J. V.: Hay algo que deberíamos tener claro de partida: aunque hay relaciones que duran toda la vida, no siempre ocurre así. La ruptura no es algo excepcional.
I. Q.: No, más bien es una constante en la vida. Una de cada tres parejas se separan. Es un tránsito doloroso y complejo. Las otras relaciones, las que duran toda la vida, siguen siendo muchas y, como hemos dicho más de una vez, su duración es producto del trabajo diario, de la dedicación.
J. V.: Claro que mientras la relación está viva, tampoco podemos estar pensando en que un día se acabará. Podría ser la profecía que se cumple a sí misma.
I. Q.: Hombre, las relaciones las creamos las personas y tal y como está formulada la pregunta, parece que pudiesen tener vida propia. Las relaciones, insisto, las creamos y las destruimos nosotros y cuando expresamos desconfianza hacia ellas, lo que estamos transmitiendo es una falta de confianza en nuestras propias posibilidades. Cuando algo se construye con ilusión, y las relaciones duraderas se construyen de esa manera, no ha lugar a dudas. Si las hubiese y se expresasen, entonces sí que entraríamos en el riesgo de un fracaso por miedo y se podría dar el supuesto de la profecía autocumplida.
J. V.: Son comunes los finales por una causa, digamos, traumática, como una infidelidad, comportamiento agresivo... Sin embargo, sin necesidad de que ocurra nada especialmente grave, hay relaciones que se van gastando. Simplemente, no se siente lo mismo por la otra persona.
I. Q.: Bueno, aquí también debemos precisar que no hay dos parejas iguales. Hay algunas que tienen un concepto muy laxo de lo que es la infidelidad y no contemplan las rupturas por esta razón. En lo del abandono del cuidado, tampoco. La peor forma de abandono del cuidado de la pareja es el silencio. Hay relaciones a las que se les deja de dedicar cuidados y que se dejan discurrir en medio de un silencio extremo al cabo del cual se acaba la atracción, el deseo, la complicidad y todo aquello que mantiene una relación. Se pasa de la rutina -recordemos: bendita rutina- al tedio. Respecto a lo de la agresividad, eso no se puede tolerar en ningún caso y es una causa de finalización inmediata de una relación. La agresividad sigue una escalada imparable y la mejor manera de neutralizarla es cortando la relación tras la primera agresión verbal y/o amenaza.
J. V.: ¿Cómo actuar en esos casos de desgaste? ¿Se deja pasar un tiempo a ver si todo vuelve a ser como antes? ¿Se corta por la tangente?
I. Q.: No es fácil responder a esta pregunta porque, como decía unos párrafos más arriba, no hay dos parejas iguales. Lo ideal sería actuar, no dejar que el tiempo pase sin hacer nada porque el tiempo, en sí mismo, y a pesar de lo que se dice, no cura casi nada. Hay que tejer de nuevo las relaciones y las complicidades para pasar a otro episodio de la vida de esa pareja. A pesar de que lo ideal es otra cosa, hay gente que corta por la tangente.
J. V.: Mantener indefinidamente una situación así empeora las cosas, me temo.
I. Q.: Si, así es. Todo lo que se abandona termina perdiéndose en el sentido estricto de la palabra. Suele ocurrir que hay personas que no soportan la idea de romper una relación y hacen cualquier cosa por no aparecer en público con esa noticia, pero en las relaciones mal avenidas el deterioro suele ser un secreto a voces. Cuando algo no funciona, hay que tomar las medidas que hagan falta, en primer lugar destinadas a buscar una solución a la pareja, y si esto no es posible, buscar una solución a los individuos.
J. V.: De todos modos, no es nada fácil explicarle a alguien que ya no le quieres... por lo menos, como un día le quisiste.
I. Q.: Pues la verdad es que aquí también habrá diferencias según quién sea el actor, pero a mí, por lo menos, no me parece fácil llegar a esa conclusión y ya más difícil todavía explicarlo. Esta dificultad es máxima cuando quien escucha la confesión, que normalmente no suele quedarse a gusto, no asume algo de este calado y se resiste a aceptar lo que le están exponiendo.
J. V.: Y en el otro papel, tampoco es fácil aceptar que se ha dejado de despertar los mismos sentimientos en la otra persona.
I. Q.: Eso suele ser más doloroso. En estas situaciones siempre queda la idea de que alguien pierde y perder es algo que no gusta a nadie. Toda pérdida obliga a elaborar un duelo y el de las relaciones terminadas es uno de los más dolorosos y difíciles que existe.
J. V.: ¿Tiene sentido empeñarse en recuperar el amor que te han dejado de dispensar?
I. Q.: En el tema del amor llega un momento en que la razón no suele ser la protagonista principal y hay quien, como tú dices, se empeña en recuperar el amor perdido. Aquí pasan varias cosas y yo destacaré dos. La primera, que ser partícipe del abandono de una relación y una vez acabada, querer dedicarle lo que hace tiempo que no se ha hecho, es como el individuo que tiene una grave enfermedad como consecuencia de cometer excesos y deja de cometer excesos cuando lo que padece ya no tiene remedio. La segunda, que a veces las personas que toman una decisión difícil necesitan un poco de espacio y aire para respirar y aclarar dudas. Si se atosiga a una persona queriéndole convencer de que ha cometido un error, lo más probable es que se aleje todavía más.
J. V.: ¿Se puede evitar que la fase siguiente a la ruptura se contamine de resentimiento, inquina y a veces, directamente odio?
I. Q.: Hombre, hay parejas que lo consiguen, pero con mucha frecuencia y desgraciadamente, no. Ya se sabe que los extremos se tocan y que hay un giro de tuerca del amor al odio. Están cercanas, y ambas son pasiones. Aunque hay relaciones civilizadas tras las rupturas, es muy difícil ser amigos cuando se ha estado enamorado y se ha expresado ese amor hasta en la intimidad. Los que lo consiguen tienen mucho mérito.
J. V.: Un mensaje en positivo: por dolorosas que sean, las rupturas pueden superarse.
I. Q.: Sí, el ser humano tiene una capacidad de adaptarse extraordinaria y esa idea que suelo decir yo de que no estamos en el mundo para 15 días, suele valer y cuando se mira al futuro (la semana pasada hablábamos de esto), lo inmediato es lo que nos mantiene.
Aunque el llanto es amargo, piensa en los años que tienes para vivir"
(Pablo Milanés)