BILBAO - Jorge de Barandiarán falleció el domingo en Las Arenas. Pese a ser ingeniero industrial de formación, su mayor obra la realizó en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, cuya dirección estuvo en sus manos entre 1983 y 1996. Bajo su mandato, y con las novedosas ideas traídas de su anterior trabajo, la pinacoteca vizcaina creció como hasta entonces jamás lo había hecho.

En un primer momento, su designación como director del Bellas Artes causó sorpresa, debido a su escasa experiencia en estas lides. Un asombro que llegó a percibir incluso en su propia casa, donde su hermana respondió atónita a la noticia para conocer si estaba seguro de no haberse confundido. Sin embargo, se puso manos a la obra y supo adaptar sus conocimientos al arte.

Con estrategias más propias de un entramado empresarial, sacó al museo de uno de sus peores momentos, en especial en el apartado económico. Pese a las deudas acumuladas antes de su llegada, Jorge de Barandiarán siempre defendió que “un museo tiene que invertir en obras de arte, tiene que gastar”. Esta reflexión quedó reflejada en una entrevista concedida a DEIA el 3 de octubre de 2008, cuando se había cumplido más de una década del traspaso de poderes en la galería bilbaina.

Entre sus labores al frente de la misma, se le recordará por haber traído a Bilbao dos de los cuadros estrella que adornan las paredes del museo, que llegaron con un corto espacio de tiempo entre ambos: El retrato de Felipe II, de Antonio Moro, y Doña Juana, princesa de Portugal, de Alonso Sánchez Coello. Para su adquisición, fue fundamental el dinero aportado por la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao. “No me lo podía creer cuando me dieron luz verde para adquirir estas obras”, no dudó en repetir en varias ocasiones el exdirector. Esto fue posible, en parte, gracias a la capacidad que tuvo Barandiarán para encontrar obras de renombre para cubrir ciertas lagunas que tenía su exposición en un momento en el que su valor estaba muy por debajo de lo que se habría pagado en la actualidad.

Sin embargo, siempre faltó un autor en la lista. Resignado, asumió que “no hay Velázquez a la venta”, pero nunca cerró la puerta a poder adquirir una de sus obras si un particular la pusiera a la venta. Ese momento nunca llegó, aunque su interés por convertir su deseo en realidad siempre estuvo presente. Un afecto hacia las obras del pintor español que nunca tuvo respecto al arte contemporáneo, del que siempre receló de manera velada pese a que el arte fuera su “vicio”.

ÚLTIMO ADIÓS El funeral en memoria de Jorge de Barandiarán se celebrará hoy, a las 19.00 horas, en la iglesia parroquial Nuestra Señora de las Mercedes, de Las Arenas. Uno de los referentes de la modernidad bilbaina recibirá así su despedida. Un ingeniero que supo valorar el arte y llevarlo a una nueva dimensión en una sociedad sumida entonces en constante cambio. - Eriz Fraile