Es llegar y encontrarse a una oveja haciéndose un selfi con su pastor, abrazaditos y sonrientes ambos, ajenos al coronavirus que les persigue, recién llegado a Tolosa de la mano de un grupo de jóvenes que debió romper la cuarentena y se echó a la calle, eso sí, debidamente protegido con equipos de aislamiento. Muy raro todo, mientras centenares de coches peregrinaban hacia las zonas de aparcamiento y los trenes escupían payasos, indios, vaqueros, policías y todo tipo de personajes con más y menos gracia. Un sindiós.

Tolosa se convirtió ayer en la capital del desgobierno, un recital de creatividad en el que brillaron las principales autoridades españolas: el rey Felipe VI y su paracaidista enfarolado (esta vez se enganchó en un árbol) fue el disfraz estrella de la jornada de ayer. Pero también se lució el Gobierno del PSOE y Podemos en pleno, con el presidente Pedro Sánchez y su vicepresidente Pablo Iglesias dándose apretones constantemente. ¿El abrazo de Tolosa? Un día para enmarcar al que, de nuevo, acudieron centenares de personas de diferentes lugares de Gipuzkoa.

El pobre rey Felipe VI y la reina Letizia, desmejorada en su aparición en Tolosa, no ganan para sustos. Ayer se vieron eclipsados nuevamente por el paracaidista del Ejército del Aire, el del desfile del 12 de octubre: un joven que se tiró media mañana colgado de un árbol frente al frontón Beotibar intentando desenmarañar un amasijo de cuerdas enredadas, ante cientos de móviles que grababan la escena. A ratos, alguien la acercaba una escalera, bajaba un rato y volvía a subir. Un disfraz de altura, de apechuga y estate quieto. Un diez en la ejecución. La sensación del domingo de Carnaval en Tolosa. No podrán decir que la bandera española no ondea en Euskadi. Lo hizo, ¡y bien alto!

No le fueron a la zaga el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (capullo en mano), y su vicepresidente, Pablo Iglesias, ataviado con un palestino al cuello. Un séquito de ministros y ministras coreaban los repetidos abrazos y arrumacos de la pareja de moda. Calle arriba y calle abajo.

Faltaron guardias civiles, eso sí; y tampoco se vio a Franco, olvidado tras su mudanza a La Almudena. En lugar de la benemérita, vinieron los SWAT (unidad militar de elite de EEUU), americanos ellos, a vigilar el tinglado que se montó ayer en Tolosa, donde también hubo espacio para protestas y reivindicaciones. El 3,14% de los asistentes no se disfrazó (el cálculo está hecho a ojo).

CADA LOCO CON SU TEMA Orejaspreparadas (algo parecido a un belarriprest) y bocavivas (ahobizi) en pleno Erdaraldia, peluquerías para cerdos y cerdas en la plaza del Triángulo, un señor metido en una lavadora limpiando billetes de dinero... Algunos pensaron que podía ser un familiar de don Felipe, pero este extremo fue descartado enseguida. Debía tratarse de un empresario anónimo. O de algún político.

Frente al frontón Beotibar, las casas de apuestas (Kiroldep, Erreta y Jodere) trataban de seducir, en vano, a los miles de transeúntes que pasaban mirando al cielo azul (¿cara al sol?), desternillándose con el paracaidista. Un colgau. Hasta una anciana sacó el móvil de su bolso, aunque ella solo había ido a reclamar pensiones dignas. ¡Ladrones!