Como es difícil imaginarse cuánto ocupa un gas en el ambiente, visualice el espacio que albergan 590 piscinas olímpicas de 50 metros de largo por 25 de ancho y dos metros de profundidad, un total de 1.477.470 metros cúbicos. O lo que es lo mismo, la cantidad de tierra y rocas que fueron extraídas para abrir el canal de Deusto, pero multiplicado por cuatro.

Pues esa cantidad ingente de dióxido de carbono (CO2), pero en estado gaseoso, es decir, 2.897 toneladas, es la que la comunidad universitaria evita arrojar al aire, tras quedar suspendidas las clases presenciales con motivo del coronavirus y no realizar desplazamientos a los diferentes campus de la Universidad del País Vasco (UPV(EHU).

Así lo indica un estudio acometido por el profesor Iñaki Zuazo Urionabarrenechea y el investigador Eduardo de la Torre Pascual, de la Escuela de Ingeniería de Bilbao. Según sus cálculos, la emisión de esas 2.897 toneladas de CO2 suponen el 10,34% de lo que estiman que produce anualmente la movilidad de la UPV/EHU.

Los especialistas toman como dato básico las 165 toneladas que generan cada día los traslados en transporte público y privado de alumnado, profesores y personal de servicio, “incluyendo todos los aspectos. No solo medimos lo que un coche arroja por el tubo de escape, también sumamos todos los procesos necesarios en la fabricación de ese vehículo y otras acciones que generan CO2; se imputa todo”, explicó a DEIA el profesor Iñaki Zuazo.

Desde que el 16 de marzo fuera dictaminado el estado de alarma en todo el Estado, la comunidad universitaria habría acudido a sus respectivos campus durante 16 días -excluido el puente de San José- con lo que habría generado 2.640 toneladas de gas. El estudio suma a esta cifra las 257 creadas en el campus de Araba en la semana del 9 al 13 de marzo, fechas en que solo estuvieron cerradas estas instalaciones como consecuencia del coronavirus.

Ambos investigadores prevén que con la vuelta a las aulas se recuperarán las cifras habituales de contaminación. No obstante creen que “los resultados invitan a reflexionar sobre si es necesaria la actual presencialidad o si podría optarse por nuevas fórmulas”. Por que, según reflexiona Zuazo, “no ir a la universidad supondría una generación menor del CO2 en movilidad, pero también implicaría cambios. Si nos quedamos mil personas en casa, vamos a encender mil calefacciones con lo que, lo que ganamos en un sitio, igual lo perdemos por otro lado. Es algo complejo que habría que estudiar”.

Según los datos del estudio, la comunidad de la UPV/EHU utiliza principalmente el transporte público (66%), seguido a mucha distancia del vehículo privado, (un 21%), mientras que el último lugar lo ocupan los medios no motorizados (13%), en unas proporciones que varían según los distintos campus.

Diferentes marcas

Pero la huella ambiental no es marcada en la atmósfera de igual forma por los distintos colectivos. Mientras que el alumnado se desplaza principalmente en transporte público (70%), el personal de administración y servicios, por una parte, y los docentes e investigador es, por otro, lo hacen en proporciones similares en transporte público (45,1% y 45,6%, respectivamente) y vehículo privado (44,4% y 40,4%). Además, el profesorado y el personal no docente se desplaza muchos más días al año a los campus o áreas de trabajo que el alumnado. Este despiece implica que la comunidad universitaria arroja alrededor de 28.000 toneladas de CO2 anuales, de las cuales 19.000 corresponden al alumnado y 9.000 son debidas al personal contratado.

Estos datos se encuentran integrados en el proyecto EHU-Aztarna que calcula la huella ambiental total de la UPV/EHU utilizando la metodología del Análisis del Ciclo de Vida y siguiendo la guía metodológica propuesta por la Comisión Europea.

Para Zuazo, sería un objetivo conseguir que estas mediciones se exportarán desde el ámbito universitario. Explica que “lo interesante sería que, tras haber hecho un inventario de todo lo que impacta la universidad, el procedimiento que hemos realizado se pueda aplicar a cualquier otra actividad u organismo ajeno. No nos podemos quedar ahí, tenemos que ser capaces de sacarlo a la sociedad”.

Sabiendo que el peso molecular del dióxido de carbono es de 44 gramos por mol, que en una tonelada contiene 22.727 moles y un mol de gas es igual a 22,4 litros, una tonelada de CO2 ocupará 510 metros cúbicos.

La cantidad de gas calculada en el estudio de los investigadores no solo contempla los gases que generan en sus trayectos los vehículos a motor, también integran los procesos necesarios para su construcción o mantenimiento.

165

Son las toneladas de CO2 que la comunidad universitaria de la UPV/EHU genera cada día en su proceso de movilidad.

Impacto. El estudio de Zuazo y De la Torre se basa en los resultados de una encuesta de hábitos de movilidad en la comunidad universitaria durante 2018 y que fue llevada a cabo a nivel europeo en coordinación con otras universidades que forman parte de la red U-MOB. En esta iniciativa analizaron cómo impactan los traslados sobre el sistema climático y cuánto influyen en la huella ambiental que deja la actividad de la UPV/EHU. Zuazo explicó su sorpresa “al comprobar que solo la movilidad genera la mitad de esa huella, cuando creíamos que estaría entre el 20 y el 30%”. La iniciativa forma parte del proyecto coordinado por el profesor Gorka Bueno, EHU-Aztarna, del programa Campus Bizia Lab.

“Quedarse en casa supondría menor generación de CO2en movilidad, pero también implicaría otros cambios”

“Solo la movilidad genera la mitad de toda la huella ambiental que registra la UPV/EHU”

Profesor de la Escuela de Ingenieria