Bilbao/Muskiz/Getxo/Bermeo. Las previsiones meteorológicas dieron en el clavo. La alerta roja estaba activada. La población prevenida y todos los servicios de emergencia en guardia. Pero nada se pudo hacer frente al poder de la naturaleza que, en forma de olas de hasta trece metros de altura, devoró la costa vasca. Ese estado de tensión quizá evitó que se produjeran víctimas mortales, como la del joven senegalés que fue aplastado por una ola a principios de semana en el puerto de Ondarroa. Pocos recuerdan una tempestad de las proporciones que mantuvo en vilo a los pueblos y ciudades del frente costero vasco, provocando numerosos daños materiales.

Donostia y Bermeo fueron la zona cero de la furia de la mar. La coincidencia de olas gigantes (de 13 metros a 16 millas de la costa donostiarra) con la pleamar y las mareas vivas hicieron de esta marejada la tormenta perfecta. Pese a las precauciones, el embate de la mar fue mayor de lo esperado en Donostia, como demuestran los daños registrados en los cuatro puentes del Urumea, tres de los cuales (emplazados río arriba) perdieron varios metros de sus barandillas. La mar se adentró en la Parte Vieja en forma de riada de más de un metro de altura. El puerto donostiarra y los bajos de La Concha también sufrieron cuantiosos daños, destrozos que se extendieron por otras localidades guipuzcoanas como Orio, Pasaia, Zumaia, Deba y Zarautz.

En Bizkaia el fuerte oleaje destrozó varios tramos del muro de hormigón que protege el puerto pesquero y deportivo de Bermeo, donde una de las partes del espigón se derrumbó por la fuerza de la mar, dejando desprotegidas varias de las lonjas donde los pescadores guardan sus aparejos.

Enviando olas de hasta siete metros, los puertos de Mundaka, Elantxobe, Lekeitio y Ondarroa tampoco se libraron de la violencia del Cantábrico. En Ondarroa la mar alcanzó a 27 vehículos aparcados en una zona portuaria, donde las olas generaron diversos desperfectos menores en las instalaciones. En Lekeitio la estampa fue parecida. Los pocos pesqueros con base en la dársena se prepararon para lo peor y pudieron salvar la noche. Ambas localidades requirieron la atención de los efectivos del parque de bomberos de Markina-Xemein.

Diferente era la imagen de ayer a la mañana en el paseo que enlaza la localidad con la playa de Karraspio, en la vecina Mendexa. La inusitada fuerza de la mar provocó en derrumbe de medio centenar de metros de paseo, cuya acera y mobiliario terminaron a nivel del arenal. Tras una primera valoración, técnicos de la Diputación de Bizkaia evaluarán hoy los daños. Ayer, el diputado de Medio Ambiente, Iosu Madariaga, se acercó a la playa mendexarra. El alcalde de la localidad, Jesus Anakabe, confiaba en que el desplome "pueda estar arreglado para verano", si bien anunció que comenzarán "a trabajar desde ya" para lograrlo.

Busturialdea

Daños importantes en Bermeo, Mundaka y Elantxobe

Mundaka y Elantxobe también vieron cómo el fuerte oleaje causó daños de importancia en sus puertos. Se cayó parte del muro de la Talaia por efecto del oleaje, se hundieron cinco embarcaciones y un pantalán se rompió y terminó a la deriva en la mar. Asimismo, varias lonjas ubicadas en Artza resultaron anegadas por la crecida. El temporal dejó, en ese punto, otra imagen impactante. Una embarcación apareció en la plazuela contigua, en seco, a varios metros de la mar. En Elantxobe -como en los últimos temporales- el club de remo sufrió daños, igual que varias instalaciones portuarias, las lonjas y establecimientos hosteleros ubicados en primera línea de la mar.

Ezkerraldea

"Hemos encontrado quisquillas vivas en el comedor del bar"

La noche del sábado al domingo no fue nada fácil en el pequeño núcleo de Pobeña (Muskiz), donde sus habitantes se vieron afectados por el oleaje que, procedente de la playa de La Arena, remontó el río Barbadun para infiltrarse en el arroyo Valle y llegar hasta sus casas (situadas a más de 300 metros de la desembocadura). Bares, viviendas, txokos y sótanos, ubicados en la calle Pobeña fueron presa del agua, que desde las 04.30 horas remontaba el pequeño arroyo haciendo inútil la escollera de piedra levantada en su cauce hace varios años para evitar las avenidas de la pleamar.

Tampoco la pasarela que une el pueblo con la playa de La Arena se libró. Y las dos últimas placas de hormigón que se asentaban en el arenal acabaron cediendo al horadar el agua la base donde se sustentaban, lo que obligó a cerrar la pasarela diez meses después de concluir su rehabilitación integral. "Hay algunas de las barandillas que se mueven pero la obra nueva no ha sufrido desperfectos al menos a simple vista", comentaban algunos vecinos que se acercaron poco antes de que la Policía local instalara un vallado para impedir el acceso al puente.

Tampoco se libró del embate del oleaje la residencia de ancianos ya que las olas derribaron parte de las barandillas que cierran el muro que da al Barbadun. Ni siquiera la conocida caseta de los patos que se alzaba junto al puente cercano a la iglesia de San Nicolás pudo con el empuje del agua y acabó desapareciendo aguas abajo, hacia la mar, junto con buena parte del lecho del río que pasó de ser una angosta V a una imponente U con más de 10 metros de anchura.

"No habíamos conocido una cosa así en la vida", relataba un vecino de 74 años mientras indicaba la marca de agua que a unos sesenta centímetros del suelo había dejado el temporal en su fachada. "En el comedor he encontrado hasta quisquillas vivas", relataba la propietaria de un bar de los más afectados por la riada.

Eskuinaldea

La boya de Azti aparece flotando en La Salvaje

El día comenzó a despuntar en Eskuinaldea con olas en mitad de El Abra y la boya de Azti que mide las olas flotando a kilómetros de distancia de su ubicación habitual, en la playa de La Salvaje cuya cuesta de arena fue engullida por la fuerza del agua. La mar arrastró todo cuanto pilló a su paso: duchas, farolas, mobiliario urbano, afectando a numerosos negocios y escuelas de surf, como la de Peña Txuri de Sopela. Getxo también sufrió la voracidad de la mar. Las paredes de agua llegaron hasta el paseo de Ereaga, saltando vallas y derribando sin piedad varios tramos del muro próximo al Puerto Viejo. La marea llegó a introducirse en los baños públicos del paseo marítimo, el puesto de la Cruz Roja, la oficina de turismo -inaugurada hace menos de seis meses- y el Hotel Igeretxe. "La cafetería se ha llenado de agua", aseveraba una de las empleadas del local hotelero, cuyos jardines también resultaron muy afectados.

Y es que la mar trajo consigo rocas, arena, arbustos, maderas, porquería y mucho barro. "Desde las seis de la mañana hasta la tarde" tuvieron que estar limpiando los aledaños del Igeretxe. Los servicios de limpieza municipales también trabajaron con ahínco para que el paseo de Ereaga, lleno de todo lo que arrastró la mar, retornase a la normalidad lo antes posible.

El Puerto Viejo, que al igual que parte del paseo de Ereaga y las playas de Arrigunaga y Azkorri, permaneció cortado al tránsito de peatones desde las 15.00 horas del sábado, también fue víctima del temporal marítimo. El alcalde getxotarra, Imanol Landa, y varios concejales, visitaron los lugares afectados de un municipio que ya ha sido maltratado en otras ocasiones por el desbordamiento del Gobela.