Bilbao - Según fuentes familiares, una trayectoria de compromiso social por las personas y la sociedad vasca es lo que mejor define la vida de Sabin Ipiña, fallecido el pasado 9 de octubre. Es decir, “un trabajo constante de servicio, altruista y de impulso de iniciativas de fortalecimiento de la sociedad civil, adaptadas a las necesidades sociales más apremiantes y los diferentes momentos vitales”, subrayan.

Sabin Ipiña Hormaetxea nació en Ortuella el 29 de agosto de 1934, aunque vivió desde su infancia en Portugalete junto a sus padres, Manuel Ipiña Iza y María Hormaetxea Oregi, así como con su hermana, Mari Carmen. Con el estallido de la Guerra Civil se trasladó temporalmente a Durango con su familia materna donde sobrevivió al bombardeo fascista del 31 de marzo de 1937.

Ingresó en la Escuela de Aprendices de AHV y a continuación estudió para llegar a ser analista químico en la escuela profesional Jesuitak Indautxu. Trabajó en Babcock Wilcox, firma en la que permaneció hasta su jubilación. Como evocan desde el colectivo portugalujo del Mareómetro -del que también formó parte- ya desde sus primeros años de juventud se involucró en la Juventud Obrera Católica, cuya militancia le marcó personalmente ya que, según sus palabras, le “iba haciendo descubrir la realidad en que vivíamos, cuestionarla y comprometernos con otros jóvenes en su transformación”.

Profundamente creyente y seguidor de la Doctrina Social de la Iglesia continuó luego en la Hermandad Obrera Acción Católica y se involucró en la lucha sindical que le llevaría a pasar por la cárcel de Basauri por su militancia dentro del comité de Babcock Wilcox en representación de ELA(a). En ese momento histórico coincidió con el gudari José Moreno, del batallón San Andrés de ELA-STV quien precisamente el pasado viernes cumplió 99 años. “Ipiña fue quien, estando los dos en ELA, me dijo al jubilarme si iba al Elai Alai, a hacerme cargo del txoko... Me dio mucha pena su muerte porque éramos íntimos, le tenía mucho cariño”, enfatiza el deustuarra residente en Portugalete.

“Su inquietud por ofrecer alternativas de educación en valores y de tiempo libre, diferentes de las ofrecidas por el régimen franquista le llevó a ser uno de los promotores del grupo montaña Ganerantz, fundado en 1952”, detallan desde la familia. En esta línea destaca su implicación con el movimiento scout católico, hoy Euskal Herriko Eskautak, del que fue primer delegado en Bizkaia en 1966, destacando su papel en la difusión entre la juventud de Bizkaia y el establecimiento de relaciones, sobre todo con los scout de Catalunya.

Casado en 1961 con María del Carmen Gallastegi, tuvo cuatro hijos: Ander, Aitor, Iker y Eneko.

La preocupación por la cultura vasca y por la educación en valores y en euskera le llevó a participar de la creación de la Sociedad Elai Alai. Esta agrupación portugaluja desarrolló una labor de promoción de la cultura vasca de la que “hoy en día sigue siendo referente”, valoran, y por otra fue el germen del movimiento de las ikastolas en Portugalete y, posteriormente, junto con iniciativas similares de los pueblos de la Margen Izquierda la configuración de la Ikastola Asti Leku de la que fue presidente y “motor fundamental”.

Por el euskara Habla Juan Mari Atutxa, quien le conoció a finales de la década de los años 70 del pasado siglo. “Aun no siendo conocedor del euskara, se volcaba con el euskara en los años en los que todavía no teníamos las competencias de Educación y la delegada del Gobierno de Madrid era Milagros Reyes Menchaca. Fue un gran colaborador en materia lingüística. Lamenté mucho su fallecimiento”, subraya el actual presidente de la Sabino Arana Fundazioa.

La familia destaca su compromiso y preocupación por la enseñanza y por la configuración de un modelo educativo vasco singular que conjugase las exigencias de la escuela pública con un movimiento popular como el de las ikastolas. Todo ello quedó reflejado en su paso por la presidencia de la Federación de Ikastolas de Bizkaia, por el Consejo Escolar de Euskadi y su papel activo en las negociaciones para la integración de las Ikastolas en la red pública.

Desde la Asociación de Padres del Politécnico del Txorrierri, Aspapotxo, Ipiña trabajó por la potenciación de la Formación Profesional en euskara “para facilitar la continuidad formativa en nuestra lengua”, agregan.

Con la llegada de la transición política, participó de las primeras elecciones municipales siendo candidato por el PNV a la alcaldía de la villa jarrillera. “Hubiera sido un gran alcalde de Portugalete si hubiera logrado la coalición con HB, ya que le faltaron muy pocos votos”, echa la vista atrás el exsenador jeltzale Iñaki Anasagasti quien le recuerda como concejal de Urbanismo.

Incansable militante, colaboró con Radio Popular, fue miembro del Consejo de Administración de EITB y del Patronato de la Fundación Sabino Arana.

En la última etapa y tras enviudar se trasladó a Etxebarria, donde residió con su compañera, Juanita Erkiaga, hasta su enfermedad. Una vez jubilado dirigió su energía y compromiso hacia las personas mayores, buscando y reivindicando su papel activo en la sociedad. Así, fue presidente de Nagusiak y propulsor del Consejo Foral de Personas Mayores del que fue presidente hasta que en 2015 un ictus le apartó de la actividad pública.

En estos dos últimos años recibió numerosos reconocimientos por su trayectoria y aportación social: el premio Solidario ONCE 2016, el 60+ del Ayuntamiento de Bilbao, el reconocimiento en la Asamblea de Nagusiak y el galardón Bihotza Sariak 2016, que le fue entregado por el lehendakari Urkullu. Una semana antes de su fallecimiento le fue concedido el premio Utopía de la Diputación Foral de Bizkaia. Participó, además, dando su opinión, en el documental ¿A dónde vamos?, de Marian Gerrikabeitia, alegato para derribar las barreras de la edad.

“Aita fue una persona muy trabajadora y muy comprometida a la vez que muy familiar, preocupado siempre por cuidar mucho de los suyos. Tolerante e integrador era una persona que generaba confianza y que entendía que todas las estructuras, administrativas, políticas o sindicales solo tienen valor en la medida que están al servicio de la sociedad y de las personas que forman parte de ella. Persona de fuertes convicciones siempre defendía sus posiciones desde la serenidad y el respeto”, analiza su hijo Aitor.

Anasagasti le califica de hombre “serio, constante, cercano, trabajador, leal, un señor”; Atutxa le recuerda como “una persona colaboradora en cuerpo y alma”, y el gudari Moreno, por su parte, le agradece “todo lo que hizo por mí. Era un hombre muy activo, una bella persona”.