La discriminación laboral tiene nombre de hombre
En una sociedad en la que se trabaja por aplicar políticas encaminadas a lograr una igualdad entre hombres y mujeres, el género continúa estando, en algunas profesiones, por encima de la profesionalidad Un reportaje de Sandra Atutxa
Que los casos de discriminación laboral en las mujeres existen nadie lo niega, pero que los hombres también sufren en carne propia el rechazo en aquellos trabajos considerados femeninos es una realidad que aflora, principalmente, en empresas del ámbito privado relacionado con la atención domiciliaria y sanitaria.
Aunque la integración laboral de las mujeres y su desarrollo profesional es un objetivo prioritario de las políticas de igualdad de las instituciones vascas, se da la circunstancia de que los hombres denuncian que en algunos trabajos se encuentran con las puertas cerradas.
El bilbaino Oscar Jiménez tiene 50 años, es auxiliar y asegura a DEIA que se siente engañado. El año pasado se apuntó a un curso socio sanitario a domicilio y un año después continúa sin trabajo. “¿Casualidad?”, lanza la pregunta al aire. “Fui el único hombre que hizo el cursillo y me aseguraron que cuando terminase tendría trabajo. Saqué buenas notas e hice lo mismo que mis compañeras, sin diferencias por ser hombre, pero un año después, las que hicieron el curso están trabajando y yo no”, relata. Y añade: “Las casualidades no existen y menos en este caso”, sentencia.
Y es que, según asegura Encarna de la Maza, secretaria de Organización de S atse Euskadi, es tan malo el machismo como el feminismo. Todavía hay ofertas de empleo en los que solo se piden mujeres, y, aunque hay que tener un cuidado especial a la hora de elegir personal independientemente del sexo, todavía en el sector privado los sexos siguen marcando la elección de unas u otras personas. “Hay trabajos en los que los hombres son rechazados. Los roles están demasiado interiozados y eso, por mucho que creamos que las cosas han cambiado, sigue haciendo mella. La discriminación laboral tiene nombre de hombre”, apunta.
En la actualidad en la Sanidad pública ya no se dan casos de discriminación con respecto a los hombres, sí por el contrario, cuando nos referimos a los auxiliares sociosanitarios en empresas privadas de atención domiciliaria. En opinión De la Maza, a la hora de elegir a las personas que atienden en los domicilios, el sexo continúa siendo un elemento discriminatorio. “Hay labores que por cultura parece que solo pueden ser ejercidos por las mujeres... A día de hoy seguimos sin romper esos estereotipos, que nos sigue marcando”, dice.
Resulta paradójico que mientras que las mujeres reivindican disponer las mismas oportunidades laborales que los hombres se sigan dando casos de discriminación en algunos puestos de trabajo cuando quien solicita el trabajo es un hombre. “En las empresas privadas pueden contratar a quien les de la gana... No es legal, y lo saben, pero pueden contratar solo a mujeres excusándose en que los clientes solo quieren ser atendidos por mujeres”.
Sentido común y coherencia Ver a una mujer en trabajos de la construcción, conduciendo un camión o manejando una grúa es algo que, afortunadamente, se asume como normal. Sin embargo, que un hombre atienda a domicilio a una persona parece que no termina de ser encajado. “En el sector privado existe otro inconveniente que no lo pone el dueño de la empresa sino los propios clientes”, asegura Encarna. Según dice, las compañeras que trabajan en el sector de la Sanidad realizan esfuerzos para poner a hombres en las plantas de hospitales y a mujeres en los servicios de urgencias... “Es cuestión de tener coherencia y de romper estereotipos, pero ocurre muchas veces cuando la paciente ve entrar a un hombre para asearla lo rechaza. No pasa lo mismo cuando es un médico, eso sí lo aceptamos”, dice Encarna.
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