Su periplo de cinco meses por el sudeste asiático está finalizando de la peor manera posible. Andrea Aburto, una mungiarra de 23 años, y su pareja, el catalán Alex Sardà, están atrapados en Camboya sin ninguna opción viable de volver a Europa. "Están todas las fronteras cerradas y no podemos salir a ningún país. La única forma es desde la capital, Nom Pehn, pero los vuelos están a 4.000 euros y nadie garantiza que vayan a despegar", relata esta vizcaina que lleva semanas intentando contactar con la aerolínea que canceló su vuelo previsto para el próximo día 31. "Nuestros padres están haciendo todo lo posible por ayudarnos. Es muy complicado porque cada día cambia todo", afirma la joven, que solo contempla una opción: subir a uno de los aviones que envía el Gobierno francés para volver al viejo continente.

Tras pasar por Indonesia, Malasia, Singapur, Vietnam y Tailandia, Andrea y Alex recalaron en Camboya el pasado día 7. "No imaginábamos que esto pudiera ocurrir", asevera la mungiarra, a la que la crisis sanitaria originada en China le pilló mientras hacía un voluntariado en Malasia. "Fue durante el año nuevo chino, pero las consecuencias no parecían tan graves, aunque adoptamos una serie de medidas de prevención", explica. Los problemas empezaron al llegar a Camboya, donde les habían cancelado el workaway, una forma de viajar en la que los voluntarios contribuyen trabajando a cambio de alojamiento y comida. "Por suerte, el hostel donde teníamos previsto trabajar es de una pareja europea y nos ha alojado. Nos pueden tener aquí aunque les cierren. En ese sentido me siento agradecida", explica la joven, quien relata que hay muchos europeos que se han quedado "tirados en la calle porque están cerrando todos los hostels".

Andrea Aburto y Alex Sardà se han unido a un grupo de WhatsApp con otros cincuenta viajeros estatales en una situación similar. "Es una lista de gente que quiere volver a España. Hay gente que se ha comprado hasta cinco billetes cancelados. Es inimaginable el dinero que se han dejado", releva la vizcaina. Aunque están en contacto con la embajada española, que está en Tailandia, todavía no les han proporcionado ninguna solución satisfactoria. En cambio, albergan más esperanzas con Acción Exterior del Gobierno vasco, desde donde una trabajadora ha contactado con ellos. "Están haciendo lo posible para que salgamos de aquí, pero de momento no lo han conseguido", explica al otro lado de la línea.

Hasta la fecha, la única indicación que ha recibido esta pareja, que ahora mismo se encuentra en una localidad de la costa bastante aislada, es la de ir a la capital. "A no ser que tengamos un vuelo asegurado no vamos a ir a la ciudad. Es peligroso porque el riesgo de contagio es muy elevado", indica Andrea Aburto, quien explica que la sanidad es privada en Camboya. "Estar hospitalizado una noche cuesta 10.000 euros. Los camboyanos no se lo pueden permitir, con lo cuál no está contabilizado cuántas personas están realmente enfermas de coronavirus", desvela.

Aunque la situación cambia cada día sin que obtengan respuestas a sus preocupaciones, ayer la única solución a la vista ofrecida por la embajada española eran dos vuelos cuya salida está prevista la semana próxima, a 1.600 euros el billete. "Es seis veces más de lo que pagamos nosotros por el vuelo de vuelta que compramos hace dos meses", se lamenta la mungiarra. Por ello, sus esperanzas están puestas en los vuelos que fleta el Gobierno francés para repatriar a sus compatriotas. "En el chat un chico nos ha dicho que se ha puesto en contacto con un diplomático francés y que todos los aviones que están mandando son para todo europeo que quiera volver, con las mismas condiciones. La embajada española no ha dado ninguna respuesta. Nos dicen que si nos buscamos la vida por nuestra cuenta, bien; que ellos hacen lo que pueden", expone la joven mungiarra.

Al menos el problema de la visa está solucionado, ya que el país asiático anunció que dada la situación podrá ser extendida. Mientras tanto, Andrea y Alex intentan mantener la calma ayudando a la pareja que les acoge y tratando de desplazarse lo mínimo posible. "Son las personas de aquí los que no quieren tener contacto con nosotros. Nos sentimos rechazados, igual que se ha tratado durante muchos años a los inmigrantes en España o en cualquier otro sitio", relatan sobre el miedo que provocan los europeos a los locales. "Cada día es igual, no sabes cuándo vas a poder volver a casa", concluye la vizcaina.