bilbao - Nuria González, psicóloga de formación, lleva once años coordinando proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Zimbabue, Palestina, Uganda, Níger, Sudán y Colombia. Ahora está de regreso de la República Centroafricana, país en el que el 20% de la población sigue fuera de sus casas tres años después de que estallara la guerra civil y donde ha sido “todo un reto trabajar”.

Incluso con la crisis, Médicos Sin Fronteras ha conseguido aumentar en un 30% su presupuesto. ¿Cuál es el secreto?

-La base de apoyo de MSF es bastante leal y solemos rendir cuentas a todos nuestros socios de cómo empleamos el dinero. Además, la relación con los socios es bastante intensa ofreciéndoles información continuamente, lo que puede ayudar a que esta base de socios no se pierda. Por otra parte, crisis tan terribles como la del ébola y las acciones relacionadas que hicimos, o el ataque a nuestro hospital de Kunduz, en Afganistán, tuvieron una repercusión mediática muy importante.

¿Cómo comenzó su andadura en la cooperación?

-En temas de voluntariado social llevó desde que era muy joven, desde los 18 años. Después, hice mis estudios en Psicología y un máster en Administración de Empresas en el extranjero. Al regresar aquí me decidí a comenzar con mi carrera profesional. Quería combinar ambos elementos. Investigué aquellas ONG que estaban trabajando en otros países, porque al hablar diferentes idiomas ya estaba cualificada para poder trabajar fuera. Entre las que me recomendaron estaba MSF, presenté mi curriculum y de eso hace ya 11 años.

Ha trabajado en proyectos en Zimbabue, Palestina, Níger... ¿Cuál es el que recuerda como un reto?

-Cada uno de ellos presenta un reto de una u otra manera, pero yo diría que Sudán fue un proyecto que se desarrolló en un contexto en el que era muy difícil trabajar por todos los bloqueos y dificultades de acceso que teníamos. Ese sí que me marcó por lo difícil que era llegar a aquella población.

En cuanto a la gran crisis de los refugiados, ¿cómo les está acogiendo la población europea?

-La situación de los refugiados es un grave problema. Después de la Segunda Guerra Mundial este es el año en el que tenemos más personas desplazas o refugiadas por conflictos. ¿Dónde están todos los mecanismos que se pusieron en marcha para mantener el orden? El cómo responde la población varía de lugar a lugar; aunque es cierto que entre la gente hay un deseo de aceptarles, a nivel político no lo hay tanto. MSF es muy crítica con el acuerdo con Turquía, y es que tenemos que pensar que en algún momento de nuestra historia también hemos sido refugiados.

Se podría decir, entonces, que Euskadi es referencia a nivel de cooperación.

-La sociedad vasca sí que tiene una sensibilidad especial hacia la solidaridad. La cantidad de socios, de sus apoyos, del interés que muestran... así lo reflejan. No obstante, cuando se hacen actos observas que la mayoría de gente es de una determinada edad y yo llamo a los miembros más jóvenes de la sociedad a que participen y se involucren, porque al fin y al cabo esto va a tener un impacto en su futuro.

¿Cómo sería un mundo sin Médicos Sin Fronteras?

-Nosotros soñamos con ese mundo en el que MSF no tuviera que estar trabajando. Sería un mundo en el que el sufrimiento de mucha gente habría desaparecido. Sería un mundo maravilloso.