Bilbao - Luis Gonzalo Segura es exmilitar y en 2015 fue expulsado del ejército por denunciar públicamente la corrupción, los abusos y acosos que sufren las mujeres en el ejército. Todo ello lo recoge en su último libro En la guarida de la bestia. “El nivel de corrupción que hay en el ejército no existe en ninguna otra parte de la sociedad”, asegura.

¿Cómo es su último libro?

-Trata sobre la situación de la mujer en el ejército, sobre los abusos, acosos sexuales o violaciones que sufre. En la primera parte analizo todos estos casos y la verdad que son aterradores. Hay un caso de un capitán condenado por 28 agresiones sexuales y que continua dentro de las fuerzas armadas y, además de eso, es ascendido. De hecho, hay varios depredadores sexuales en el ejército. Otro caso es el de un coronel que acosó sexualmente a unas 20 o 40 hijas de los propios militares en un colegio mayor y el caso quedó completamente impune porque decidieron jubilarle como castigo. A partir de ahí hay una serie de episodios a cada cual más escandaloso. Los mandos intentan que no se denuncie y si lo hacen el sistema las aplasta como al resto de mujeres que han denunciado.

¿Había impunidad?

-Completa. En el libro se detallan varios casos y estadísticas. Hasta el año 2015 hay constatadas 62 agresiones sexuales con solo un 12,5% de condenas. A partir de enero 2016 se abre la caja de Pandora y las mujeres empiezan a denunciar. Durante los tres años siguientes se producen 90 denuncias, de esas se han resuelto 43 y no ha habido ninguna condena. Es algo tétrico porque es un caso tras otro. El libro también se centra mucho en el género.

De hecho, es el único documento que trata este tema.

-Y eso ya es algo revelador. Que solo esté este documento también dice hasta qué punto el Estado tiene un problema muy serio. Creo que es un libro bastante consistente y sólido porque los casos están referenciados y los patrones son muy claros.

¿Por ejemplo?

-Cuando los casos los lleva la justicia militar las tasas de condenas son bajísimas y cuando las hay, ellos siguen en el ejército y ellas son acosadas laboralmente hasta que son expulsadas. El sistema considera que denunciar es una traición por lo que las culpables, de alguna manera, son ellas por haber traicionado a la institución, por manchar a la institución con su denuncia. Además, exponen una serie de casos en los cuales, por determinadas circunstancias, han terminado la jurisprudencia no militar y ahí sí se han producido claras condenas. Por ejemplo, cuatro militares de la guardia real manosean a una militar en un coche y como lo hacen fuera de cuartel entra a juzgar la jurisdicción no militar. En este caso hay condena a los cuatro son expulsados. Los casos en los que tiene que entrar a decidir la justicia no militar, casi siempre terminan en condena, y si la hay, también hay expulsión. En el caso de la justicia militar es todo lo contrario.

Hace cuatro años fue expulsado del ejército por denunciar estos casos. ¿Cómo recuerda ese momento?

-Fue todo muy complejo. Al final es un poco la otra cara de esta moneda. El haber sido denunciante de corrupción me sitúa en una posición de extrema debilidad y fui rápidamente eliminado del sistema, juzgado y también silenciado. Es algo terrible porque ya no es que haya perdido mi trabajo sino que también pierdo mi futuro.

¿Ha tenido amenazas o desprecios tras haber denunciado?

-Sí. Ese es el día a día. Un día me llegó un correo electrónico en el cual el jefe de Estado Mayor para la Defensa me escribió una carta amenazándome y diciéndome barbaridades. Fue él o que alguien suplantó su identidad, pero realmente creo que es un poco rocambolesco que alguien suplante su identidad. Aún así, interpuse una denuncia y está en manos de la justicia. Otras veces me insultan de forma muy correcta porque me dicen: Eres un perfecto hijo de puta. Siempre que me dicen algo así pienso que al menos ya soy perfecto en algo (risas).

Cuando decidió ser militar, ¿se imaginó que podría vivir tal calvario?

-Yo estudiaba Geografía y decidí entrar en el centro geográfico del ejército, un espacio que no era tan militar. Es casi una empresa y a lo que se dedican es a realizar levantamientos topográficos, entre otras cosas. Aquello me pareció adecuado. Una vez que estuve dentro comprobé que nada era lo que imaginaba. Por ejemplo, cuando Zapatero quería quitar la estatua de Franco, la gente poco más y estaba llorando por los pasillos. Era realmente surrealista.

¿Cuáles han sido las cosas que más le han impactado?

-Para bien o para mal, he vivido situaciones bastante duras. La extrema corrupción que hay en el ejército creo que es uno de los elementos que, sobre todo con el paso del tiempo, me parece completamente increíble. Y lo dice alguien que lleva ya cinco años no siendo militar, que lo puedo ver con perspectiva. El nivel de corrupción que hay no existe en ninguna otra parte de la sociedad. Y quizá el segundo elemento que más me llamó la atención es la sensación que he tenido de haber vivido en una secta. El proceso de socialización es tan intenso que, cuando llevas unos años allí, das por normal unas determinadas cuestiones que no lo son. Das por hecho que no se puede hablar de determinados temas y das por hecho cosas que realmente no tienes que darlas. Hay muchas cosas en el ejército que no son normales.

¿Por qué ha tenido la impresión de haber vivido en una secta?

-Porque vives al margen de la ciudadanía. Lo digo objetivamente porque hay una justicia al margen de la ciudadanía, veraneas en lugares que están al margen de la ciudadanía. Estás completamente aislado.

¿Por qué decidió escribir este libro y denunciar todos estos casos?

-Porque había cosas que no podía tolerar. Empecé denunciando la corrupción. Todo comenzó porque pasé de una unidad en la que se gestionaban fondillos de dinero B, de unos 200 euros al año. Después pasé a una unidad en la que se empezaban a gestionar millones de euros. Eso fue una batalla constante. Cuando llegué lo primero que hice fue encargarme del software y reduje el gasto de 386.000 a 14.000 euros. Pero generó problemas. Los mandos comenzaron a presionarme para que gastase más dinero cuando no lo necesitábamos. Me quejé de una serie de compras y dio igual porque seguían adelante.

¿Qué tipo de compras?

-Compras grandes como 300 ordenadores portátiles que no se necesitaban. Los compraban para regalárselos a los mandos y hacer peloteo. Era intolerable para mí, así que me planté y dije que no iba a continuar por esa línea y de alguna forma no me tomaron muy en serio. Fui al juzgado militar y denuncié lo que estaba pasando. Les dije que me había llevado los informes corruptos, un disco duro con archivos y grabaciones de 400 horas. Pero no me hicieron caso. De hecho cerraron el caso sin mirar nada.

¿Por eso decidió escribir este libro?

-Entre otras cosas, creo que es algo que todo el mundo debe saber.

¿Cómo espera que la ciudadanía acoja esta investigación?

-Espero que bien. No es fácil porque es un tema que, tristemente, tiene un componente ideológico. Porque muchos ciudadanos pueden percibir que si habla del ejército puede que no vaya con ellos el tema o que digan tú te lo has buscado, no haber entrado ahí. Desgraciadamente hay muchas mujeres que entran en el ejercito porque no tienen otra opción. De hecho, el último dato que doy es que en el ejercito hay 15.000 mujeres a día de hoy, una cifra de la que presume el Ministerio de Defensa pero entraron 22.000 mujeres. No ha habido tiempo suficiente para que se hayan jubilado. No existe una causa natural que justifique que 7.000 mujeres han dejado el ejército. Eso significa que más de una de cada 3 mujeres que entra en el ejercito lo abandona. Es una tasa terrible porque de esas 7.000 mujeres se esconden muchos casos de acoso laboral, sexual, agresiones y es algo muy triste.