Bilbao. Una vez jubilado, pasaba el tiempo ahora en Idaho cazando leones en las montañas. Vernon Baker, hijo de un carpintero de Cheyenne (Wyoming), huérfano a los cuatro años y criado por sus abuelos, contribuyó al triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial. El Pentágono, queriendo limpiar el racismo que había marcado al ejército estadounidense, le dio una sorpresa en 1997 al erigirlo en el primer negro en recibir la medalla de honor, la mayor distinción al valor "más allá del deber". El presidente Bill Clinton se la entregó en persona durante una ceremonia en la Casa Blanca. Baker respondió al gesto diciendo: "No soy un héroe, sólo un soldado que intentaba hacer bien su trabajo. Los verdaderos héroes son los hombres que dejé atrás en aquella colina". El pasado martes 13 de julio falleció en su domicilio de Saint Maries tras padecer un tumor cerebral y pudo, como era su ilusión cuando pensaba en la muerte, reunirse con ellos.

De joven era tan travieso que acabó en un internado, alistándose en el ejército a los 21 años. Era 1941 y, tras completar su formación en Texas, llegó a Italia casi al final de la guerra, en 1944. Su histórico día tuvo lugar el 5 de abril de 1945. Los aliados trataban de hundir la línea Gótica, una de las últimas líneas defensivas del III Reich. Su caída supondría un gran paso hacia la capitulación alemana. El teniente Baker dirigía una patrulla de 25 soldados de infantería, de las pocas unidades de soldados negros con permiso para entrar en combate. Una excepción en un ejército donde había 1,2 millones de soldados negros que se afanaban en puestos secundarios. De ahí que ninguno de ellos recibiera antes que Baker una de las 433 medallas al honor entregadas a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial.

Su pélicula sigue viva en la memoria. Eran las 5 de la madrugada y había recibido la orden de tomar el castillo de Aghinolfi, en un pueblo de pescadores cerca de Pisa. Llevó a su gente colina arriba y se adelantó reptando cuando descubrió a dos centinelas germanos parapetados detrás de unas rocas. Mató a doce alemanes mientras fallecían 17 de sus 25 soldados. Pudo organizar la retirada pero al siguiente día volvió a la carga. Pura supervivencia.