J.V.- Decíamos que hay una ambición positiva, la que se opone al conformismo y a la apatía, pero hay otra directamente negativa, cuando lo que se busca es llegar a un objetivo a toda costa sin pararse en barras y pisando a los demás, si es necesario. ¿Cuándo se pasa el límite de una a otra?

I.Q.- Cuando hay un daño manifiesto y premeditado, y cuando se utilizan malas artes para progresar en o con perjuicio de otros. Cuando se hace un plan ambicioso, seguramente competimos con otros, y si lo hacemos con transparencia, es decir, en buena lid, la ambición es positiva y motivadora, tanto para el que consigue sus objetivos como para el que no.

J.V.- ¿Qué rasgos de personalidad ves en estos ambiciosos trepadores? Apunto uno, a ver si acierto: un narcisismo del tamaño de la catedral de Burgos.

I.Q.- Sí. Yo diría que es más la perversión, que casualmente suele ir muy unida al narcisismo.

J.V.- Muchos ambiciosos se vuelcan en una sola faceta de su vida, normalmente la profesional. ¿Se dan cuenta de que el resto de su existencia -pareja, familia, amistades- es un desastre? ¿Lo asumen como el precio que deben pagar?

I.Q.- La falta de empatía les conduce a ignorar estos aspectos que son considerados como accesorios. En el caso de las amistades, suelen ser personas que urden tramas contra quienes previamente les han ayudado y se cambian de uniforme de nuevo si precisan de su favor. Son los famosos chaqueteros que solo apuestan al caballo que gana y que cada vez abundan más.

J.V.- En los que yo conozco, que son unos cuantos, no deja de sorprenderme su absoluta frialdad para quitarse de en medio lo que sea con tal de seguir subiendo. No les tiembla el pulso para sacrificar a un amigo si se interpone en su camino ascendente.

I.Q.- Es lo que te acabo de decir: tienen una especial habilidad para detectar a la gente válida y honesta, para utilizarla mientras se esconden tras buenas intenciones. Luego copian sus métodos, sus herramientas y se apropian de sus ideas sin mencionarlos y, si pueden, enterrándolos.

J.V.- Otra constante: nunca tienen suficiente. Cuando llegan a donde querían, ya están pensando en la siguiente meta...

I.Q.- Suelen ser muy envidiosos y el envidioso siempre vive del deseo de tener lo que tiene el otro, aunque luego no sepa cómo sacarle provecho. Son las personas que obstaculizan cualquier proyecto si no son ellas las que lo dirigen y se cuelgan las medallas. Te diría que esta también es una diferencia sustancial entre los ambiciosos sanos y los perversos: los primeros buscan compartir el conocimiento para conseguir un bien general y los segundos, sobre todo, que nadie destaque sobre ellos.

J.V.- ¿Sirve de algo hacerles ver que su comportamiento es manifiestamente mejorable? Me temo que quien lo intente irá a su "lista negra".

I.Q.- Así es. Ya lo suelen saber y muchas veces basta que seas competente para que te vayan cavando una tumba que, aliados con gente poderosa, no dudarán en usar para enterrarte; eso sí, con todas tus habilidades robadas.

J.V.- Hablemos ahora de la ambición en sentido positivo. Es importante trazarse pequeñas metas, no resignarse a una existencia plana, no salir siempre a empatar o a perder por la mínima.

I.Q.- Hace poco una de mis hijas me transmitía un mensaje que le daba alguien sin duda inteligente y es "cuando ya tenemos el "no" por delante, todo lo que sucede a partir de ese momento son buenas noticias", y esta es la actitud del sanamente ambicioso, que le ayuda a insistir con elegancia y transparencia; es lo que te anima a no rendirte para hacer algo interesante.

J.V.- ¿Detrás de una ambición nula hay falta de autoestima y/o miedo al fracaso? ¿Cómo combatirlo?

I.Q.- Detrás de una ambición nula hay siempre un perverso, mediocre, que precisamente lo que quiere es seguir como está sin que se sepa y para ello anula cualquier actitud, tarea o mensaje que pueda desvelar su secreto. Para combatirlo hay que mantener la coherencia, resistir sin cambiar un ápice de valores y confiar en que no hay mal que dure cien años; quien no es un mediocre siempre volverá a salir adelante.