Paulino Arguijo: “El progreso científico permite dominar no solo la naturaleza, sino al propio hombre”
Reflexiona en alto y alerta sobre el precio que la especie humana podría pagar por depender, cada vez más, de las máquinas.
Bilbao - La Humanidad se asoma al abismo. De hecho, lleva tiempo haciéndolo. Los avances tecnológicos y científicos se presentan como la omnipotente tabla de salvación, pero Paulino Arguijo (Madrid, 1953) advierte sobre el alto precio a pagar: “La conciencia y la voluntad”. La libertad, en definitiva. “Quizá no estemos en disposición de cambiar el mundo, pero siempre podremos contribuir a hacer un poco más felices a las personas que tenemos alrededor”, ilustra el autor de Utopía consumada (FreshBook). Porque, como resume en declaraciones a DEIA, incluso el ser humano “más débil puede intentar hacer el bien”. El camino no es fácil pero sí comprometido.
En este libro une, de algún modo, dos de sus pasiones: la ciencia ficción y la filosofía-ensayos. ¿Con cuál se queda?
-En las mejores novelas de ciencia ficción, el relato es inseparable del contenido filosófico.
Alerta ante el hecho de que las máquinas están ganando los espacios más sociales de la vida y de las personas; y eso no puede traer nada bueno.
-¿Cuál ha sido el anhelo más fuerte del hombre desde que tuvo conciencia de ello?
Puff...
-¿No es el deseo insatisfecho de felicidad? ¿Y qué es la utopía? ¿No es la presunción de que en algún lugar o alguna edad del mundo ese deseo se viera al fin satisfecho? El mundo ha ido en pos de las utopías. Su cumplimiento debía justificar los sacrificios pasados. Pero hoy son posibles. El progreso científico permite dominar no solo la naturaleza, sino al propio hombre y organizar el mundo según un plan infalible. Y ahora que la felicidad está al alcance de la mano, caemos en la cuenta del precio que hay que pagar: la conciencia y la voluntad.
¿Deberíamos estar preocupados por las máquinas y la Inteligencia Artificial? ¿O confía en que los avances tecnológicos y los descubrimientos científicos abran una nueva era, más justa?
-Mientras el hombre pudo elegir nunca una sociedad se vio libre de conflictos, que se resolvían en forma de inestabilidad política, crisis económicas, luchas, guerras y, a veces, revoluciones. Lo que podría pasar ahora es que, con el propósito de acabar con estos males, las elites de poder que dirigen el mundo se decidieran a realizar la utopía y emplear la ciencia para subordinar la voluntad del hombre a este fin. Pero esto es lo que los novelistas más representativos de este género denunciaban ya en sus obras: acondicionamiento de los individuos, incluso desde su nacimiento, para que amen el destino que se les impone y cumplan perfectamente la función que les ha sido asignada.
¿Tan malas son las máquinas?
-El mal no está en las máquinas propiamente sino en el uso que se hace de ellas y en el fin al que se las destina. Las utopías son frecuentemente la respuesta a una crisis.
Los pensamientos utópicos son muy ambiciosos, pero también desprenden un cierto tufo a pesimismo antropológico?
-Desde luego. De antiguo se tiene noticia de lugares maravillosos, como las Islas Afortunadas o el Jardín del las Hespérides, a salvo de la infelicidad que reina en el resto del mundo. Esos lugares pueden ser una isla, como Pala, en la novela de Huxley, o un valle entre montañas, como Sangri Laa, en Horizontes perdidos. Son lugares distantes o de difícil acceso. La época de los descubrimientos geográficos, a partir sobre todo del descubrimiento del Nuevo Mundo, conoció una floración de utopías.
¿El género de la utopía debería ser resucitado para la literatura o, de algún modo, esa labor ha sido asumida por organismos internacionales como la ONU, la OMS, la FAO, Unicef,? cuyas declaraciones abogan por transformar el mundo pero no pasan a la acción?
-Siempre la utopía fue un síntoma de salud social, particularmente en momentos de crisis. La novedad de nuestra época posmoderna es la desconfianza que suscita precisamente cuando es realizable y los problemas a que se enfrenta el mundo en forma de crisis económica, luchas sociales, sobrepoblación, guerras, hambrunas? parece que no dejaran otra salida.
¿La utopía es como Marilyn Monroe, esa tentación de lo imposible que vive arriba?
-En la novela Heliópolis de Jünger, hay un personaje desinteresado por los planes de los reformadores del mundo. Para él, el futuro se halla en el instante bien cumplido en el círculo más íntimo. Dime cómo vives con tu mujer, con tus hijos, con tu criada, con tu gato, y te dispenso de teorías. Quizá no estemos en disposición de cambiar el mundo, pero siempre podremos contribuir a hacer un poco más felices a las personas que tenemos alrededor.
¿Tiene alguna preferida ‘La ciudad del Sol’, ‘Señor del Mundo’, ‘Un mundo feliz’,?? ¿Cuál es la suya?
-Entre la destrucción de la naturaleza y del mismo hombre a que le está llevando su comportamiento y el descenso a una condición pre humana, semejante a la de los insectos sociales como las hormigas o las abejas que lleva aparejada la utopía científica, Toynbee señala un tercer camino, como el paso de Ulises por el estrecho dominado por los dos monstruos Escila y Caribdis. Toynbee cree que el hombre puede evitar su autodestrucción sin pagar el precio de descender a una condición prehumana.
¿Cuáles serían sus caminos de mejora en lo cultural, lo social, lo político o lo místico?
-El camino es duro y arriesgado y consiste en hacer el bien libremente. El hombre más ignorante tiene unas nociones de bien y de mal, y el hombre más débil puede sin embargo intentar hacer el bien aunque sea difícil. No es un camino que responda a un programa predeterminado ni que tenga un resultado garantizado, pues el hombre conserva su capacidad de elección, y aunque no sea el que transite la mayor parte de los individuos, cada uno personalmente puede emprenderlo, con independencia de lo que hagan los demás o cuál sea el resultado.
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