Una de cada cinco personas ha sufrido algún tipo de abuso sexual en su infancia, pero menos del 10% sale a la luz en ese mismo momento. El silencio que ha rodeado a esta terrible realidad, y que azota a todas las sociedades por igual, no ha hecho sino permitir su crecimiento en la misma oscuridad que viven los niños y las niñas que la padecen. Porque, como explica Rosa Lizarraga, psicoterapeuta infantil de Agintzari, el abuso a un menor sólo se detecta si alguien lo ve y lo denuncia; si lo denuncia la propia víctima, que, en la mayoría de ocasiones, se ve bloqueada por su agresor; o si interviene un profesional.

Y estos últimos, en ocasiones, no se atreven ni siquiera a sugerirlo por las duras consecuencias que puede tener para el menor y su entorno el que sus sospechas no puedan ser confirmadas. Ante esta situación, Agintzari -cooperativa social sin ánimo de lucro que trabaja en la prevención y protección de la infancia y la adolescencia- ha diseñado una herramienta de detección de sospecha de abuso sexual infantil.

Se trata de un test chequeo, un screening, elaborado con la colaboración del departamento de Políticas Sociales del Gobierno vasco y el Servicio de Infancia de la Diputación de Bizkaia, que busca ayudar a pediatras, policías, educadores o cualquier profesional que trabaje con menores a confirmar o descartar si lo que ven, o creen ver, tiene motivo de actuación.

“El abuso no es una patología sino que es algo que le pasa a una persona. Cada niño o niña va a activar sus mecanismos de defensa según sean ellos mismos. Y habrá quienes fracasan en la escuela, por ejemplo, pero otros lo contrario”, señala Rosa Lizarraga. Para el diseño de esta web, Agintzari han seleccionado los cincuenta indicadores más adecuados según su experiencia, agrupados por sus características específicas, físicos inespecíficos, comportamientos de los menores, comportamientos en la adolescencia, así como otros conductuales e inespecíficos de la persona cuidadora. La herramienta es gratuita, no deja huella de su utilización y cualquiera puede acceder a ella, con esa advertencia de que está pensada para profesionales a los que se debe acudir siempre en caso de sospecha.

Como mensaje positivo, Rosa Lizarraga destaca que del abuso “se sale”, siempre y cuando el menor se sienta arropado en su denuncia porque haya alguien que le escuche y le crea.

Lo que es muy difícil de superar, según su propia experiencia, es el abuso revelado y no atendido por el adulto. “De ahí toda nuestra atención y esfuerzo para mejorar la detección para que los adultos, cuando se dirijan a estos menores, puedan escuchar. Ellos lo suelen contar siempre, en la escuela, a su madre, etcétera. Lo cuentan a su manera, lo cuentan cómo pueden, no lo cuentan como una confesión. Pero tiene que haber un profesional al otro lado que les escuche”, concluye Rosa Lizarraga.