Bilbao - Las narrativas aleccionadoras son recurrentes, defiende Nerea Barjola, quien afirma que con el relato de Alcàsser se evocó “la idea de que las mujeres estaban más seguras en casa” a través de la cimentación del terror sexual. Fue una forma de manifestar que hay límites que no hay que traspasar “para no ser castigadas por medio de la corrección y de la agresión sexual”. Ocurrió con el crimen de Alcàsser y sigue ocurriendo, como demuestra el caso de la Manada.

El crimen de Alcàsser sucedió cuando estos asesinatos no se consideraban violencia de género.

-Sí, teníamos las herramientas que ya había conceptualizado el movimiento feminista, antes de que se institucionalizaran. En su momento, ya había artículos de opinión en los periódicos que situaban el crimen de Alcàsser como violencia machista, lo que pasa es que la maquinaria para construir el relato terrorífico fue tan potente que parece que estos artículos no existieron.

Dice que su tratamiento fue una forma de contrarrestar el avance del movimiento feminista.

-Veníamos de una lucha muy potente del movimiento feminista durante la década de los 80, en la que se habían conseguido importantes caminos de avance para las mujeres y el relato Alcàsser irrumpió en un momento en el que las mujeres estaban empezando a incorporar esos cambios. Analizando el relato Alcàsser te das cuenta de que se construye una narrativa aleccionadora, evocando la idea de que las mujeres están más seguras en casa, lo que significa que las calles y las noches no son nuestras.

¿Supuso un retroceso?

-El crimen de Alcàsser se va a configurar como un hito del terror sexual en los 90 y va a ser un ataque frontal a la libertad de las mujeres, pero la mayoría de las mujeres que vivieron el relato Alcàsser han seguido luchando por sus espacios y sus derechos.

Alcàsser favoreció la construcción del miedo.

-Exacto. Prácticamente todo mi trabajo está dirigido a analizar cómo se construye el terror sexual a partir de un relato que impactó.

Defiende que este tipo de avisos aleccionadores ocurren cuando los derechos de las mujeres gozan de buena salud. ¿Siguen ocurriendo?

-Con la violación de Iruñea hemos visto cómo se ha vuelto a construir un relato en el que se nos dan pautas de comportamiento a las mujeres, de cómo no podemos disfrutar de la noche o de nuestra sexualidad, de cómo no podemos ejercer nuestro derecho al deseo o al placer... Se nos lanzan avisos aleccionadores de cuáles son aquellos límites que no debemos traspasar para no ser castigadas por medio de la corrección y de la agresión sexual.

¿Cómo coartó la libertad de las mujeres el crimen de Alcàsser?

-Para hacer mi investigación he entrevistado a muchas mujeres que dicen que fue su primer relato sobre el peligro sexual, entraron en contacto con el terror sexual. Metafóricamente aparece el hombre malo, ese que se encuentra en cualquier sitio y nunca es aprehendido. Alcàsser fue el relato sobre el peligro sexual para toda una generación de mujeres jóvenes.

¿Cambió la forma de educar a las niñas?

-Me centro mucho en hablar de mujeres jóvenes, que es a quienes el relato interpeló, pero Alcàsser es un relato para toda una generación de mujeres, incluso para aquellas que en ese momento estaban en un proyecto de crianza e hicieron una transmisión del miedo.

¿Qué conclusiones extrajo de las entrevistas realizadas a mujeres?

-Aparece la idea del hombre malo, pero también va a haber una reformulación de actitudes por parte de los medios: el autostop es la metáfora de la transgresión de la época. Fue aquello que hicieron estas adolescentes y que no les habría ocurrido si no lo hubieran hecho. Y también hubo una reformulación de espacios: en Euskadi pasó con lo de ir a la montaña solas y en Valencia ocurrió con lo de ir a los naranjos.

¿Cómo perjudicó a la narración que Ricart y Anglés sean dibujados como monstruos ajenos a las estructuras sociales?

-El relato siempre trata de consolidarse a través de generar agresores que están separados del conjunto social. Se construyen unos agresores que o tienen infancias difíciles o tienen alguna enfermedad. Se les separa del conjunto social para impedir que la sociedad se responsabilice de la violencia que produce y reproduce constantemente. Forman parte del conjunto social que les da cobijo, son hijos sanos del patriarcado.

Más de veinte años después se sigue reivindicando que las calles también son de las mujeres, se ha visto con el caso de ‘la Manada’.

-Esta última sentencia es un logro del movimiento feminista y del movimiento social que ha estado en la calle. Lo que han hecho ha sido rectificar una sentencia que estaba impregnada de los valores machistas patriarcales y misóginos del tribunal que dictó la sentencia.

¿Ha influido favorablemente la repercusión mediática del caso?

-No es que no haya servido favorablemente, sino que la respuesta en la calle le ha puesto un freno al patriarcado y al machismo. Hablar en términos de favorecer da a entender que esta sentencia es por la presión social que ha habido, como diciendo que de otra manera sus agresores no tendrían esta sentencia. Lo que ha pasado es que se hizo un fallo machista y misógino y toda la sociedad tiene un límite.

¿Pero demuestra que el terror sexual se puede combatir?

-Por supuesto. Me parece muy importante cómo hemos resignificado el tema de la Manada, cómo miles de mujeres han salido a la calle diciendo que la Manada somos nosotras. Esto responde a la idea de que cuando las mujeres estamos en un momento muy potente hay una reacción misógina y violenta. Esta reacción fue el fallo del tribunal, que nos dice que nos bajemos un poco, que esto es lo que hay. Y no han podido.

¿Hacia dónde caminamos?

-Nos van a tener ahí. La calle es nuestra y si nos tocan a una nos tocan a todas. Caminamos hacia esto. Es superimportante seguir formándonos y tener aliadas feministas en todos los estamentos sociales: en el periodismo, en la judicatura, en la economía? El feminismo es el único paradigma frontal al terrorismo sexual.