EUSKADI no es ajena a la crisis humanitaria que se vive a las puertas de Europa y la ciudadanía se queja de que al Aita Mari no le dejen soltar amarras. “Barcos como este son imprescindibles por algo tan sencillo como que la gente se está ahogando en esa región”, asegura con rotundidad Teresa González. No habla de oídas porque, según las ONG, el ritmo es un muerto diario desde que empezó el año. “Les deben de dejar partir porque es una ayuda humanitaria”, asegura tajante su compañera de paseo María Jesús Lucio. Frase que revalida Juani Nevado que tiene muy claro que lo que deben hacer las autoridades es “organizar las cosas”. Estas vecinas de Zorroza que pasean diariamente por el muelle Ramón de la Sota, “haga el tiempo que haga”, coinciden en que la sociedad vasca tiene una sensibilidad especial ante este tipo de problemáticas y resaltan que Euskadi siempre ha sido un país de acogida.

Aunque con 30 años menos, cuatro jóvenes bilbainas y una santanderina comparten este espíritu y no entienden la absurda espera para poder zarpar hacia las costas de Libia. “Creemos que este barco debe ir a ayudar ya. Nos parece una injusticia tremenda tenerlo ahí atracado”, dicen al unísono Sara Hervás, Ainhoa Ozamiz, Iratxe Txarterina, Beatriz González y Paula Núñez

“No sé por qué no les dan los permisos. Debemos rescatar a todas las personas que se pueda sí o sí”. “Porque el Estado tiene todo el tiempo del mundo, pero la gente que se ahoga, esos sí que no tienen tiempo”, sentencia Ainhoa Ozamiz.

Núñez asegura que “con la problemática que hay con los refugiados no se puede entender que haya barcos disponibles y que no salgan al mar a ayudar a la gente”. “Somos una sociedad muy solidaria y, sin embargo, somos de los países que menos refugiados está acogiendo, ¿cómo se explica eso”, se pregunta Ainhoa. “Porque igual faltan unas políticas de gestión, saber qué hacer para ayudar a esas personas una vez aquí. La solución, desde luego, no es que no salga el barco”, le contesta Hervás.

Jesús Aramburu es firme partidario de que “vengan los que tengan que venir”, declara mojándose, aunque evitando la fotografía. Y alude a los bosnios que llegaron al País Vasco en la década de los 90. Porque en diciembre de 1992 empezó la historia moderna de la relación entre los refugiados y Euskadi cuando 133 ciudadanos bosnios recalaron en siete municipios vascos huyendo de la guerra de los Balcanes. “Lo que no es normal es que en junio de 2018 se abriese el puerto de Valencia al Aquarius y luego, el Gobierno de Sánchez haya decidido cerrarse en banda”, opina Aramburu.