En la Plaza Nueva, corazón del centro histórico de la villa, ya no hay terrazas que calmen el descanso del paseante. Los bares y restaurantes permanecen cerrados; ya no hay vermú, ni rabas de los domingos ni se escuchan los cánticos de las cuadrillas que potean en los soportales. Por las céntricas calles Correo y Bidebarrieta no se ven grupos de turistas, ni se oye a los músicos callejeros, ni se ven las furgonetas descargando por la mañanas ni el ir y venir de personas comprando ropa y calzado... Los sábados por la mañana, en el Mercado de La Ribera los clientes, muchos de las comarcas vizcainas, ya no llenan las bolsas repletas de género fresco y de todo tipo y condición.

El coronavirus, sin pedir permiso, lo ha borrado todo de un plumazo, dejando al Casco Viejo -el mayor centro comercial al aire libre de Bizkaia- sumergido en un silencioso confinamiento. Sin embargo, en esta zona, más visitada incluso que el propio Museo Guggenheim, un centenar de negocios catalogados como esenciales abre todos los días con la más variada de las ofertas.

Panaderías, pescaderías, carnicerías, farmacias, fruterías, ópticas... distribuidas algunas por el mismo Mercado de La Ribera y otras, por calles como Ronda, Somera, Askao, Jardines, Carnicería Vieja, Artekale, San Francisco y Esperanza... atienden las demandas de clientes en primera línea de batalla. Pero la situación no resulta fácil. Los comerciantes han visto reducidas las ventas de manera significativa y han tenido que poner en marcha nuevas fórmulas para compensar las pérdidas. "Está siendo duro. La gente ya no viene al Casco Viejo a comprar, no hay turismo, los negocios están cerrados, pero tenemos que continuar. La mayoría está repartiendo a domicilio sin coste alguno", aclara Aitor de Castro, de la panadería Tahona, en Jardines.

Los restaurantes y bares, clientes de estos comercios, echaron la persiana por fuerza mayor en marzo y eso se ha notado a la hora de hacer caja en los comercios locales. "En el Casco Viejo trabaja mucha gente que compra en las tiendas de aquí", recuerda Mari Paz López Rodríguez, encargada de La Casa de la Carne, en Askao.

Los comercios del Casco Viejo se nutren ahora de las compras que realizan los propios vecinos del barrio, alrededor de 12.000. Gracias a esas ventas pueden seguir adelante, pero con un panorama, aseguran, nada halagüeño. "Algunos negocios tienen muchos empleados para cubrir turnos porque atendemos a muchas personas que llegan de las comarcas de Bizkaia. Al restringir la movilidad, el número de clientes ha bajado más de la mitad", comentó Andoni Ortuzar, encargardo del Bacalao Egino.

A medida que pasan los días los responsables de los negocios se han visto obligados a tomar decisiones que en la mayoría de los casos no han sido las más deseadas: "Hemos tenido que cambiar turnos y adaptarnos reduciendo personal", asegura Adolfo Ruiz, de pescadería Askao. La mayoría, con pérdidas del 70% no han tenido más remedio que hallar nuevas fórmulas, como el reparto a domicilio, para llegar a más clientes. Ante este panorama, los comerciantes se unen y solicitan el apoyo de los ciudadanos para que compren en los comercios de barrio. "Es la única manera de mantener abierta la persiana por lo menos hasta que esto empiece a remontar", concluyen.

"Después de Semana Santa empiezo el reparto a domicilio"

Adolfo Ruiz, responsable de la pescadería de Askao, auguró un panorama más negro; por lo menos llega al 50% en las ventas.

Cuando todo esto comenzó, Adolfo Ruiz, responsable de la pescadería de la calle Askao, en Bilbao auguró un panorama mucho más negro del que al final ha resultado ser. Ruiz pensó que sus ventas diarias no llegarían más que al 20%. Tras varias semanas con la alerta sanitaria en vigor puede darse con un canto en los dientes, ya que, según relató a DEIA, sus ventas alcanzan el 50% previo a la crisis. "Igual ha sido por la Semana Santa, pero estamos aguantando. En el Casco Viejo hay más vecinos de los que pensaba y gracias a ellos he llegado a unas ventas que no esperaba", dice satisfecho el responsable de la pescadería de Askao en la que elabora, además, hamburguesas y pintxos variados de pescado: "La clientela ha bajado mucho. La mitad de mis clientes son de fuera de Bilbao, pero el producto sigue siendo de calidad. Es lo que nos queda por ofrecer a quienes vienen a comprarnos en esta situación excepcional".

Ruiz tiene decidido comenzar la próxima semana con el reparto a domicilio, porque son muchas las llamadas que recibe en su pescadería pidiendo que les lleven el género a casa. Y es que su clientela también es procedente de las comarcas."Tengo clientes que vienen de la zona de Durango, de Arratia, de Ezkerraldea, de Derio, Lezama, Balmaseda, Zeanuri, Igorre... Son personas que ahora tienen la movilidad restringida y no se pueden mover y no pueden comprarme el pescado", se lamenta. Ruiz echa de menos a sus clientes de todos los días. "La semana pasada un vecino de Derio me pidió que le llevase pescado. Me la jugué, pero es un cliente de siempre y no le pude decir que no. El hombre me regaló un bizcocho en agradecimiento", cuenta.

El confinamiento va para largo y confía que los vecinos del barrio sigan comprando en su establecimiento. "Hay mucha oferta y tampoco hay tantos vecinos para cubrir todo. Si llego a la mitad, intentaré compensar lo otro con el reparto a domicilio", confía Ruiz.

Por la calle Askao, muy transitada y con movimiento, apenas se asoman media docena de personas a diario. "Sales a la calle y es una gran pena. No hay nadie. Ahora es cuando nos damos cuenta de que el Casco Viejo se nutre de clientes de todos los sitios. Es la zona con más afluencia de todo Bilbao", relata el pescadero. Para sortear esta crisis ha realizado una reducción de jornada y ha tenido que llegar a acuerdos con los empleados con los que quiere seguir contando una vez esto acabe. "Está siendo muy duro. Y lo que más me preocupa es que no sabemos hasta cuándo va a durar".

"Repartíamos mucho en bares y restaurantes y eso ha caído"

En la pastelería y panadería artesanal Tahona han tenido que reducir personal y barajan el reparto a domicilio para compensar pérdidas

El coronavirus no ha frenado que en la panadería pastelería Tahona, en la calle Jardines, Aitor de Castro y su equipo elaboren a diario infinidad de tipos de panes artesanales. La calidad y la variedad en su pastelería es lo que les diferencia ante sus clientes, pero ahora, no es suficiente. La situación generada por la alerta sanitaria merma el negocio de manera significativa y preocupante. "Nosotros teníamos, a partir de las ventas en la tienda, el reparto a bares y restaurantes de la zona, pero desde que todo está cerrado esto ha caído en seco", cuenta el responsable del negocio. Han comprobado que desde su pagina web son infinidad las peticiones de clientes que solicitan el pan artesanal que elaboran en el obrador de Jardines. Por eso, según relató De Castro a DEIA, han decidido adaptarse a las circunstancias y barajan entre las posibilidad el reparto a domicilio. "Son muchas las cosas que hay que sopesar. Todo tiene un coste y no sabemos cómo vamos a poder hacerlo después de habernos visto obligados a reducir personal".

La alarma sanitaria se ha llevado por delante los puestos eventuales que trabajaban en la panadería de Jardines. "La situación no es la mejor y por mucho que intentemos cuadrar cuentas, no dan", asegura.

En opinión de De Castro, el Casco Viejo no es como hace cuarenta años, en la actualidad es una zona muy turística, visitado anualmente por nueve millones de personas. "El que más o el que menos consume en el Casco Viejo. Y en mi caso, que elaboro panes artesanales con harina natural y pastelería selecta, quien nos visita le gusta comprar lo típico", relata. Se trata, según el panadero de una cadena que en estos momentos está rota y a su negocio le ha pillado en medio. "La gente del barrio sale lo justo para comprar. No hay turismo y no hay negocios abiertos... Es fácil hacer la suma", explica. De Castro confiesa darle miedo calcular cuánto han bajado las ventas desde que se inició la alerta sanitaria y la inmensa mayoría de los negocios tuvieron que echar la persiana. "Me da miedo, pero hemos perdido más del 50% de las ventas". En esta situación, el responsable de la panadería artesanal no puede dejar de pensar en todos los negocios que permanecen cerrados y en el futuro que les espera. "Para todos va a ser muy complicado, pero para quienes no pueden abrir y no tienen ningún ingreso tiene que ser un horror". Los que son esenciales se intentan mantener no perdiendo el ánimo y protegiéndose. "Conseguir unas mascarillas o gel es imposible", dice. - S. Atutxa

"El 90% de nuestros clientes viene en metro, tren o autobús"

La empresa Bacalao Egino ha reducido a una persona el personal de la tienda en Askao tras el descenso en las ventas

Bacalao Egino es otro de los negocios que todos los días abre la persiana para ofrecer a sus clientes el mejor bacalao. Esta empresa, cuyos orígenes se remontan a 1939, ha notado un importante bajón en las ventas de su producto estrella. Este negocio familiar cuenta con tiendas, además de en la bilbaina calle Askao, en Barakaldo y en Portugalete. Andoni Ortuzar es el responsable del negocio, aunque tras el mostrador de la tienda de Bilbao se ha quedado solo Lourdes García. "La mejor tienda en cuanto a ventas ha sido siempre la del Casco Viejo, pero ahora se vende más en Barakaldo y en Portugalete. Teníamos a cuatro personas trabajando y lo hemos tenido que reducir a una", explica Ortuzar.

En opinión del responsable de la empresa de bacalao el confinamiento afecta sobremanera a las ventas en los negocios ubicados en el bilbaino Casco Viejo. El flujo de personas que llegaban a diario en metro, en tranvía o en tren desde las diferentes comarcas se ha frenado en seco y por lo tanto un porcentaje muy elevado de esas ventas ha caído. "La diferencia en el Mercado de La Ribera tiene que ser muy grande. Nosotros, en nuestra tienda, lo estamos notando. Ahora, es con diferencia la que menos vende", confirma.

El problema es que las personas tienen miedo a los traslados y por eso evitan coger medios de transporte. Pero en el Casco Viejo continúan abiertos numerosos negocios con una amplia oferta. Ahora solo sobreviven de las compras que realizan los propios vecinos. "En esa área vive poca gente para el comercio y la variedad que hay. Lo tengo calculado. El 90% de nuestros clientes vienen en metro, tren o autobús o son turistas que se pasean por la zona y se quieren llevar un producto de calidad que aguanta muy bien en la nevera mucho tiempo. Las personas que viven en el barrio equivalen al 10% de la clientela habitual", asegura.

En este sentido, Ortuzar explica que le cuesta acostumbrarse a ver las calles del Casco Viejo completamente vacías, sin vida, con un silencio que, según describe, le da miedo. "Es terrorífico", apunta. Ante la bajada de ventas, además de reducir el personal, también ha modificado horarios para adaptarse a las circunstancias. "La primera semana de confinamiento tuvimos abierto, pero nos dimos cuenta de que estábamos perdiendo el tiempo. Para pasar toda la tarde sin vender nada es mejor tener el negocio cerrado. No está la situación para estar fuera de casa. Esperemos que esto vuelva a la normalidad", concluye.

"Desde el coronavirus hemos cambiado de clientela"

La mayoría de los habituales de La Casa de la Carne es de paso y ahora sacan el negocio adelante con lo que compran los vecinos del barrio

En estos momentos solo toca trabajar y no pensar mucho más allá del día. La mayoría de los comerciantes confiesan estar preocupados por la incertidumbre que esta situación genera en el sector, pero a pesar de ello ahí siguen al pie de cañón acudiendo a sus puestos de trabajo. Mari Paz López Rodríguez es la encargada de La Casa de la Carne, en la calle Askao de Bilbao. Todos los días le toca atravesar las solitarias calles del Casco Viejo. "La tristeza es enorme. El silencio te hace hasta daño. Se te mete por los oídos y la sensación que te invade es aterradora", explica.

El coronavirus ha dejado sin vida, sin ambiente, las calles del Casco Viejo. "Siempre hay gente en estas calles, actuaciones...", relata. Pero como asegura la encargada de esta carnicería hay que seguir a pesar de que todo es diferente. "Desde el confinamiento nosotros hemos cambiado de clientes. Todos los días vemos nuevas caras. Gracias a ellos seguimos aquí", agradece la encargada.

Con esta realidad, su negocio ha perdido prácticamente el 80% de la clientela y solo le quedan los vecinos para continuar con el negocio abierto. "No está siendo fácil. Los edificios tienen cuatro alturas y no hay tanta gente viviendo aquí. Además, la oferta es grande y muchos vecinos optan por ir al Mercado de La Ribera para realizar sus compras", aclara López.

Mayormente este negocio funcionaba con clientes de paso, muchos procedentes de comarcas vizcainas y también de personas que trabajan en el Casco Viejo y que realizan las compras en el mismo barrio. "He perdido mucha clientela. Los que se movían en tren desde las comarcas o en metro desde otros barrios de Bilbao u otros municipios ya no vienen. Tampoco me compran los propios trabajadores del Casco Viejo, que no vienen porque sus negocios están cerrados", relata Mari Paz.

Con motivo de la Semana Santa ha habido movimiento en las tiendas del barrio, pero los comerciantes temen que, una vez pasen estos días fuertes de venta, el bajón vuelva a producirse. "Está claro que hasta que esto no vuelva a la normalidad la clave no va a ser otra que intentar aguantar y mantenernos", dice la encargada de la carnicería. A pesar de la situación, Mari Paz se considera una privilegiada porque sigue trabajando, pero es consciente de la incertidumbre que el coronavirus ha provocado en el sector comercial. "Aunque las ventas han bajado, no estamos mirando. Más o menos hay trabajo y no nos podemos quejar", afirma.