J.V.- Te he escuchado decir en más de una ocasión que las rutinas no tienen por qué ser obligatoriamente malas, incluso que son necesarias?
I.Q.- Sí, suelo decir que solo nos damos cuenta del valor de la rutina cuando la perdemos, que suele ser porque algo va mal. Los momentos son nuestros y no son más o menos trascendentes. Somos nosotros los que los hacemos trascendentes y esos rincones de previsión que son los momentos rutinarios suelen ser soberbios si nos aplicamos. Rutina no es sinónimo de aburrimiento.
J.V.- Pero nuestra vida tampoco puede ser una repetición en bucle de acontecimientos absolutamente previsibles. Todos los días gallina, ya se sabe?
I.Q.- Es que eso es aburrimiento. Y ya te he dicho que no es un sinónimo de rutina.
J.V.- ¿Cómo consigo encontrar motivador un acto cotidiano, algo que hago todos los días?
I.Q.- Pues haciéndolo siempre de manera que algo sea distinta y que tú mismo seas consciente de esa diferencia. Esto de mejorar, o de servir, es algo atractivo si nos aplicamos. Es difícil que nos toquen momentos excitantes y novedosos y menos, todos los días. Tenemos que ser los conductores de nuestro tiempo y de nuestra actividad y disfrutar con este regalo que es la vida.
J.V.- Imagino que influye mucho el temperamento de cada persona. Hay quien podría hacer lo mismo toda la vida y quien se cansa o aburre en una semana.
I.Q.- Pues sí, así es. Eso suele ir de acuerdo con la experiencia de cada uno. Quien ha sufrido y pasado necesidad o ha visto a otras personas pasar por ello aprecia cualquier cosa. Los que no han tenido estas experiencias es más fácil que estén insatisfechos con cualquier cosa.
J.V.- Y también hay quien dice que sería incapaz de soportar una vida absolutamente planificada, los que tienen espíritu aventurero. Su rutina es, paradójicamente, no tener rutinas?
I.Q.- Pues ya tiene una, aunque se sea, como dices, paradójica.
J.V.- En según qué cuestiones, entra en juego la disciplina o la fuerza de voluntad. Nos imponemos rutinas que abandonamos enseguida. Salir a correr, por ejemplo.
I.Q.- Bueno, topas con alguien que lleva 29 años haciendo deporte de forma regular entre 3 y 7 veces por semana, así que no sé yo si te voy a poder contestar a esto. Como te quiero mucho, te voy a mentar eso de dejar de fumar. Es ponerse.
J.V.- Vayamos a la relación de pareja. ¿Es posible la convivencia entre un culo inquieto y alguien que necesita tenerlo todo planificado al milímetro? Habrá que llegar a un acuerdo.
I.Q.- Como en todo. Una pareja está permanentemente negociando y compartiendo. No se puede dejar de ser uno mismo, salvo cuando nos convertimos, voluntariamente, en nosotros mismos; es otro concepto.
J.V.- Si trato de inculcar unos hábitos rutinarios a mi hijo, ¿estaré haciendo de él alguien cuadriculado y sin chispa?
I.Q.- No. Vuestro hijo necesita ordenar ciertos hábitos (uno de ellos el sueño) porque va a crecer mejor y con buenos rendimientos. Muchas veces me habrás oído mentar el principio cartesiano de la necesidad de que haya un orden en el mundo, flexible y crítico... pero orden.