De mano, de tela, de colorines, con las cuatro ruedas engrasadas, mochilas con capacidad material para disimular deseos de “pasarlo bien” y “ropa de abrigo, por si acaso”... El bodegón de maletas que ayer ronroneaba en Termibus solo era comparable al mosaico de sonrisas que lucían jóvenes -y no tan jóvenes- al subirse y bajarse de un autobús, o al encontrarse con amigos y familiares. Porque la felicidad es proporcional a la época del año. Y también a la compañía. Que se lo digan a Marina, que ayer esperaba recostada en su mochilón a vivir uno de esos momentos de alegría que perdona cualquier tardanza.

“He venido a pasar el fin de semana con unos amigos”, suelta la joven que ha llegado en el bus de Madrid con un mochilón del que sobresale alguna chaqueta “por si hace frío a las noches”, confiesa. Una vez consumado el encuentro con sus amigos Julen y Raquel -mallorquín él y cántabra ella, residentes ambos en Bilbao-, anuncian su total disposición a pasárselo bien. “¿De turismo? Nada. Cero. No hemos hecho planes, sobre la marcha...”, alardeaban antes de despedirse con una sonrisa extraordinaria.

Casi de la misma talla que la calzada por otro trío saleroso -el formado por María Manzanares, su madre, Sonia Vallejo, y Eugenia Silva- que serpenteaba entre el gentío que había en los andenes de Termibus. Por delante tienen toda la semana porque para Pascua vuelven a destino: las aulas de la Universidad de Navarra. “Es que tenemos ya exámenes”, aclara Eugenia, estudiante de Económicas. Por eso invertirán estos días en repasar algunas asignaturas. “¡Y descansar también, oye! Que las dos llevan ya mucho tiempo dando el callo”, ensartaba Sonia Vallejo, la madre de María, futura enfermera.

Algo más de tiempo de viaje por delante tendrán los donostiarras Ane y Juan. Esta pareja, “también de amigos”, se va “unos días” hasta Corea del Sur. ¿El motivo? La boda de un amigo “de toda la vida” de él. “Ha encontrado allí el amor y para allá que nos vamos. Al final somos unos veinte. Unos vamos desde Madrid y otros, desde Barcelona. Nos juntamos en Roma, donde hacemos escala”, ilustraba Ane, con una cordial sonrisa antes de subirse al autobús de las 18.00 horas.