pensó que "tendríamos algunos días de descanso, pero se están haciendo superlargos y es muy aburrido". Y eso que ahora le "da más tiempo a jugar, tocar música o hacer gimnasia". Lo malo, dice, "es que no puedo ver a mi padre, que está allí trabajando, ni a mis amigas. Con algunas hablo por videollamada. Nos decimos que nos echamos de menos y estamos planeando que, cuando volvamos al cole, vamos a jugar a las Nancys y hacer una fiesta de pijamas". También Xabier, otro de los cuatrillizos, preferiría "ir al cole como antes". "Estoy muy aburrido. Lo peor es no poder ir a la calle", cuenta, a la espera de que llegue el día en que pueda "andar con la bici, ir a la piscina y ver a los amigos".

Saioa lo tiene claro. "Quedarnos en casa encerrados no mola nada. Es un rollo. Echo de menos a mi padre y mis amigas", lamenta. Y eso que hace "retos con ellas por videoconferencia, como dar la voltereta. También hablamos, mandamos fotos...". Con sus hermanos está "regulín". "Jugamos más y nos peleamos más", confiesa. Apenada porque "no podemos pasear los cuatro juntos", desea que "inventen una cura para el coronavirus para poder salir ya de casa".

"Estoy muchas veces aburrida y un poco triste por no poder jugar con los amigos"

8 años, Bilbao

"Si en agosto seguimos así, celebraré mi cumpleaños en la terraza"

10 años, Bilbao

"Lo que más me sorprende es que si gritas por el balcón: 'Me aburro', hay eco"

8 años, Bilbao

"Iremos hasta la finca de mis tíos y volveremos porque es poco tiempo"

Barakaldo, 9 años

"Quedarnos en casa encerrados no mola nada. Echo de menos a mi padre"

Barakaldo, 9 años