En autobuses llenos. Así aterrizan los últimos vascos en Castro Urdiales. Y lo hacen día sí y día también. Llegan desde ikastolas y colegios de Bizkaia. Estudian en territorio vizcaino pero por diferentes motivos -laborales, personales?- viven en suelo cántabro. Es solo un ejemplo del imponente flujo con label que ha animado al Consistorio castreño a plantearse la apertura de un euskaltegi para atender las repetidas demandas de sus convecinos vascos, que ciertos cálculos incluyen a unas 30.000 personas.

Sin embargo, esta manera de canalizar y gestionar las peticiones ciudadanas no ha sido del todo bien recibida por la población local. ¿La razón? “Las perras”, como les gusta decir a los castreños de toda la vida. Lo resume José María mientras apura entre las uñas su pitillo mañanero: “El saber no ocupa lugar, pero lo que hace falta es que se censen” esos 30.000 vascos que hacen vida en Castro Urdiales pero que, por distintos motivos mantienen su empadronamiento en Euskadi y en Bizkaia, fundamentalmente.

Resguardado de la caprichosa lluvia de ayer bajo los pórticos rayanos a la Casa Consistorial de Castro Urdiales, ofrece a DEIA más argumentos de peso para apuntalar su tesis: “Si estuvieran censados, el municipio sería mayor y entonces podríamos acceder a más ayudas?” Como no es el caso, los dineros públicos deben ajustarse a la población empadronada -otras 30.000 personas-, pero atender al doble.

“No existe más que un problema en este pueblo”, insiste José María enfocando su mirada hacia la balconada del Ayuntamiento. “Es la cantidad de gente que hay y que no se cobra por toda la gente que hay. Pagarán el IBI y lo que quieras, pero a la hora de la verdad? Si estuvieran censados? Cuando no cotizan aquí es porque les interesa estar allí, pero también aquí?”, atestigua este castreño.

La pescadilla

“Es la pescadilla que se muerde la cola”, sentencia al tiempo que dibuja un círculo sobre el aire frío y revuelto. A pocos metros de José María, agentes de la Guardia Civil y de la Policía Municipal vigilan y ponen paz en una trifulca callejera, con un perro de por medio, en el exterior de uno de los tantos locales comerciales alineados en los concurridos pórticos que se abren a la plaza del Ayuntamiento. Allí recuperaba fuerzas Galo, un joven santanderino que, por motivos profesionales primero y de ocio después, conoce muy bien la realidad de Castro Urdiales. “Es que aquí vive mucha gente vasca, de Bilbao”, confirma. Eso sí, que ese sea el único motivo para que el equipo de gobierno castreño haya solicitado una ayuda para abrir un euskaltegi le parece un poquito “desproporcionado”. A su entender, el hecho en sí de conservar la cultura “está bien, pero tanto como para que merezca la pena plantear esa cuestión...”. Lo defiende firme y tranquilo a la vez, al tiempo que recoge su carpeta, la tableta y se enfunda de nuevo el pinganillo en la oreja. “Potenciar lenguas que se hablan en pocas zonas siempre está bien. Es no perder la cultura. Y siendo un lugar que tiene tanto contacto con el País Vasco, me parece una idea magnífica”, decidía finalmente este vecino de Santander.

A su orilla, dos matrimonios madrileños recién jubilados aplaudían esas palabras con un breve “y sobre todo, que haya libertad de aprendizaje” para salir espitados hacia el conjunto monumental castreño que se alza a orillas del bravo Cantábrico.

Una opinión compartida por dos amigas, Mari José y María José, vecinas de Castro Urdiales “desde hace muchos años”. Gallega y asturiana de nacimiento, respectivamente, coincidían en que “cuantos más servicios tengamos mejor, aunque no sé si habría tanta demanda como para esa academia de euskera”.

Quien no tiene dudas es Eugenio Cotillo, “castreño de toda la vida, nacido a cincuenta metros de allí”, declara señalando hacia la iglesia de Santa María de la Asunción. “El que quiera estudiarlo que se vaya o que se quede en el País Vasco. Este Ayuntamiento nuestro mejor haría en impulsar el chino y el inglés”, zanjó en presencia de su amigo Julián, más benevolente con el proyecto sugerido por el propio Consistorio de Castro Urdiales de abrir un euskaltegi.