centro de día Bizitegi, en Uribarri, cedido al Ayuntamiento de Bilbao coronavirus

Su función social es la misma que la que hacen los polideportivos que también ha puesto en servicio el Ayuntamiento de Bilbao para acoger a más de 300 personas sin hogar, pero su capacidad es más reducida. Sus características y las personas que lo habitan estos días han hecho de este recurso un pequeño hogar para una pequeña familia.

A algunos, la pandemia les ha dado la oportunidad de tener un techo; a otros, les ha hecho reflexionar sobre la convivencia y la empatía. Seguro que cuando esta situación termine, y la normalidad vuelva a hacer que su situación poco normal sea su día a día, echarán la vista atrás con nostalgia.

En Bizitegi el día está organizado por grupos, porque los educadores saben que la organización, más en estas circunstancias, es una dosis importante del éxito en la convivencia. Las diez personas que forman esta comunidad son hombres de entre 40 y 50 años con una larga mochila de experiencias vitales que acabaron por dejarles en la calle, sin un techo y, en muchos casos, sin familia o amigos que les apoyen. Muchos tienen adicciones y eso tampoco es fácil de gestionar en esta situación dura para todos. Este es precisamente uno de los logros de las personas que están con ellos. Nekane Álvarez es la responsable de este servicio y también de su buen funcionamiento. Acompaña a los residentes cuando deben ir a la calle a comprar algo y les ayuda a gestionar la ansiedad que la falta de algunas sustancias les produce. Los usuarios pueden entrar y salir libremente. Eso sí, están sujetos a las normas de confinamiento impuestas por el decreto que dicta el estado de alarma.

Las medidas de higiene no faltan en el centro y tampoco la responsabilidad de sus residentes para que todo fluya. No solo a los educadores, también a ellos les satisface ver cómo superan estos momentos difíciles sin que surjan problemas diferentes a los existentes en una convivencia familiar.

Privilegiados

Se sienten unos privilegiados por estar en Bizitegi. De hecho, uno de estos compañeros de piso fue derivado en primera instancia a uno de los cinco polideportivos convertidos estos días en centros de acogida, pero se fue y, tras estar tres días en la calle y, tras la petición de los educadores de Bizitegi, llegó a Uribarri. Antes vivió en una chabola, pero en los últimos tiempos frecuentaba esta instalación cuando antes de la pandemia era un centro de día. Reconoce que "es una suerte poder pasar el confinamiento aquí. En el polideportivo no hubiera aguantado porque éramos muchos y no tenía nada que ver con esto".

Los días, ya llevan un mes, pasan en esta casa de Uribarri repartidos entre tareas y entretenimientos que realizan los diez residentes, de manera que todos se corresponsabilizan de la casa. Eso sí, están divididos en grupos para cumplir a rajatabla las medidas sanitarias de seguridad. Desayunan en dos tandas y se reparten también el tiempo en las diferentes estancias de la vivienda.

Si alguien sale a la calle, a la vuelta se ducha. Por todo el centro hay geles de desinfección, entre otras cosas porque no pueden permitirse un contagio que llevaría a tener que organizar zonas de aislamiento.

Por eso, y porque valoran lo que tienen en estos momentos, cumplen con todas las normas sin poner ningún impedimento, algo a valorar en gente acostumbrada a vivir en la calle sin estar sometido a ningún tipo de reglas. Durante el día se han acostumbrado a realizar diversas actividades con las que pasan el tiempo. Escuchan la radio, cumplen con sus tareas -poner lavadoras, recoger la mesa...- hacen gimnasia en un patio que es el lugar de respiro y ven las noticias para saber qué ocurre en el exterior y conocer cuánto durará esta situación. Para algunos es un periodo de su vida que recordarán como uno de los mejores de los últimos tiempos.

Por las tardes, después de una corta siesta, que no perdonan, se reúnen para analizar cuestiones que surgen en el confinamiento y que, en algún momento, les ha podido provocar nerviosismo. Nekane Álvarez confiesa su satisfacción por cómo transcurren los días: "No hemos tenido ningún altercado y si ha surgido algún problema, se ha resuelto entre todos".

El director de Bizitegi, Aitor Ipiña, está también muy satisfecho de la labor que cumplen gracias a la adaptación de este centro paradigmático de Uribarri. Ipiña explica que, al igual que este centro de día, también han tenido que readaptar el resto de sus recursos asistenciales.

El coronavirus ha sacado de la calle y ha dado un techo a diez personas que hasta ahora malvivían a la intemperie. Están confinados, obligados a convivir, pero eso también les hace, como reconocen ellos mismos, replantearse cuestiones como la empatía o la generosidad. Cuando esto acabe y todo vuelva a la normalidad, ya no será lo mismo para ninguno de ellos.

Readecuación. El centro hace seguimiento individualizado diario a todos los usuarioss. 85 personas que están en 26 pisos (78 plazas) y una minirresidencia (siete plazas) que gestiona Bizitegi. Se va al piso para tomar temperatura, medicación, etc. Hay contratado un servicio de cáterin para comidas y cenas

Equipos. A otras 68 personas que estaban en el centro de día y ahora viven en viviendas no gestionadas por Bizitegi -en sus casas, con familiares...- se les hace seguimiento, en algunos casos telefónico y, en otros, en la propia vivienda. Para ello, han creado cuatro equipos de profesionales de intervención y han repartido la atención a las personas, de los pisos, la minirresidencia y las personas que no están en pisos de Bizitegi. Cada equipo se encarga de atender siempre a las mismas personas. 41 profesionales de intervención, además del servicio de limpieza, son los encargados de este trabajo.

"Están llevando muy bien la convivencia pese a no conocerse y estar confinados"

"Algunos incluso agradecen poder estar en este centro; creen que han tenido suerte"

Responsable de Bizitegi