Zumaia - Jessica Guzmán no puede hacer huelga, aunque le sobren razones. Trabaja 21 horas diarias cuidando a una persona mayor con Alzheimer y movilidad reducida. Es trabajadora del hogar interina. “Nosotras no podemos hacer huelga porque no podemos dejar solas a las personas mayores que cuidamos”. “La señora que cuido tiene problemas para caminar, tiene Alzheimer, se desorienta, le dio un ictus, necesita respirador. Tiene dependencia las 24 horas del día”, explica. Ella solo libra tres horas diarias, de 17.00 a 20.00 horas, y un día durante el fin de semana. “Los hijos se turnan esos ratos para estar con ella”. Por las noches se levanta hasta cuatro veces para atenderla.

Jessica Guzmán llegó de Chile hace once años y desde entonces siempre ha trabajado de interina, antes en Zestoa y Deba, ahora en Zumaia. También es presidenta de Malen Etxea, organización que trabaja por la igualdad y la defensa de los derechos humanos de las mujeres migrantes, que hace poco se adhirió al movimiento feminista de Zumaia. “Durante la marcha van a parar cinco minutos debajo de la casa de una trabajadora interina. Ella va a salir al balcón con su delantal y se van a reivindicar nuestros derechos. Además, durante el recorrido, las internas vamos a salir con nuestros delantales a apoyar la manifestación y la huelga”, explica.

Su reivindicación principal es el “fin del trabajo esclavo” y eso pasa por su inclusión en el régimen general de la Seguridad Social, la elevación de los salarios y la regulación de los horarios y jornadas. “Queremos ser jornalizadas, con horarios decentes, que puedas llegar a tu casa y tener una vida. Las jornadas pueden ser de ocho o doce horas; lo que no puede ser es que sean de 22 horas, como ocurre en la mayoría de los casos. Ese trabajo lo deberían hacer dos personas”, sostiene. Sus quejas no van dirigidas a las familias, aclara, sino a las instituciones. “Tiene que haber un cambio en el sistema de cuidados”, destaca.

“Nosotras estamos en un régimen especial. Aparte de lo precario que es y lo mal pagado que está, por ejemplo, no tenemos derecho a paro. Somos trabajadoras, pagamos a la Seguridad Social como todo el mundo, tenemos las mismas obligaciones que cualquier trabajador, pero no tenemos los mismos derechos. Es injusto, es verdad que pagamos poco, pero deberíamos tener ciertas garantías, como poder estar dos o tres meses tranquilas buscando trabajo si nos quedamos en la calle. Y no como nos pasa ahora, que vamos desesperadas al primer trabajo que sale”, detalla Guzmán. Y sigue sumando ejemplos de una realidad más que injusta. “No tengo derecho a cogerme una baja laboral, nadie me paga ese tiempo. Cuando estuve en Zestoa, me rompí el codo mientras trabajaba y la hija me dijo que no tenían con quién dejar a su padre, que no podía ir de baja. Lamentablemente, como mi sueldo es muy precario y tengo compromisos en Chile, tengo hijos en la universidad, no podía permitirme estar ese tiempo sin trabajar, así que estuve quince días con el brazo inmovilizado trabajando”, continúa.

El sueldo de una trabajadora del hogar interina oscila entre 800 y 1.100 euros. “Tener una interna sale muy barato, una residencia cuesta 3.000 euros y, además, con la interina tienes a alguien dedicada a esa persona en exclusiva”.

Guzmán explica, además, otra de las caras de esta dura realidad: las secuelas. “Las más comunes son depresión, neurosis, problemas de espalda, porque muchas casas no tienen grúa, problemas de tensión...”. Y la incertidumbre constante. “No se puede tener a una mujer estresada 22 horas trabajando durante años y años. Hay compañeras que han estado quince años trabajando con un sueldo paupérrimo y, de la noche a la mañana, se han quedado en la calle. Eso es terrible”, cuenta.

Además de un cambio en el sistema de los cuidados por parte de las instituciones, la trabajadora chilena insta también a que “los cuidados sean integrales.” “Los cuidados están feminizados. Si una mujer no puede o no quiere cuidar a su dependiente, ese trabajo siempre lo tiene que hacer otra mujer”, lamenta.