Bilbao - En este momento en el que los presuntos casos de abusos sexuales a niños en el colegio Salesianos se han hecho públicos -aunque no podrán ser juzgados porque ocurrieron en torno a 1980-, la abogada Leticia de la Hoz explica, desde el prisma del derecho y la justicia, el recorrido y las características de este tipo de delitos. El limitado tiempo de prescripción -pese a que el Gobierno español lo haya ampliado en el anteproyecto de la nueva Ley de Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia- es la primera de las paradas en esta conversación.

¿Qué opina sobre la prescripción de estos delitos?

-Estamos hablando de unos delitos que dejan secuelas muy a largo plazo, no es como un puñetazo que te deja un hematoma y las secuelas están a la vista. Son delitos que llevan un proceso de maduración y que las secuelas pueden durar años. Muchas veces, la gente no se encuentra preparada para denunciar porque realmente no puede. Y a lo mejor, muchos no se atreven a denunciar hasta ver que hay otros casos similares, y puede ocurrir que entonces ya está todo prescrito y no puede ser que unos delitos de esta naturaleza se queden sin condena. En el caso Gaztelueta, yo paré varias veces la presentación de la querella porque el psiquiatra me dijo que el joven no estaba preparado y estaba en juego su salud. Hay que hacer justicia, pero primero está la salud de las personas. Es por la específica naturaleza de este delito y por el daño que causa en las víctimas, por lo que es imprescindible modificar los plazos de prescripción y el plazo a partir del cual empieza a contar la prescripción.

Cuando hay varios casos de abusos sexuales cometidos presuntamente por una única persona, ¿cómo se gestiona ese procedimiento de cara a un juicio: con una denuncia conjunta o de manera individual cada víctima?

-A cada abogado que preguntes te puede decir una cosa. Es una cuestión de estrategia. Normalmente, las víctimas se sienten más cómodas yendo en grupo. Se sienten acompañadas, porque la soledad de la víctima es otro de los aspectos a tener en cuenta. Se sienten muy solos en un proceso que es muy duro, son objeto de exámenes periciales, que por otro lado son imprescindibles porque la presunción de inocencia hay que respetarla siempre, y hay que adoptar las garantías procesales necesarias de manera que solo se condene a los culpables. Pero la víctima se siente muy sola y muy cuestionada. Por mi experiencia, ellos se sienten más arropados cuando van en grupo. A mí me parece más necesario que cada acusado tenga un abogado que no que cada víctima tenga un abogado para obtener justicia. Pero esto es una cuestión de estrategia y de estudiar cada caso.

También entra en juego a la hora de valorar las opciones el tema económico...

-Si tienen que hacer periciales, si tienen que proponer pruebas... Si se unen, les va a salir más económico. El abogado mismo les va a salir más económico. Porque la justicia cuesta dinero, que es algo que llama la atención en los delitos contra menores porque aquí, el Ministerio Fiscal debería ejercer la representación. Unos abusos sexuales a menores no deberían tener ni abogado de acusación particular porque el Ministerio Fiscal debería asumir su defensa. Pero hay ejemplos en los que no es así y la acusación particular es necesaria e imprescindible.

Habitualmente en estos delitos no hay testigos ni pruebas físicas. Puestos en el escenario de un juicio, ¿los testimonios son la clave o hay algo más?

-Los testimonios de las víctimas son importantes pero también lo son las corroboraciones periféricas. Y siempre las hay, es decir, hay pruebas de algún tipo. Nunca es la palabra de uno contra otro. Por ejemplo, si tú tienes acreditado que víctima y abusador estuvieron en el mismo lugar en una fecha concreta... En el caso Gaztelueta, nosotros demostramos que el profesor sacaba a la víctima tres días por semana a su despacho, que pasaba incluso 50 minutos allí, que era más tiempo y más veces que al resto de alumnos... No puedes demostrar lo que ha pasado en la intimidad, pero puedes demostrar que han estado en ese lugar, ese día y en determinadas circunstancias. Esas son las corroboraciones periféricas. Las cuestiones de lugar y tiempo son las más importantes. Luego entra la credibilidad de la víctima, que para que sea creíble tiene que cumplir una serie de requisitos. El testimonio suele tener mucha fuerza, es cierto, y sus pruebas periciales. Si una persona miente o no es relativamente fácil saberlo por parte de los profesionales; las contradicciones son fáciles de ver.

¿Qué es lo más difícil al enfrentarse a un juicio de estas características?

-Lo difícil es todo, son delitos muy complicados. Es duro por lo que han vivido, por las secuelas que tienen. Es duro porque el proceso es largo, porque a la víctima la someten a muchísimas declaraciones: hay una fase de instrucción, hay periciales tuyas, del juzgado, hay una vista oral... El juicio es muy duro. La soledad de la víctima es enorme. Y encontrar testigos no es sencillo. En el caso Gaztelueta, por ejemplo, nosotros solo llevamos un testigo, un alumno que decía que era verdad que a la víctima le habían cronometrado una vez porque sus preceptuaciones con el profesor eran muy largas y que se reían. Él, claro, no estaba dispuesto a decir: “Yo sé que han abusado de él”. Pero a mí me bastaba con que ese alumno corroborase que se reían de él por todo lo que el profesor le sacaba a preceptuar. De hecho, me sirvió muchísimo.

Y hablar con una víctima de todo lo ocurrido no debe de ser nada sencillo.

-Yo siempre voy de la mano de profesionales, de psicólogos o psiquiatras, porque sin querer puedes hacer mucho daño. A lo mejor una pregunta bien intencionada por tu parte le puede generar una crisis. Es algo muy íntimo, que a él le da vergüenza, que se siente culpable por ello... A todas las víctimas les gustaría que eso se borrara y las que más lo cuentan son los adultos que han hecho terapia, que entonces son capaces de contarlo de otra manera. Un niño y un adolescente, o tienen esa preparación, o no pueden, por eso es tan cruel lo de los plazos de prescripción porque les obliga a contar algo para lo que a lo mejor no están preparados. Tengo muchos casos que me llegan para revisiones de prescripción de delitos y es que no hay nada que hacer. Prescriben y ya está. Y se quedan sin justicia. Y las víctimas se quedan con una sensación de impotencia... Muchas veces la decisión le corresponde a sus padres y ellos deciden no denunciar y he conocido casos en los que los hijos, cuando han sido adultos, se lo han recriminado a los padres e incluso han roto relaciones. Y es que una sentencia condenatoria es muy importante para su recuperación.

¿Cuál es el máximo tiempo de prisión que puede cumplir un pederasta?

-Depende, porque si ha sido reincidente, si ha abusado de muchos menores, se le puede sumar la pena de todos ellos. También los agravantes que se puedan meter. Depende del caso en concreto.

¿Los once años de prisión al exprofesor de Gaztelueta pueden marcar un antes y un después?

-Sí. Lo ha marcado. Aunque aún no es una sentencia firme, es una condena ejemplar y le puede servir a muchas víctimas para darse cuenta de que se consigue hacer justicia.