Bilbao - El debate sobre las energías renovables es una polémica que todavía permanece abierta. Precisamente, cómo abordarlo fue uno de los temas que se trataron durante una jornada de análisis organizada por el Basque Centre for Climate Change (BC3). El objetivo: exponer los resultados del proyecto de investigación internacional Cecilia2050. Christoph Böhringer, uno de los cuatro miembros de la Comisión de Expertos en Investigación e Innovación del Gobierno alemán y colaborador estable con el BC3, participó en ellas hablando sobre cómo enfocar políticas energéticas adecuadas.
¿Cómo se puede hacer frente a las emisiones de CO2?
-Hablando desde las medidas políticas, hay que tener en cuenta tres dimensiones. La primera tiene que ver con que las grandes potencias, como la UE, empujen al resto de los países a formar coaliciones contra el cambio climático. En segundo lugar, es importante cumplir los acuerdos a los que se llega, porque de lo contrario el problema sigue igual. Y por último y muy importante para que las dos anteriores dimensiones se puedan llevar a cabo satisfactoriamente, hay que alcanzar estos objetivos al mínimo coste. De lo contrario, tanto las empresas como la sociedad no se vincularán con estas medidas y esta visión de futuro. De ahí la importancia de diseñar políticas adecuadas para resolver el cambio climático.
¿Cómo valora la actuación de la UE?
-En las dos primeras dimensiones, positivamente. La UE se ha adherido a los acuerdos internacionales, como el Protocolo de Kioto (1997), y además ha cumplido su promesa: si para 2020 estaba estipulada una reducción del 20% de las emisiones de carbono respecto a 1999, a 2015 ya hemos bajado un 23%. Sin embargo, en la tercera dimensión todavía tenemos que mejorar.
¿Por qué?
-Dentro de los cambios implementados por la UE para reducir las emisiones se encuentra el Mercado del CO2. Afecta a todos los Estados miembro y está consiguiendo de manera bastante exitosa reducir emisiones a un bajo coste. Como cualquier otro mercado, se adapta a la oferta y a la demanda: cuando hay un boom económico los permisos se vuelven más preciados, mientras que cuando hay una depresión, como ahora, el precio baja. Llegados aquí, algunos piensan que este abaratamiento de los permisos supone una amenaza para la investigación en energías renovables, una de las facetas que nos vuelve más competitivos y que reduce costes a largo plazo. La razón: al ser más bajos los precios de los permisos de emisión, a algunas empresas les sale más rentable comprarlos que investigar.
¿Y usted qué opina?
-Es verdad que el mercado de emisiones tiene cierta volatilidad, pero de cualquier manera, ya suban o bajen los precios, el número de emisiones está previamente limitado por el organismo correspondiente. Y además, en algunas ocasiones, la bajada de los precios es consecuencia, paradójicamente, de algunas políticas de apoyo a las energías renovables y a la eficiencia energética. Las emisiones no cambian, pero el coste sí. Por eso siempre recalco la importancia de una transición equilibrada a las energías renovables. Un sistema energético basado al cien por cien en fuentes alternativas es viable a largo plazo, pero no a corto.
Ahora mismo en Alemania se está llevando precisamente una transición energética. ¿Considera que es un buen ejemplo a seguir para Euskadi?
-Personalmente estoy de acuerdo con la transición energética de mi país, pero no con la velocidad. Pienso que se está yendo demasiado deprisa y ello está encareciendo el precio de la electricidad. Por tanto, sí y no. Todavía hay que pulirlo.
¿Cómo ha afectado el caso de Volkswagen a las emisiones europeas de CO2?
-Este escándalo ha sido el toque de atención que nos indica que todavía tenemos que seguir mejorando. La consecuencia lógica es que, de ahora en adelante, los organismos reguladores alemanes sean más estrictos a la hora de detectar esta clase de prácticas.
¿Cree que las políticas de la UE serán suficientes?
-Europa no puede salvar al mundo por sí sola. Respecto a las emisiones globales, solo generamos un 10% y seguimos reduciendo, mientras que en el resto de los continentes se tiende a la alza. De ahí la importancia de la primera dimensión que decía.
¿Qué consejos ofrece a Euskadi en materia de innovación?
-Principalmente, que acerque su cifra de I+D al 3%, y si la supera mejor. La opción que barajamos en Alemania, por ejemplo, es dividir dicha inversión a partes iguales entre el Estado y la industria. Pero no basta con invertir; también hay que tener en cuenta en qué hacerlo. En este aspecto, considero que no hay que dirigir el capital en una dirección concreta, sino que fluya hacia donde surjan proyectos innovadores y, sobre todo, invertir en ideas arriesgadas. Todo ello sin dejar de lado a las pequeñas y medianas empresas, ayudándolas, y tratando que esa cadena de valor que se genera se quede en el territorio. Esa es la clave.