La odisea que ha vivido el Aquarius arrastra consigo una marea de indignación que alcanza de lleno a Pasaia. “Se está criminalizando la ayuda humanitaria. Que rescatar vidas sea un delito es de locos”, censuran los tripulantes del Aita Mari, el barco humanitario de Getaria que, en apenas una semana, zapará al Mediterráneo central, el mismo escenario en el que el Aquarius que ha rescatado a 58 migrantes ha vuelto a poner sobre la mesa la titubeante política de la Unión Europea en materia de inmigración, con un acuerdo entre el Estado, Francia, Malta, Alemania y Portugal que finalmente ha llegado in extremis.

La remodelación del atunero vasco ha concluido y el barco ha pasado con éxito las pruebas de navegación durante las cuales el motor del barco se puso a una potencia máxima durante dos o tres horas. También se midió cómo maniobra el timón, y la destreza de los tripulantes en las labores de fondeo, achiques y ejercicios de contraincendio. Todo ello es necesario para que la Dirección General de la Marina Mercante emita el certificado que permita la navegación. A partir de ahí Madrid tiene que dar el visto bueno.

El proyecto avanza. La imagen que ofrece ahora el Aita Mari no guarda relación alguna con el pesquero que fue. Jesús Mari Aizpuru, patrón del buque que durante diecisiete años surcó con sus redes las aguas de Irlanda y Madeira, se rascaba los ojos. Le costaba dar crédito a lo que veía frente a sí. “Esto es otro mundo”, aseguraba junto a su cuñado en la plataforma frente al puente de mando, donde los tripulantes del barco se retrataron para ilustrar el reportaje.

En Getaria toda la emoción se ha desbordado. Se ha hablado tanto sobre el proyecto que todos quisieron conocer al renovado Aita Mari desde dentro. Zarpó hace cuatro meses de Getaria siendo un atunero y, como un adolescente que madura con el tiempo, regresó el pasado viernes a la localidad costera convertido en un barco humanitario que dejó boquiabiertos a los arrantzales que conocieron el buque en otro tiempo. Un barco que tiene hasta su propia “gasolinera” para llenar los depósitos de las lanchas de rescate.

Junto a ella una enorme grúa que ha sido desmontada hasta la última arandela para lanzar al agua dos lanchas. En la cubierta se ve también un carrete gigante que, a modo de molinete, utilizarán para fondear en mar abierto cuando no les dejen llegar a puerto. “Esperamos no tener que utilizarlo por ese motivo, pero no vamos a dar un solo paso atrás. Sabemos que en octubre zarpará también un barco italiano, y hemos oído que hay otros buques de ONG también se van a fletar. El ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, ha dicho que nos va a denunciar, pero nos tendrá de frente”, indicaba a pie de obra el donostiarra Iñigo Gutiérrez, secretario de Salvamento Marítimo Humanitario.

Contrasta la implicación de las instituciones vascas con el creciente rechazo que despierta entre los países de la UE dejar atracar a los barcos humanitarios en puerto. El Gobierno vasco sigue muy atento a la evolución del proyecto, para lo cual ha aportado 400.000 euros con los que se ha podido reformar este barco de 32 metros de eslora. Asociaciones de apoyo a migrantes y ayuntamientos también han aportado su granito de arena.

El mural de los niños

El contexto no es nada halagüeño para el Aita Mari, en una semana en la que el Consejo de Ministros del país transalpino ha aprobado el decreto sobre seguridad e inmigración que lleva la marca personal del líder de la ultraderechista Liga Norte. La nueva medida endurece las condiciones para los solicitantes de asilo, facilita las expulsiones y limita la protección de los inmigrantes vulnerables.

Especialmente mujeres y niños, que van a encontrar en el barco de Getaria una bodega en la que alojarse. Lo harán en el mismo lugar donde hasta hace bien poco se guardaba pescado.

Ese espacio, donde pasarán horas muertas a la espera de llegar a puerto, ha sido decorado con un mural pintado por las zarauztarras Eguzki Egaña y Lore Agirre. “En cuanto nos plantearon la idea nos animamos. Sabiendo que iban a ser ubicadas aquí mujeres y niños, y que las horas tras el rescate se les iban a hacer eternas, se nos ocurrió hacer unos dibujos con animales, tipo cuento, que reflejaran el concepto de la amistad, de manera que las madres puedan narrar a sus hijos durante esa singladura incierta la historia de los músicos de circo que se ven en el mural, con un zorro encima de un hipopótamo, un oso polar y una jirafa. Es una manera de hacerles más amena la espera”, explicaban ayer por la tarde las artistas zarauztarras, con el mural todavía por rematar.

El viernes el Aita Mari regresó a Pasai Donibane. Ahora solo queda el visto bueno de la Dirección General de la Marina Mercante para zarpar al Mediterráneo central y emprender su labor humanitaria. El buque, que cuenta con una capacidad para atender a 150 personas y una tripulación de 18 personas, navegará bajo bandera española y zarpará del puerto de Pasaia “dentro de 10 o 15 días”, una vez completados los trámites necesarios “para garantizar la seguridad del buque y de las personas que viajan en el mismo”.