Bilbao - La psicóloga y educadora sexual Lola González Bermejo considera que la pornografía influye y mucho en la visión de la sexualidad que tienen los jóvenes hoy en día. “Pero el problema no es tanto que accedan a ella, ellos tienen curiosidad, el problema es dejarles solos viendo eso”, sostiene. “No existe una educación sexual real, consensuada por todos lo agentes que rigen en torno a los jóvenes -los padres, los educadores y los trabajadores sanitarios-, entonces, el primer encuentro que tienen en el plano sexual hoy en día es muy visual y es la pornografía”, analiza. “Es con lo que se están educando”, resume.

Una de las consecuencias negativas del consumo de pornografía en edades tempranas, según los expertos, es que los adolescentes intentan imitar esas situaciones en sus primeros encuentros sexuales. “Si nadie les dice lo contrario, les educa, les habla, van a pensar que eso es lo que ocurre realmente”, sostiene. “El problema no es que tengan acceso a la pornografía, el problema es dejarles solos viendo eso. Es como dejarles viendo una película de asesinatos y que no haya una explicación alrededor de ello. Educamos en la no violencia, en llegar a acuerdos, en habilidades sociales y emocionales, pero en esto hay un tabú, les dejamos solos con eso y lo que haces es tomarlo como real”, explica González Bermejo, que tiene su consulta en el centro sexológico y de atención a la pareja Borobil, en Bilbao.

Según la investigación Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, realizada por la Universitat de les Illes Balears y la red Jóvenes e Inclusión, la edad de acceso a la pornografía se ha adelantado a los ocho años. “Lo de los ocho años es muy llamativo, pero ¿cuándo están teniendo sus propios smartphones? A esa edad”, replica.

La psicóloga y educadora sexual es tajante. “Los adolescentes tienen preguntas y quieren saber. Y no solo en el sentido del miedo, los embarazos no deseados, las ETS, que salgamos ya de ahí, que ellos demandan educación sexual en un sentido más amplio: las parejas, cómo relacionarse, conocerse a sí mismos, del propio cuerpo. La demanda es real. No deberíamos seguir generando un tabú en torno al tema ni criminalizándoles por lo que ven, ellos solo tienen curiosidad. Los adultos tenemos que tomar las riendas en el asunto y hacer educación, que ya estamos en el siglo XXI”. “Le damos una connotación adulta que para ellos no tiene, ellos simplemente tienen curiosidad pura y dura, la misma curiosidad por ver qué hay dentro de un cajón”, concluye.

Intimidad en la era digital González Bermejo considera esencial hablar de intimidad, de respeto, de darle valor a lo que está pasando entre tú y el otro. “Es muy importante educarles en la intimidad, que no puedes hacer uso de la intimidad de otro, por ejemplo en el tema de las imágenes, que si alguien te envía una imagen, te la ha enviado a ti. Que no hay diferencia entre lo analógico y lo digital, que si tú mantienes una conversación con una persona y lo consideras algo privado, a través de WhatsApp es lo mismo. Creo que no acaban de ver esa línea, porque ahora haces un pantallazo y se hace viral”, sostiene.

En este sentido, considera que puede resultar difícil “expresar cómo me siento o pedir lo que necesito”. “En función de lo que te pida o no te pida, puede tener repercusiones a nivel de redes sociales. El miedo a ver qué va a pensar o a ver a quién se lo cuenta. Antes eso llegaba a un círculo reducido, ahora se hace viral”, continúa.

Pero para hacer una buena educación, todos los agentes que trabajan con adolescentes deberían tener una formación. “Y no es el caso. En las carreras que tienen que ver con la infancia no se trata. En magisterio, enfermería, medicina, tendría que estar presente la educación sexual, pero no”, lamenta González Bermejo. - M. Martínez