Mogadiscio. Este pasado miércoles se cumplieron dos décadas de la caída del Gobierno de Somalia, un país en ruinas tras varias guerras civiles, conflictos religiosos y anarquía que han causado la muerte de medio millón de personas, forzado al exilio a un millón más y desplazado internamente a varios millones más. El 26 de enero de 1991, grupos guerrilleros al mando de líderes tribales conocidos como señores de la guerra derrocaron a Siad Barré, el dictador prosocialista que gobernaba Somalia desde 1969, y dividieron el país en feudos en los que imperaba la ley del más fuerte.
"Generaciones de somalíes nacidos en la era de los conflictos han perdido su futuro, adoptaron la guerra como modo de vida y perpetúan las confrontaciones mediante motivaciones religiosas, étnicas y económicas", afirma Hassan Moalim Yusuf, presidente del Centro para la Paz y los Derechos Humanos. Según Yusuf, los últimos veinte años han sido de "continuas violaciones de los derechos humanos y en todo ese tiempo el mundo no ha conseguido ayudar al pueblo somalí".
"Hay niños y niñas nacidos durante la guerra y lo único que saben es la terminología y situaciones de la conflagración; entienden bien lo que es huir, matar, violar, los desplazados internos, campamentos de refugiados y otras cosas por el estilo, pero desconocen el significado de palabras como paz, gobierno y democracia ya que nunca las experimentaron en la práctica", añadía.
La guerra civil comenzó cuando un grupo de políticos somalíes, respaldados por algunas autoridades regionales, formaron un gobierno temporal encabezado por Ali Mahdi Mohamed, un hotelero que se convirtió en señor de la guerra cuando su administración fue desafiada por otro líder tribal, Mohamed Farah Aideed, cuyas milicias lo derrocaron. Ali Mahdi rechaza, sin embargo, que él desatara la prolongada guerra civil en Somalia.
"Fui elegido legalmente por los delegados de la primera conferencia de reconciliación celebrada en Yibuti. Aideed no estuvo en esa reunión, aún seguía combatiendo en el sur del país, y cuando se enteró de que yo había sido designado me declaró la guerra", señalaba. Según Mahdi, "si Aideed hubiera respetado mi mandato, él habría sido mi sucesor y Somalia no se encontraría en el estado en que está". La confrontación entre Ali Mahdi y Aideed, cuyas milicias fueron las que expulsaron a Siad Barré de Mogadiscio, cambió el carácter del conflicto, que dejó de ser una guerra de liberación para convertirse en enfrentamientos entre clanes y hundió en la incertidumbre el futuro del pueblo somalí.