UN remolcador tiraba del bacaladero, que enfilaba la bocana para perderse poco después hacia la costa canadiense. La maniobra del arrastrero Arosa Nueve no pasó desapercibida ayer a mediodía en el puerto de Pasaia. El barco se perdía rumbo a Terranova mientras viejos pescadores intercambiaban opiniones en torno a la tragedia que sacude a Galicia de nuevo. Un naufragio como el del pesquero Mar de Marín, que por el momento se ha cobrado tres vidas en la ría de Vigo, es un duro golpe que encajan a partes iguales quienes se echan a la mar. La colisión del arrastrero con el Baltic Breeze, un mercante que se ha dejado ver en más de una ocasión por el puerto pasaitarra, estaba en boca de todos en el muelle guipuzcoano. "Es difícil que en Pasaia un barco vaya a pique como ha ocurrido en el puerto vigués", comentaban dos arran-tzales de ojos escrutadores.

La tragedia convertía en ejercicio de precisión lo que no es más que una práctica rutinaria. Ya sin ayuda del remolcador, Arosa Nueve navegaba hacia las aguas del Atlántico Noroeste bajo la atenta mirada de Félix, un experimentado patrón que acumula más de tres décadas de trabajo como práctico y remolcador. "Ha tenido que ser un descuido o una avería, porque la atención al timón en este tipo de operaciones es plena", confesaba el patrón, ya retirado. Los buques fondean en la rada, al lado de la bocana, como barcos adormecidos mientras esperan indicaciones. Es el escenario de los mercantes que navegan a pocas millas del puerto guipuzcoano, cuando aguardan las instrucciones de control portuario, el puesto de mando que les autoriza si deben entrar inmediatamente o, por el contrario, aguardar a que esté lista la carga. "Sitúese en posición, que le abordaremos en breve". El barco debe levantar el ancla cuando llega la orden del puesto de control.

En Pasaia, el canal de prácticos comienza a operar hacia las tres o cuatro millas de la costa. Todo el mundo conoce su cometido. La ría de Vigo es inmensa en comparación con la bocana de Pasaia, por lo que resulta aún más sorprendente la colisión que, por el momento, se ha saldado con tres muertos y dos desaparecidos. "De hecho, el puerto de Pasaia es mucho más complejo, tiene una bocana estrecha. En Vigo el arrastrero Arosa Nueve que acabamos de ver no habría necesitado ser remolcado. La maniobra de atraque en Pasaia es complicada porque el puerto es pequeño, y al ciabogar hace falta ayuda", explica.

Asegura el experimentado patrón que no ha conocido en Pasaia un caso similar. "Sería algo improbable", sostiene, aunque sustos ha conocido unos cuantos. "Ha habido buques que se han quedado sin máquina a la entrada del puerto y han embarrancado", rememora Félix.

El accidente más reciente en la costa vasca fue el sufrido por el barco Astelena, que se hundió en aguas de Bermeo. El suceso ocurrió a primera hora del pasado jueves 27 de marzo, cuando el arrastrero se encontraba pescando verdel cerca de la isla de Izaro. Un contenedor que se encontraba a la deriva se opuso en su camino. A causa del golpe, entró agua en la sala de máquinas del pesquero y la tripulación pidió ayuda al ver que corría riesgo de hundirse. Acudió en su auxilio el patrullero de altura Ría Nervión, de la Guardia Civil, que se encontraba en el cabo de Matxitxako haciendo inspecciones de pesca.

Otros casos recientes no han tenido precisamente un final feliz, como el naufragio ocurrido en la costa asturiana hace veinte días, con otra tripulación gallega. "Ha sido una fatal coincidencia". Así lo expresó ayer la consejera de Medio Rural y Mar de la Xunta de Galicia, Rosa Quintana, quien descartó que haya elementos comunes entre las tragedias del Santa Ana, hundido en la costa asturiana el 10 de marzo, y el Mar de Marín.