BILBAO. “El abuso es algo que les pasa a los menores, pero tiene que ver con los mayores”, explica Rosa Lizarraga, psicóloga y psicoterapeuta de la cooperativa de iniciativa social Agintzari. La violencia sexual en la infancia está cubierta por un manto de silencio difícil de romper, sobre todo en el caso de los menores. “No se puede poner el acento en los niños, para ellos es muy difícil contarlo”, continúa Lizarraga. Para lograr una actuación lo más precoz posible, el foco debe ponerse en los profesionales que están en contacto con la infancia y la adolescencia en el ámbito educativo, sanitario, servicios sociales y otros como la judicatura y la Policía.

Para ello, el Gobierno vasco presentó ayer una herramienta web que permite detectar sospechas fundadas de abusos sexuales a menores. Se trata de un test de chequeo (screening) destinado específicamente a profesionales, que sirve de guía ante la “angustia” que suelen experimentar ante una sospecha de este tipo.

“A todas las personas nos angustia pensar que alguien, sobre todo si se trata de un familiar cercano, está abusando de un niño o una niña. Es un tabú fundamental del ser humano que afecta a todos los profesionales, incluidos los jueces y policías. La angustia te puede hacer ir en dos direcciones: no actuar o hiperactuar. Es decir, que con unos síntomas muy claros, no se mande ese caso a ningún sitio especializado o, por el contrario, con un síntoma o por algo que dijo un día, de repente llega a nosotras como un caso de abuso. Por eso, a medida que los profesionales tienen formación, pueden hablar de ello, tienen estas herramientas, baja la angustia y cuando baja la angustia, pueden verlo”, detalla Lizarraga.

El test cuenta con cincuenta indicadores que aparecen habitualmente en los casos de abuso sexual infantil. Hay indicadores específicos como dificultad para andar o sentarse, embarazo, ropa interior rasgada, manchada o ensangrentada; físicos inespecíficos como somatizaciones, desórdenes del sueño y desórdenes alimenticios; comportamentales, como conductas o conocimientos sexuales extraños, sofisticados o inusuales para su edad, comportamiento seductivo inusual y acercamientos peculiares a adultos; en el caso de adolescentes, promiscuidad sexual, prostitución o excesiva inhibición sexual, retraimiento social, cambios bruscos de humor y/o anhedonia...

“Es una herramienta para detectar sospechas de abuso, no abusos. No existe un test de abuso, porque el abuso no es una patología, no es una enfermedad como la gripe, que tienes unos síntomas. El abuso es algo que le pasa a una persona y cada persona reacciona en función de su capacidad, sus defensas... Hay niños que se ponen tristes y otros que no; hay niños que se ponen agresivos y otros que no”, aclara Lizarraga.

Clasificación

La clasificación recoge indicadores críticos, medios y bajos. Los primeros son los indicadores forenses que si aparecen, habría que hacer una valoración de abuso. En el caso de los segundos, “si aparecen algunos de estos o combinados, habría que hablar con un equipo especializado”. En cuanto a los bajos, “son síntomas o conductas como dolores de tripa, de cabeza, miedo por las noches, pesadillas. Aparecen en niños que pueden estar sufriendo abuso, pero también en casos de bullying o divorcio de los padres, por ejemplo. Son síntomas de malestar”, explica Lizarraga.