Hasta 72 horas. Eso es lo que puede durar una fiesta Chemsex, en la que drogas y relaciones eróticas se combinan a lo largo de todo el fin de semana. Sin parar, sin comer, sin dormir. Según Marco Imbert, coordinador de la Asociación T4 de lucha contra el sida, esta nueva tendencia en auge entre los colectivos gays ya ha aterrizado en Euskadi. “Casos directos no conocemos, pero a través del seguimiento que realizamos en las redes sociales sí que hemos encontrado diferentes invitaciones a este tipo de fiestas”.
Originario de Gran Bretaña, donde está siendo analizado por las autoridades sanitarias debido al temor de que conlleve un repunte del contagio del virus del sida, el Chemsex -Chemical sex o Sexo químico, si se prefiere- es un fenómeno social que ya se ha asentado en Madrid y Barcelona y que empieza a llegar a Euskadi. A diferencia de anteriores tendencias, esta no se da ni en pubs, ni en discotecas ni en lugares públicos, sino en apartamentos y casas particulares. “Precisamente, porque ocurre en el ámbito de lo privado, es muy difícil de hacer un seguimiento y de realizar una intervención directa”, comenta Imbert.
Además, la manera de acceder a estas quedadas también es complicada. Por lo general, el anfitrión convoca a sus invitados a través de aplicaciones móviles como Grindr, Amo o Bender. “Pero no avisan a cualquiera, porque son listas cerradas elegidas por el organizador”, explica Imbert. Por ello, utilizan diferentes tipos de códigos, todos ellos muy privados y discretos. “En la invitación puede poner que te invitan a hacer un bizcocho, pero los que manejan el código saben que no se refieren a eso”.
En cuanto al perfil de los asistentes, Imbert comenta que hay de todo, tanto jóvenes como gente de mediana y avanzada edad. “Lo que más mueve estos encuentros son las nuevas drogas, que son las que permiten estar todo un fin de semana manteniendo relaciones eróticas sin parar”.
En opinión de Imbert, estas fiestas pueden resultar bastante peligrosas para la salud. “Para empezar, por las sustancias que se utilizan”. Entre ellas destacan la mefedrona y la metanfetamina de cristal. La primera es una droga estimulante que permite mantener al consumidor despierto más de 72 horas seguidas. La segunda, en cambio, actúa como desinhibidor y estimulador erótico. “Ese es uno de los grandes problemas, que para sentir placer y aumentar la erótica y el morbo necesitan de la droga y se terminan volviendo adictos a ella”. Otras sustancias que también tienden a aparecer en estas quedadas son la flakka, el éxtasis o la cocaína. “En vez de servir pintxos para picar, en estas fiestas hay drogas para tomar”.
Todo esto, explica Imbert, hace que uno pierda su voluntad y su juicio, no siendo consciente de los riesgos que pueden suponer estas fiestas eróticas. “No hablo solo del VIH, sino también de todo tipo de enfermedades de transmisión genital”. Gonorrea, sífilis, clamidia. “Como todos participan en la misma intensidad, no hay nadie lo suficientemente cuerdo para percatarse de estos riesgos.
Y por otra parte, más allá de la adicción a las drogas y las enfermedades de transmisión genital, Imbert también menciona que estos encuentros dejan al descubierto una adicción a las relaciones eróticas. “Han quemado otro tipo de drogas y formas de obtener placer y ahora siempre necesitan más y piden más”. En este caso, el Chemsex.
Con el fin de volver en la medida de lo posible estas prácticas más saludables, Imbert propone que haya la posibilidad de asistir a algún lugar donde recibir asesoramiento sobre los tipos y cantidades de estas drogas y que existan testeos gratuitos de las sustancias que se van a ingerir. “Al menos así tomarán drogas en buen estado, sin que estén contaminadas con aditivos, que son los que las vuelven todavía más adictivas”. Y también recuerda a los participantes de estas fiestas que utilicen el preservativo.
Pese a todo, Imbert asegura que en Euskadi esta tendencia todavía está teniendo una acogida muy reducida. “Como la comunidad gay vasca no está tan asentada como la de Barcelona o la de Madrid, estas tendencias suelen tener un efecto menor y más discreto en el País Vasco”. Algo similar sucedería con fenómenos como el cruising, una práctica de ligoteo y relaciones eróticas casuales entre hombres que se da en lugares públicos como los baños del Corte Inglés de Bilbao y de la estación de Renfe en Abando, en el parque de Doña Casilda o en el alto de Santo Domingo, entre otros. Desde asociaciones como T4, recuerdan que se disfrute de las relaciones eróticas con cabeza y con las medidas de protección adecuadas.