Rescate en Zestoa: “Decenas de voluntarios dieron lo mejor”
Diego Dulanto describe el rescate del espeleólogo que se fracturó una pierna tras caerse en una cueva de difícil acceso en Zestoa, gracias a la acción de setenta especialistas que estaban de simulacro
donostia - El suyo es un perfil difícil y muy valioso al mismo tiempo. Pese a sus 62 años, mantiene un físico esplendoroso. “Una cosa es la edad biológica y otra la edad física”, bromea. Lleva casi 45 años colándose por grietas bajo tierra, imparte cursos de espeleosocorro, donde “tratamos de formar a la gente lo mejor posible” y “les explicamos qué errores hemos cometido en anteriores intervenciones para que no se repitan y cuáles son las peculiaridades de la atención médica en condiciones difíciles”, explica.
Diego Dulanto se encontraba participando en el simulacro anual que hacen los grupos de espeleosocorro vasco, en la sima de Ormazarreta, en la sierra de Aralar. Cuando sonó su móvil pensó que le estaban gastando “una broma”. Pero no. Tenían un caso real. Un hombre de 43 años se había roto una o dos piernas en el interior de una cueva de difícil acceso en Zestoa. Había que rescatarlo.
Bajaron lo más rápido que pudieron a Baraibar, donde tenían sus vehículos y condujeron 80 kilómetros hasta Zestoa. Lo suyo es “voluntariado puro y duro”, asegura, como el de decenas de personas que formaron parte del contingente de 70 efectivos que logró sacar de la cueva de Hamabi Iturri al espeleólogo de Zestoa.
Este médico vizcaino del hospital de Basurto y espeleólogo es el mayor experto en rescate en cavidades de todo el Estado español. Llegó junto al herido, 300 metros al interior de la cueva, a las diez de la noche del sábado. No se movió de su lado hasta las 8 de la mañana, cuando fue trasladado al hospital, donde se recupera.
“Ni yo ni ninguno de los que estábamos allí ha dormido nada. Esto es algo muy normal en rescates de estos. Suelen ser lugares de difícil acceso y la estancia se puede prolongar. En este caso fueron 14 horas pero pueden llegar a ser hasta diez días en casos especiales. Aunque no había mucha altura, había dos pasos estrechos por los que no pasaba la camilla. Si llega a estar solo...”, apunta.
Los espeleólogos saben que su actividad conlleva un riesgo y por eso operan acompañados. “Lo ideal es ir en grupos de tres o cuatro, al menos, y cuando sucede un accidente así, que uno salga afuera para avisar al 112 y otro se quede dentro acompañando al herido. Son situaciones que generan angustia”, dice.
En sus 45 años de experiencia, Dulanto asegura que ha participado en “más de 20 rescates de este tipo”, que son “muchos”: “El más complicado que recuerdo fue hace como 20 años y tuvimos que rescatar a una francesa en una cueva de Cantabria, que fue bien complicado. Si no hubiéramos ido, habría fallecido. En Aragón también recuerdo casos difíciles con fracturas de fémur”, relata.
“coordinación y disciplina” Estos rescates suponen auténticos ejercicios de “coordinación” porque participa mucha gente: “A cada persona se le asigna lo que tiene que hacer y suele haber mucha disciplina. Todas las personas son importantes. Yo me ocupo de la parte médica, que junto con el coordinador de rescate, asumen toda la responsabilidad. Nuestras decisiones son vinculantes”, relata.
Como Dulanto, otros muchos espeleólogos participaron en el rescate como voluntarios. “No cobramos ni un euro. En un mundo hedonista como es este, en el que nadie hace nada sin pedir nada a cambio, esto es una cosa muy importante. Hay profesionales como gente de la Ertzain-tza y de socorro vasco, que hacen una gran labor, pero hay otra parte que es gente que ha acudido sacando lo mejor de sí mismo con la única satisfacción de que un compañero herido salga bien y pueda, al cabo de unos meses, volver a practicar esta actividad”, añade.
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