SAUBION -Con los brazos abiertos acogió una familia francesa a Milagros, niña vasca manca de ocho años de edad. Llegaba al exilio tras perder la mano derecha y antebrazo, así como a su tía que trató de protegerla bajo las balas de pilotos cazas fascistas del fatídico bombardeo de Durango del 31 de marzo de 1937.

Ochenta años después de aquella ejemplar acción de refugio del matrimonio compuesto por Jeanne y François Saouzanet hacia la durangarra en la ciudad de Landerneau, aquellas personas hospitalarias de Bretaña han dado y contactado con Milagros y su hermana Teresa. Ha podido ocurrir gracias a un reportaje de DEIA y una exposición fotográfica del vasco-chileno Mauro Saravia. Lo han logrado a través del hijo de esta última, Manuel Muñoz, y el poder sin fronteras de las redes sociales. Con ocho décadas de truculenta película a las espaldas han vuelto a recuperar aquella bonita amistad, aunque en un momento en el que la mujer “se está deteriorando” debido a su avanzada edad, lamenta la nieta de aquel matrimonio, Christine Saouzanet, e hija de Christiane André a este diario.

Periódicos galos ya se han hecho eco de este reencuentro, aunque solo haya sido por Internet y teléfono. “¡Estamos contentísimos! ¡No nos lo podemos creer!”, enfatiza agradecido Manu Muñoz Minchero, quien, curiosamente, como su madre, reside en el Estado francés. Milagros, en Hernani.

El hijo de Teresa y sobrino de Milagros muestra una credencial que demuestra que aquella niña llegó el 16 de junio de 1937, tres días antes de que los franquistas entraran con sus aliados en Bilbao. Ella arribó a tierra de paz junto a su familia y tras la calma de aquellos días, retornó la tristeza a la familia: un hermano suyo, que era un bebé, fallecía de una insolación. A continuación, 80 años de recuerdos que por parte de una familia y de la otra han tenido final feliz.

Muñoz recuerda cómo fue el encuentro por Internet. “Un día al mirar el Facebook tenía una solicitud de amistad de Christine Saouzanet. Como no sabía quién era miré su perfil y me sorprendió ver una foto que no conocíamos de mi tía Milagros de niña. La reconocí porque le faltaba parte del brazo. Contacté con Christine y ella me contó que estuvo tiempo intentando localizarnos. Gracias a los artículos escritos en DEIA supo de nuestra historia y pudo ponerse en contacto con nosotros”, subraya con ilusión.

A continuación, llegó el contacto telefónico. La mujer narró que la familia vasca había estado refugiada en Bretaña, en el pueblo de sus padres. “Me dijo que conocía a mi familia y que tenía aquella foto de mi tía cuando era niña. Que sus abuelos tenían un bar y mi tía Milagros solía bailar y cantar allí”, sonríe Manu.

Christine siempre se acordó de Milagros, Teresa y resto de familia acogida. Continuó buscando datos y halló unos documentos que certifican la llegada de los vascos el 16 de junio de 1937 a Plouhinec con los nombres, edad y fecha de varios familiares que en barco atracaron en un bonito pueblo de Bretaña. “Entre ellos está el acta de defunción de mi tío Manuel que falleció de bebé en el campo de refugiados. Estas mujeres nos enviaron también un artículo de periódico en el que aparece una foto de pequeña de mi tía Milagros en julio de 1937. Les estamos muy agradecidos”.

unidas en la desgracia Milagros nació en Pasaia en 1928, y su hermana Teresa en Altza -cuando era municipio- en 1935. Vivían refugiadas en días de guerra en Durango. La primera, residente a día de hoy en Hernani, fue quien perdió su mano derecha cuando sumaba 8 años. La segunda apuraba dos primaveras y en la actualidad, vive en Saubion, Las Landas, Francia. Su padre, Manuel Muñoz El Niño (Villanueva de Tapia, Málaga, 1902) era miliciano del batallón Karl Liebnecht del PCE y luchaba en el frente contra los golpistas y sus aliados internacionales. Llegó el 31 de marzo y el desastroso bombardeo de Durango tras el aviso del general golpista Mola que prometió arrasar Bizkaia, si la provincia no se rendía. Por la tarde, regresó la muerte de los murciélagos -como se autocalificaban- bombarderos y la escuadra Cucaracha de Musolini.

La niña Milagros y Teresa se escondían cerca del cementerio de Santikurutz y cuando huían, arropada Teresa, de corta edad, en el seno de su tía Tere Minchero Rubio, la adulta decidió tirarse al suelo y escudar a las menores. Resultó muerta por las balas de uno de los cazas italianos -y últimas investigaciones apuntan a que también hubo nazis que ametrallaban a aquellos que huían-. Los testigos cuentan aún que planeaban tan bajo que veían “sus caras sonriendo”. “Mi tía estaba hecha trizas. Lo recuerdo todo como si lo estuviera viendo ahora. Fue algo tan duro...”, da testimonio la propia Milagros, nombre de pila que más bien parece un alias por su significado.

“¡Yo ahí renací!”, enfatiza aquella niña que de pronto se vio sin mano, sin tía, al lado de su hermana de dos años mientras los cazas implacables y empecinados continuaban acabando con vidas. “Viéndote en esa tesitura no sientes el dolor”, subraya quien fue llevada por un camión de milicianos a un hospital donde le cortaron la mano derecha y le enviaron en un coche particular a un hospital de sangre militar a la entrada de Bilbao.

Allí le amputaron parte del brazo. “Decidieron cortármelo desde el codo y así he vivido toda mi vida, con ocho hijos que he sacado adelante”, enfatiza. Tres semanas después de aquel 31 de marzo, el 23 de abril mataron a su padre en últimos días de resistencia antes los facciosos en Elorrio. El fallecido, de 34 años, y su esposa Victorina pertenecían a “una familia muy orgullosa de la Segunda República” que se había casado únicamente por lo civil en Pasaia.

intento de evacuación Sin conocer este hecho, el Gobierno vasco quiso que Milagros fuera evacuada a la entonces denominada URSS en el histórico barco Habana. “¡Pero no!”, sorprende la hernaniarra. “Me bajaron del barco porque con la herida fresca no podía hacer aquel viaje. Me dijeron que el mar no era bueno para mi brazo”, rememora.

Teresa no recuerda nada del bombardeo de Durango, pero reconoce el gesto de su tía. “Hay un libro en el que pone que mi tía, a la que llaman Muichero en vez de Minchero, murió en Durango fusilada, pero no es cierto murió a nuestro lado. Milagros y yo estamos vivas por el instinto de ella que murió al tirarse al suelo para protegernos con su cuerpo”, narra quien fue evacuada a Bretaña y contrajo matrimonio en París con un hombre “torturado de guerra” que desapareció y de quien nunca supo su verdadera identidad.

Rebobinando al día del bombardeo de Durango, curada Milagros en un hospital de campaña, las mujeres de la familia viajaron en un barco carbonero inglés a la Bretaña francesa que fue interceptado por el franquista Cervera. “Al ser barco inglés, neutral, nos dejaron seguir nuestro rumbo”, argumenta Teresa. Estando allí, a pesar de la paz, murió otro bebé de Victorina “por una insolación”. Aquella mujer, acabada la guerra no quería volver porque “los alemanes son asesinos, bandidos” y los golpista “decían que los rojos habían quemado Durango y es mentira”, repetía.

En su regreso, los franquistas les dejaron en Irun. Victorina se afincó con los suyos en Hernani. Teresa, tras viajar a París a servir, anidó residencia entre Saubion y Tosse, en Las Landas. Ella es una de las mujeres que componen la exposición fotográfica Emeek Emana de Intxorta 1937 que se compone de retratos de Mauro Saravia que ha recorrido Euskal Herria. Ni la distancia ni el tiempo les ha separado a todos ellos. “Es una verdadera maravilla que esta familia nos encontrara y nos aportara esas fotos de mi tía en Bretaña y credenciales de su paso. Lamentamos que la abuela, quien fue amiga de mi madre y tía hace 80 años, esté enferma. Mantenemos el contacto, agradecidos”, concluye Manuel.