La pandemia del coronavirus se está cobrando muchas facturas y una de ellas es la huella psicológica que está dejando y dejará a medio largo plazo en la sociedad, sometida a una situación de estrés y de angustia, cuando no de honda tristeza o depresión por la pérdida de un ser querido.

Para encauzar y sobrellevar de la mejor manera posible estos sentimientos el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de Psicólogos han puesto en marcha un servicio de apoyo telefónico con tres números diferenciados.

El 91 700 79 89 está dirigido a familiares de enfermos o fallecidos; el 91 700 79 90 a profesionales con intervención directa en la gestión de la pandemia como sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado o Policía Local, entre otros; y el 91 700 79 88 a la población en general.

Este servicio, operativo de 9.00 a 20.00 horas todos los días de la semana, será atendido por un equipo de 45 especialistas, quince por cada número.

Uno de los responsables de su puesta en marcha, José Ramón Fernández Hermida, explica a Efe que en todos los casos se trata de brindar un apoyo psicológico inicial, que ayudará a determinar la naturaleza del problema de cada persona que llame y a buscar posibles estrategias para encauzar sus sentimientos.

En muchos casos, indica Fernández Hermida, miembro de la junta de gobierno del Colegio Oficial de Psicólogos y profesor de Psicología Clínica por la Universidad de Oviedo, puede valer que la persona al otro lado del teléfono "se sienta acompañada y reconocida" y comprenda que lo que le sucede es normal dadas las circunstancias.

Pero a veces "una llamada de 15, 20 minutos no basta", y entonces habrá que derivar esos casos a una segunda línea de ayuda "más amplia e intensa", cuya coordinación a nivel nacional se está ultimando en estos momentos, avanza Fernández Hermida.

Reconoce que hay situaciones "especialmente duras", como por ejemplo no poder despedirse de un familiar que va a morir o no poder velarlo en condiciones por las medidas de aislamiento social decretadas para frenar la expansión de la Covid-19.

Un panorama que puede derivar en "depresión, culpa, en una profunda tristeza, en apatía", que precisa de soporte emocional y de "ajustar la respuesta" según cada caso, porque "el apoyo humano, el acompañar en el sentimiento ayuda, pero no basta en muchos casos".

Lo mismo sucede con el personal sanitario o los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que están "en primera línea" de la lucha contra el virus, aunque las consecuencias psicológicas en estos casos, advierte el doctor Fernández Hermida, se van a manifestar más adelante.

"El problema vendrá cuando pase la marea. Ahora lo pasan muy mal, pero lo afrontarán como puedan hasta el final", asegura.

El objetivo de la línea telefónica habilitada expresamente para este colectivo es atender a quienes empiecen a notar "ciertos sentimientos difíciles de controlar", porque "probablemente se esté incubando un posible problema psicológico" como estados de ansiedad intensos, depresivos o incluso estrés postraumático.

Como recomendación general, Fernández Hermida sugiere "parcelar" los tiempos de trabajo y de descanso y marcar y seguir rutinas que ayuden a "alejar las preocupaciones" por un rato.

"No debe ser nada fácil vivir en constante estrés, pero al menos debe haber un momento de desconexión", insiste.

Recomienda "procesar el sentimiento de culpa" y asumir que sus decisiones son necesarias y no "estrictamente responsabilidad suya", sino que "forman parte de un sistema que las determina".

A la sociedad en general aconseja darle carta de naturaleza a "algo que es obvio: es lógico sentir ansiedad y miedo. Es hasta bueno", en la medida en que ayuda a un comportamiento cauteloso. "La situación es la que es. No cabe la despreocupación", asevera.

Abunda en que "no tiene ningún sentido que se le pida a la gente que adopte medidas extraordinarias en su vida y a la vez pensar que no pasa absolutamente nada, que todo es seguro. Hay una situación de peligro y por eso respondemos como lo hacemos, con ansiedad. Lo anómalo, lo absurdo, sería lo contrario".

Ahora bien, advierte de que la ansiedad "deja de ser útil cuando nos desborda y nos paraliza". Es ahí cuando se precisa el apoyo.

El primer consejo en estos casos es alejarse del "bombardeo" de información sobre la evolución de la pandemia y de sus estragos, y el segundo, "centrarse en lo que nos gusta hacer, dedicarle el tiempo que antes no hemos tenido".

Al respecto, Iria Grande, secretaria de la Sociedad Española de Psiquiatría, apunta a Efe que la sobreinformación "crea una ansiedad innecesaria", máxime cuando se cuelan y difunden bulos, mayoritariamente a través de las redes sociales.

"No hace falta recibir mensajes cada cinco minutos sobre noticias urgentes que confirman lo que ya sabemos que va a pasar", indica, como por ejemplo que el número de fallecidos puede ir en aumento en los próximos días mientras se estabilizan o rebajan los contagios.

Iria Grande, que trabaja en el Hospital Clínic de Barcelona, valora la reacción colectiva de solidaridad y, en algunos casos, de "optimismo" reflejado en los balcones, lo que "facilita la cooperación, el ayudarnos entre todos".

Más allá de los casos "especialmente traumáticos", como la pérdida de un ser querido o la presión que soportan sanitarios y policías, la doctora Grande invita a rebajar dramatismo a lo que vivimos estos días.

Hace hincapié en que "nuestros abuelos sufrieron situaciones más extremas", como la conocida como gripe española de 1918 o conflictos bélicos cuyas secuelas, aunque duras, se acabaron superando.