LLEVABAN 1.079 días esperando justicia. Casi 26.000 horas conteniendo una furia irrefrenable. Porque primero fue un clamor. La indignación ciudadana casi revienta la fachada de la Audiencia de Nafarroa en el momento en el que el presidente del tribunal leía la condena por abusos, y no por violación, a los cinco sevillanos de La Manada. La sentencia se convirtió en una vergüenza nacional. Provocó una estampida de cientos de miles de mujeres a las calles que se sublevaron y enarbolaron esta causa, un poderoso revulsivo del movimiento feminista. Si el asesinato de Ana Orantes (a quien su marido quemó en 1997 después de denunciar en televisión el maltrato que sufría) marcó un antes y un después en la lucha contra la violencia de género, la violación de La Manada provocó un terremoto de tal calibre que pulverizó cualquier concepto conocido sobre las agresiones sexuales. El suceso de los Sanfermines sirvió, de hecho, para liderar la lucha feminista y el 8-M.

La convocatoria espontánea de movilizaciones en todas las ciudades del Estado no se hizo esperar. Las famosas proclamas de No es no, Yo sí te creo, No es abuso, es violación y Tranquila hermana, aquí esta tu manada llegaron a las calles ese mismo día. En el caso de Madrid, una multitud lo gritó a las puertas del Ministerio de Justicia, exigiendo el Basta ya de justicia patriarcal.

Las mujeres se unían en concentraciones multitudinarias para protestar contra una justicia que juzga a la víctima. Esta sentencia también es violencia, coreaban. Si tocan a una, tocan a todas, se oía en las mareas moradas. Las calles retumbaban bajo el grito unánime de Tranquila, hermana aquí está tu manada. El caso adquirió repercusión internacional. La actriz Jessica Chastain también salió a compartir su disgusto y hasta las Carmelitas Descalzas de Hondarribia se pronunciaron escandalizadas.

No solo asistían incrédulas a la sentencia sino que leían las monstruosidades del grupo de Whatsapp de La Manada: Buenos días. Follándonos a una entre los 5. Jajaja. Todo lo que cuente es poco. Puta pasada de viaje. Hay vídeo. Con una respuesta de los amigos no menos brutal: Cabrones, os envidio. Esos son los viajes guapos.

Mientras tanto, la víctima contemplaba atónita la salida de la cárcel de sus violadores, se veía buscada y perseguida y vilipendiada en las redes sociales. Por lo que dos años después, con apenas 20 años, escribía una carta agradeciendo el apoyo. Gracias por hacerme sentir otra vez parte de la sociedad en la que parece que si te violan tienes que llevar el cartel de violada pegado en la frente. Gracias por luchar, gritar, llorar y apoyar esta causa.

La conmoción social obligó a las instituciones a ponerse las pilas. La polémica sentencia puso encima de la mesa la urgencia por reformar el Código Penal en lo concerniente a la tipificación de los delitos contra la libertad e indemnidad sexual. El entonces ministro de Justicia, Rafael Catalá, convocó por primera vez en años a un órgano consultivo, la Comisión General de Codificación, para elaborar un informe sobre la reforma de los delitos sexuales. Un foro de expertos rodeado de polémica desde el minuto 1 porque estaba constituido íntegramente por juristas varones. Finalmente fueron 15 mujeres y 13 hombres juristas los que propusieron al Gobierno unificar todos los delitos contra la libertad sexual en agresiones, eliminando el delito de abuso sexual.

Pero el suceso no solo ha sacudido conciencias sino que ha blindado las fiestas locales incrementándose las medidas preventivas y de concienciación destinadas a evitar los acosos sexuales. Empezando por Iruñea, que buscó evitar que sus famosos Sanfermines se asocien a los abusos sexuales, pasando por las Aste Nagusia de Euskadi y continuando por todas las fiestas patronales.

Sin embargo, de poco ha servido que las caras pintadas de morado, y los pañuelos violetas hayan vuelto a ondear en las aceras y en el asfalto porque este caso ha generado un efecto contagio y ha disparado las agresiones sexuales múltiples. El último balance del Ministerio del Interior revela un alarmante incremento de las denuncias por violaciones en 2018 en España. Alcanzaron las 1.702 y son un 22,7% más que el año anterior. Esto supone cuatro denuncias por violación de media diarias en el país. Estremecedor.