Ni visitas, ni ropa ni paquetes y sin dinero. Dinero que necesitan, sobre todo, para comprar tarjetas para llamar por teléfono a sus familiares. Los centros penitenciarios de todo el Estado han endurecido las medidas de aislamiento y la cárcel de Basauri no es ajena a este doble confinamiento, aunque, como dice Jorge Muriel, responsable de la Pastoral Penitenciaria, "los presos llevan mejor la reclusión porque están más preparados para el aislamiento". Aún así se viven momentos muy complicados por la situación. No obstante, en el centro penitenciario de Basauri no se ha llegado a situaciones extremas como las que se viven en otras cárceles. La Pastoral Penitenciaria agradece la estrecha colaboración que recibe de Cáritas para ofrecer a estas personas unos mínimos de supervivencia.

Manu Moreno, delegado de Justicia de Cáritas, pone en valor el trabajo conjunto que realizan desde ambos organismos para protegiendo a las personas que se encuentran más solas en estos momentos. "En esta situación de alarma sanitaria las personas que se encuentran en el centro de Basauri ni siquiera tienen ropa para cambiarse ni dinero para poder comprar víveres. Por eso, estamos haciendo un esfuerzo mayor, porque al no poder tener visitas no hay nadie que les lleve lo que necesitan", señala.

La cárcel de Basauri es un centro penitenciario de tránsito en el que los presos, solo hombres, pasan el tiempo de reclusión hasta que salen sus juicios, algo que puede llevar hasta dos años. Hay reclusos con un poder adquisitivo medio, pero la mayoría no tienen recursos.

En estas circunstancias de confinamiento dentro de la propia cárcel "la única conexión que tienen con el exterior es lo que ven en televisión", señala Muriel. Esto les lleva a un grado de preocupación mucho mayor porque, al no recibir visitas, no saben cómo se encuentran sus familiares, lo que les pone mucho más nerviosos. Por eso, para Muriel, es fundamental que, al menos, puedan hablar por teléfono con sus familias.

El responsable de la Pastoral Penitenciaria dice que, gracias a la ayuda de Cáritas, han recibido una dotación económica para dar dinero a los presos, tanto para víveres de consumo como para que puedan comprar tarjetas de teléfono. "En la cárcel no hay móvil, ni Internet ni datos que valgan. Allí solo se pueden usar tarjetas que funcionan como las antiguas cabinas telefónicas. Además, como ellos llaman a familiares que usan móvil, el gasto es mucho mayor. Por eso, aunque les han ampliado de diez a quince el número de llamadas que pueden hacer al exterior, muchos lo que no tienen es dinero para comprar las tarjetas", afirma.

Muriel y el resto de voluntarios conocen bien a los reclusos. Por eso, cuando les llegan las necesidades, saben cuando es para comida o para llamar por teléfono.

Sin visitas

En estos momentos, tampoco ellos pueden visitar a los reclusos como hacen habitualmente, pero cuentan con la estrecha colaboración de los funcionarios de la prisión que se han convertido en los verdaderos transmisores de lo que sucede dentro del centro penitenciario. Muriel cruza los dedos porque, de momento, aún no hay ningún caso contagiado por el coronavirus. "Si sucede, se puede liar parda", advierte. Entre las normas que también tienen que cumplir los reclusos en prisión está la limpieza de manos cada cierto tiempo, así como varios turnos de comida para que no coincidan todos y no haya contacto entre ellos.

Lo mejor de estos días es el tiempo porque, aunque parezca un elemento poco importante para quien está privado de libertad, Muriel asegura que el sol les sube el ánimo, les permite hacer deporte, salir al patio y esa rutina, rota ahora casi en su totalidad, les da cierta estabilidad, muy importante siempre, y mucho más para ellos.

"En estos momentos el único contacto con el exterior es a través de la televisión y están muy preocupados"

"Les estamos llevando dinero para que puedan comprar tarjetas y también ropa"

Responsable de Pastoral Penitenciaria