Bilbao - El curso 2014-2015 arrancó en Euskadi Hamaika Esku, un programa del Departamento de Educación para ayudar a los centros cuyo rendimiento estaba un 5% por debajo de la media vasca en el informe PISA 2012. Cinco años después este plan, en el que toman parte 53 colegios, ha reducido esta brecha abierta dentro de la escuela vasca. La estabilización de las plantillas y el apoyo a unas direcciones potentes han resultado determinantes en el proceso. La inspección también se ha visto arrastrada por el proyecto, abandonando su tradicional papel fiscalizador de los docentes para convertirse en un servicio de apoyo para la transformación de la educación, junto a los berritzegunes.

Dicho todo esto así suena más a teoría para especialistas que a la complicada realidad que viven estos colegios. Por eso tres centros Hamaika Esku hablan públicamente por primera vez para explicar el camino que están siguiendo para alcanzar el éxito escolar. Un concepto que, según dicen, “va más allá de las notas académicas”. De este modo ponen luz y taquígrafo a su testimonio. Lo hacen así quizá para borrar la sombra de la estigmatización que persiguió los primeros pasos de Hamaika Esku entre parte de la clase política vasca.

Los tres centros son completamente distintos y tienen problemas y necesidades diversas. Los hay urbanos, como el bilbaino instituto Martín de Bertendona, uno de los pocos centros públicos que sigue impartiendo las asignaturas en castellano. Otro rasgo que le caracteriza es que el 70% de sus 510 estudiantes es de origen extranjero y de etnia gitana. Es lo que los especialistas considerarían un gueto. También hay colegios rurales, como el Centro de Educación Primaria Concha de Karrantza. Su principal handicap es el euskera ya que está enclavado en un entorno castellano hablante al situarse en la muga con Cantabria. Además la dispersión de Karrantza, que cuenta con 47 barrios muy diseminados, hace que Concha “sea uno de los pocos espacios donde los chavales pueden socializar en euskera”. Muchos de sus 200 estudiantes tardan media hora en llegar al colegio desde Lanestosa.

El tercer centro es La Arboleda de Trapagaran, una escuela integrada en Eskola Txikiak, donde estudian mezclados 33 estudiantes de Infantil y Primaria. Están en Hamaika Esku desde el inicio del programa, coincidiendo con la llegada de la nueva dirección. “Comenzamos obligados, fuimos elegidos por el Departamento porque teníamos unos resultados académicos por debajo de la media, por la zona en la que estamos, por el tema del euskera, y por el clima escolar ya que había una familia un poco problemática”, afirma Begoña, directora de La Arboleda.

Objetivos y autoevaluación Uno de los puntos que destaca del programa “es el tema de saber a dónde vas”. Los centros Hamaika Esku realizan una programación trianual, con unos objetivos intermedios y finales. Esta planificación ayuda mucho a organizar el centro. La evaluación anual que realizan junto a la inspección ayuda a saber qué objetivos han alcanzado y lo que les falta por conseguir para trabajarlo al año siguiente. “Te ayuda a hacer una foto continuada de fortalezas y debilidades, hacia dónde vas y qué tienes que hacer para conseguirlo”, explica. Begoña subraya el papel de acompañamiento y no de control que juega la inspección como una de las claves del cambio. “Ya no tienes miedo a que vengan los inspectores a fiscalizarte. De hecho nuestra relación se ha estrechado y forman parte de nuestro proyecto de centro”.

La evolución positiva de los resultados y de la convivencia no habrían sido posibles sin el refuerzo de la plantilla con profesorado que, siendo interino, tiene prioridad para ligarse al centro. Desde el Martín de Bertendona entendieron que era interesante participar en Hamaika Esku porque “tenemos un alumnado con unas necesidades específicas y el proyecto ofertaba una serie de recursos interesantes a los que hemos sacado partido”. Según su directora, Ana De Diego, el punto de partida del instituto era el de unos resultados académicos por debajo de la media, un absentismo entre el alumnado de etnia gitana importante y una convivencia no mala, pero mejorable. “El proyecto nos aportaba una estabilidad del profesorado, una forma de trabajar continuada que nos iba a permitir mejorar todos esos factores”.

De Diego confiesa que al principio hubo dudas dentro del claustro sobre si entrar en Hamaika Esku “nos iba a estigmatizar, pero hoy es el día en que esa controversia no existe ya que los beneficios del programa están claros”. Y es que la posibilidad de contar con más profesorado semifijo ha beneficiado la integración y la convivencia del alumnado. “Los resultados se obtienen día a día, aunque se nota que el alumnado cada vez está más implicado con su trabajo y con el centro, con lo que a medio plazo se va a notar en los resultados”.

Estabilidad del profesorado Gracias a Hamaika Esku se han creado nuevas comisiones de servicio, es decir, puestos de trabajo que se ofrecen para hacer un proyecto y que van unidos al centro. Esto supone estabilidad para ese profesorado y su especialización en tareas concretas. “Ahora ya no viene cualquier profesor al centro sino alguien que está comprometido con el centro y que reúne el perfil que requiere una realidad tan diversa como la nuestra”, dice la directora.

A día de hoy el Bertendona tiene seis comisiones de servicio: una en Infantil, dos en Primaria, una de Música, una de Pedagogía Terapéutica, otra de consultora y una de Inglés que ha quedado desierta. Para un centro contar con profesorado estable “supone lisa y llanamente poder avanzar y cumplir con los objetivos que nos hemos marcado”, dice. “Sabes que vas a poder contar con esas personas de manera incondicional porque están ahí por motivación y compromiso personal con el proyecto educativo del centro y con el alumnado”, explica Ana De Diego.

Direcciones sólidas La incorporación a la plantilla de profesorado comprometido y una dirección sólida han sido los ingredientes del proyecto en la escuela Concha de Karrantza. “Nuestro problema era mejorar la comunicación lingüística en euskera. Empezamos por implantar unas buenas prácticas que hasta entonces no habíamos reparado en ellas y que han dado sus resultados. Una vez que encauzamos el problema lingüístico, en este segundo trienio nos hemos volcado en mejorar la práctica docente, en desarrollar un cambio metodológico, impulsar la diversidad y la participación del alumnado”, afirma la directora de Concha, Irantzu Duce. Tener un proyecto de dirección en el que se vuelquen todos los objetivos de Hamaika Esku es “rentable y super positivo”, afirma esta joven directora.

Sin restar importancia a los resultados, para Irantzu el éxito escolar trasciende el boletín de notas o las evaluaciones diagnósticas que se realizan periódicamente. “Para mí el éxito escolar significa implicación del alumnado, que se sienta parte del centro, colaboración de las familias, sistematizar buenas prácticas y que duren en el tiempo, que haya buena convivencia? porque estoy convencida de que a la larga todo esto se traducirá en resultados académicos”.

En el caso de Concha “se han mejorado los resultados porque hemos comprobando que todos los cambios que hemos ido incorporando han tenido su reflejo en las evaluaciones diagnósticas y en las evaluaciones internas que realizamos. No siempre, ni en todos los grupos, porque esto no es una varita mágica, pero tampoco nos obsesiona”. Por otro lado, estar en Hamaika Esku ofrece a los centros prioridad a la hora de gozar de los recursos de otros programas del Departamento de Educación.

Este trato prioritario por parte del Gobierno vasco y el cambio de rumbo del centro no han pasado desapercibidos entre las familias de Karrantza ya que “esperaban como agua de mayo un guiño que demostrase que el centro importa, que no estamos olvidados de la mano de Dios”, asegura Duce. Desde su punto de vista Hamaika Esku es “como una clase con un alumno con una necesidad educativa especial, que te tienes que volcar en él. Pues nosotros somos centros especiales y necesitamos un tratamiento especial, dentro de la equidad del sistema”, dice Irantzu. Más que personas, dice, lo que necesitan estos centros “son direcciones fuertes, equipos y una forma de trabajar propia”. Pero todo habría caído en saco roto sin la progresiva colaboración de las familias.