El estado de alarma considera las expendedurías de tabacos un servicio esencial que puede estar abierto a la población, pero Iñaki García Uribe observa diferencias entre un estanco de las grandes urbes y los que él denomina “rurales” o de pueblos.

Esas diferencias de las que habla, ¿se notan también en el nivel de ventas de estos días?

—Yo creo que sí. En los estancos de pueblo el aumento gira en torno al 30%. Hay una coincidencia con el de las urbes y es que la gente, al estar confinada, adquiere más producto del que podría ser habitual. Pero a este estanco, además, está llegando clientela que nunca había entrado aquí. Son personas que, por su trabajo o estudios, hacen más vida en otras localidades y compraban el tabaco allí. Ahora se ven obligados a hacerlo en establecimientos cercanos a sus domicilios y para la población de Ugao, Arrankudiaga-Zollo y Zeberio, el único estanco abierto es el mío.

En estas tres semanas de estado de alarma, ¿ha sufrido desabastecimiento?

—Ha habido dos tardes que me he quedado sin tabaco, quizá porque estaba acostumbrado a un volumen y tipo de demanda que ahora ha variado pero, al día siguiente, se repone sin problemas. Entre ese grupo de personas nuevas que están viniendo a mi estanco hay un porcentaje que busca marcas que yo, habitualmente, no vendía a diario y he tenido que ir adaptando los pedidos a esa circunstancia. Y también aquí se está dando que quien compraba un paquete, por si acaso, ahora adquiere un cartón. En parte, el subconsciente y el miedo a no encontrar este producto ha convertido al tabaco en el papel higiénico pero del humo.

Y la picaresca de ‘bajar al estanco’ para poder salir a la calle, ¿se está dando en Ugao?

—¡Claro que sí! Algunas personas han llegado a venir cuatro veces en un día. Por eso, he decidido cerrar por las tardes y en el cartel que he colgado en la puerta con el aviso, he puesto en mayúsculas Quédate en casa. No quiero servir de excusa para que la gente salga de sus domicilios más de lo necesario. Al fin y al cabo, el 90% de las ventas las hago por la mañana.

Pero, en Udiarraga Estankoa no solo se vende tabaco.

—Es otro aspecto que me gustaría destacar. En estos momentos es el único establecimiento que dispone de fotocopiadora para un ámbito que, como he dicho antes, abarca tres municipios. Aquí está viniendo quien tiene que imprimir las fichas de los deberes de sus hijos y, como estoy ubicado justo frente el ambulatorio, gente mayor que quiere recargar su teléfono móvil o sacar una receta médica. Ofrecemos un servicio público y social muy importante.

¿Le gustaría que se pusiera en valor ese otro aspecto del negocio?

—No pido aplausos. Ese reconocimiento se lo merecen, y mucho, otros sectores, pero sí que reivindico el esfuerzo que en esta coyuntura estamos realizando también los estanqueros, manteniendo abiertos nuestros establecimientos.

Y con el riesgo para su salud que también conlleva estar cara al público. ¿Ha adoptado medidas de seguridad?

—Por supuesto. He puesto una mampara de metacrilato y, delante del mostrador, una mesa para asegurar que el cliente se sitúa, como mínimo, a un metro de distancia. Y atiendo con mascarilla y guantes. Hay que protegerse porque, tras cerrar el negocio, volvemos a casa con nuestras familias.

“Mis ventas han subido un 30%, pero no solo porque la gente compre más cantidad, también porque ha aumentado la clientela”

“Los estancos de pueblo damos además un servicio público y social: aquí vienen a hacer fotocopias o a recargar los móviles”